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La educación como instrumento de dominación


Antes de las movilizaciones estudiantiles la ciudadanía estaba callada y conformada con lo que había heredado de la dictadura, una democracia pequeña pero democracia al fin y al cabo. Luego de las movilizaciones estudiantiles se generó una nueva etapa  donde los ciudadanos comenzaron a entender que era tiempo de asumir su derecho y sus poderes constituyentes.

Lo que se cuestionaba desde la revolución pinguina hasta las movilizaciones de la actualidad no era solo los malos índices de calidad de la educación, la precarización de los colegios municipales y los altos aranceles, sino también y con mayor profundidad se cuestionó lo que la dictadura había hecho con el Estado y sus aparatados y por ende, con todas las instituciones que le pertenecen. El Estado fue minimizado, ultrajado y sobornado para que aquellos tecnócratas que abrieron vertiginosamente las puertas a las fuerzas privadas y a la inversión extranjera. De esta manera, el Estado se convirtió en lo que conocemos hoy, un ente empobrecido, minimizado y subvalorado por los neoliberales. En fin como sabemos el resto es historia, entre el binominal, la constitución, la educación, la precarización del mundo laboral, la salud, la AFP, la centralización, entre otras muchas, reconocemos que nuestra sociedad ha sido marcada por el golpe militar y por su modelo de desarrollo, pues los chilenos ha tenido que enfrentar día a día las precarias condiciones sociales y el total abandono del Estado.

[cita] Es por esto que ya no basta salir a la calle por la educación gratuita, no sesguemos ni excluyamos los problemas sociales unos con otros, es necesario unirlos porque el origen de todos y cada uno de estos males siempre ha sido y siempre será el modelo neoliberal. [/cita]

Nuestro pasado querámoslo o no, está presente en sus miles de facetas y ha impregnado en todos nosotros, en nuestra cultura, en nuestra cotidianidad. En particular, la educación o más bien el sistema educativo  fue construido y reconstruido como un instrumento de dominación, un instrumento hecho para el desarrollo neoliberal, el cual  promueve ciertas expectativas para la sociedad y controla los productos de conocimiento social que las clases dominantes ha destinado como viables para nuestro país. ¿Por qué?, porque pregúntese usted por qué en los colegios, universidades,  y técnicos  no se desarrollan otros ámbitos profesionales, otras técnicas y otras artes. Claro las instituciones educativas preparan cada año y sacan nuevas carreras, pero estas carreras no tienen futuro si no tienen empleabilidad, y la empleabilidad depende del modo de producción de nuestro país, porque no se va a generar técnicos industriales si no hay industrias, no se van a generar artes y oficios que promuevan el emprendimiento real, porque lamentablemente el producto nacional vale más que el producto chino. Es así como nuestro acotado mundo educacional y profesional no deja espacio para la innovación, la experimentación y la creatividad de todos nosotros, porque nos hacen elegir entre un motón de carreras destinadas a crear “recursos humanos” y, por ende, a mantener este modelo torcido. Los recursos humanos concebidos desde la perspectiva neoliberal no son más que una mercancía intercambiable que no considera las propias y singulares capacidades del humano y, como lo hemos notados, menos se hará cargo de sus derechos que no son más que límites para la rentabilidad financiera.

La educación como instrumento de dominación no ha sido cuestionado ni se ha puedo en la palestra la necesidad de su diversificación, la necesidad de generar alternativas educativas que potencien –de verdad- las capacidades de cada uno de los niñxs y jóvenes, que tomen en cuenta su contexto cultural. Lamentablemente  no esperemos que a través de la educación cambien las relaciones de poder existentes, si se reconoce, primero que nada, que la instrumentalización de este derecho de por sí (sin la necesidad del lucro) ha generado las bases para el modelo que tanto cuestionamos como sociedad.

Entonces claro si se quiere cambiar a una educación democrática, gratuita y universal partamos primero por cambiar el modelo,  ¿o no?, porque es el modelo el que nos tiene sucumbidos a la privatización de todos nuestros derechos fundamentales.

La reforma está mal desde sus raíces, pues se pretende otorgar gratuidad pero siguiendo con este modelo económico. Si sabemos que el Estado un ente meramente subsidiario y centralizado jamás podrá sostener esta reforma. Si el Estado no cambia en su contenido y en su forma no podrá sustentar ninguna de las reformas que se están  planteando, ni menos logrará tener el apoyo popular necesario para su legitimación. Yo me pregunto qué pensaban los políticos al dar esta propuesta sin tener como base un Estado realmente capacitado para entregar este derecho, es que la verdad lo que realmente quieren hacer es seguir subsidiando a instituciones privadas y mantener la visión neoliberal. En este escenario la contradicción es evidente, no se puede reformar la educación desde un bien de mercado a un derecho fundamental sino se cuestiona su origen, desde donde proviene y desde la visión que lo creó.  Porque cuando el 2011 se pretendía que no hubiera lucro en la educación es porque se cuestionaba su origen turbio y alimentado por los neoliberales. Es por eso que cada vez que se avance en la reforma y los políticos hagan oídos sordos a la estructura que la sustenta, será imposible avanzar hacia la educación que el pueblo clama tener. La letra chica al final termina dominando y esto dará paso a mayores movilizaciones, las cuales no cesarán porque no se está cambiando lo que se cuestiona, sino un “arreglín” nomás, como los de Lagos a la constitución.  Es por esto que ya no basta salir a la calle por la educación gratuita, no sesguemos ni excluyamos los problemas sociales unos con otros, es necesario unirlos porque el origen de todos y cada uno de estos males siempre ha sido y siempre será el modelo neoliberal.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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