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La obligatoriedad del casco para los ciclistas es una medida regresiva

Cristóbal Vera
Por : Cristóbal Vera Ing.Civil Mecánico, Universidad de Chile. Master Renewable Energy & Technology, Ecole Polytechnique
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Existen muchos estudios que han confirmado tal regresividad en la cantidad de ciclistas en las calles y la misma experiencia en distintas ciudades alrededor del mundo ha ido replanteando la forma de concebir la bicicleta como medio de transporte, por ejemplo, Cuidad de México con 20 millones de habitantes revocó esta medida el año 2010, Nueva Zelanda con más de 20 años con esta medida concluyó que no hay prueba de que las leyes hayan reducido las lesiones de la cabeza.


Existe un consenso general como población en apuntar a modos de transporte que busquen mejorar la calidad de vida y del aire, disminuyan los efectos del ruido y el estrés, reduciendo al mismo tiempo la actual dependencia energética y preservando nuestro medio ambiente. Cada vez son más los dispuestos a comprometerse, siendo necesario un Estado que apoye las iniciativas de grupos organizados y asociaciones, a través de soluciones concretas y duraderas en el tiempo respecto a la seguridad, salud, turismo, urbanismo, educación, deporte y desarrollo sustentable.

En este contexto, el auge de la bicicleta es algo evidente. Desde la ciudadanía se demanda más infraestructura como ciclovías en las calzadas y estacionamientos vigilados, señalizaciones  especiales, etc. Lamentablemente este auge no ha ido de la mano con una planificación necesaria para que los ciclistas se integren de forma armónica con los peatones y automovilistas. La ley publicada en Chile en octubre del año 2009 exige portar casco protector a todo ciclista en una zona urbana, medida que entregaría un desincentivo global al uso de la bicicleta como transporte urbano, fomentando una cultura del miedo y respaldando el concepto de que un viaje más seguro será portando más equipos de seguridad.

[cita] Existen muchos estudios que han confirmado tal regresividad en la cantidad de ciclistas en las calles y la misma experiencia en distintas ciudades alrededor del mundo ha ido replanteando la forma de concebir la bicicleta como medio de transporte, por ejemplo, Cuidad de México con 20 millones de habitantes revocó esta medida el año 2010, Nueva Zelanda con más de 20 años con esta medida concluyó que no hay prueba de que las leyes hayan reducido las lesiones de la cabeza.[/cita]

Existen muchos estudios que han confirmado tal regresividad en la cantidad de ciclistas en las calles y la misma experiencia en distintas ciudades alrededor del mundo ha ido replanteando la forma de concebir la bicicleta como medio de transporte, por ejemplo, Cuidad de México con 20 millones de habitantes revocó esta medida el año 2010, Nueva Zelanda con más de 20 años con esta medida concluyó que no hay prueba de que las leyes hayan reducido las lesiones de la cabeza. Yo no soy ningún experto, por lo tanto mi intención es realizar una pequeña reflexión, como un ciclista desde hace muchos años, en cuanto a que aquella medida es regresiva y que debemos luchar contra una cultura del miedo.

Cuando se comienza una discusión en torno al uso del casco, generalmente se termina defendiendo una posición “a favor o en contra de su uso”. En efecto, no hay nada contra el uso del casco o contra las personas que lo utilizan habitualmente, la verdadera discusión tiene que ver con la imposición de su uso a todos los ciclistas. ¿No será mejor alguien que use la bicicleta sin casco a uno que renuncie a ella?

En todos los países donde se ha impuesto la obligatoriedad ha habido como consecuencia una baja del 15% al 30% de ciclistas. Si hay menos ciclistas en las calles, son menos visibles y hay menor consciencia de ellos, por lo tanto, aumenta la tasa de accidentes. Se necesita incentivar el uso de la bicicleta para todos e imponer el uso del casco transmite un mensaje de peligrosidad y se sabe bien que los cascos actuales no son eficaces para caídas o choques a más de 20 km/hora. Existen estudios que incluso han demostrado que en accidentes de circulación, contrariamente a tenaces prejuicios, los ciclistas tienen menos accidentes en que se vea implicado un traumatismo craneal que los automovilistas y que incluso los peatones. Siguiendo esa lógica, ¿no deberíamos usar casco siendo peatones?

Un simple viaje por la cuidad no significa realizar el Tour de France o tener que efectuar descenso por el San Cristóbal; la decisión de no usar el casco en un trayecto hogar-trabajo debería ser del todo racional.

No hay que confundir la práctica deportiva con la de medio de transporte; 9 de cada 10 accidentes en bicicleta realizando una práctica deportiva son debido a caídas, mientras que 9 de cada 10 accidentes en desplazamientos dentro de una cuidad son debido a un choque con un vehículo motorizado.

Busqué cifras de Santiago, pero lamentablemente todo lo que se encuentra de manera oficial (reportado por Carabineros al INE) registra sólo si fue accidente, no existe un seguimiento de si fue leve, grave o mortal, si estuvo implicado un traumatismo craneal, etc. Se aprovecha de hacer un llamado a las autoridades para que se levanten más cifras y sea posible hacer análisis más rigurosos según nuestra realidad.

Es importante educar, ser capaces de informar correctamente a los ciclistas para que cada uno evalúe los riesgos asociados a su práctica y, por lo tanto, sus consecuencias. Enseñar desde pequeños, a través de lógicas de respeto y tolerancia entre autos y bicicletas. En fin, los conductores sabrán, entonces, muy bien lo que se siente haber sido ciclista gestando una base estable y armoniosa y pensarán “ese podría ser yo”.

Una apuesta a largo plazo debe tener como objetivo pensar en que, sin importar la edad del ciclista, se considere como natural y no peligroso el uso de la bicicleta como medio de transporte; que aquella salida espontánea no dependa de su talento y capacidad, de la buena voluntad y paciencia de los taxistas y micreros; que aquel ciclista inexperto no sienta miedo cuando un vehículo lo vaya a adelantar.

¡Seamos soñadores! La ciudad está para ser vista, realizar un viaje en bicicleta es una experiencia inédita, libre, permite revaluar distancias conociendo nuevas rutas, ir conociendo otros lugares, otra geografía, un rencuentro con uno mismo que muchas veces puede ser inspirador; sin embargo, ¿qué vemos hoy en día? Un enfrentamiento entre automovilistas y ciclistas, donde prima la ignorancia de unos y otros, cultivándose un desprecio y una indiferencia brutales.

La bicicleta genera un concepto de fluidez y de ligereza, es la sensación de ser un pez y que las calles sean ríos. Pedalear genera un sentimiento de realidad, una conexión con el mundo y la ciudad, una iniciativa personal de lucidez. Lo más importante es que la bicicleta trabaja silenciosamente revindicando la manera de relacionarse, permite ese intercambio cotidiano de palabras y sonrisas, de miradas, muchas veces efímeras, pero que sin duda alguna portan un dejo de lo que entendemos por felicidad.

De regreso a la realidad, apuntemos a medidas que incentiven el uso de la bicicleta, forjemos una sociedad basada en el respeto y no perdamos la esperanza de un mundo mejor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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