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Indiferencia ideológica

Cristián Riego
Por : Cristián Riego Profesor de derecho procesal penal, Derecho Universidad Diego Portales
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Me declaro ideológicamente indiferente, no es que no tenga preferencias, las tengo, pero no son tan intensas y sobre todo no me parecen demasiado relevantes en el momento actual.

El país se encuentra en medio de una feroz disputa entre el predominio del paradigma neoliberal y su reemplazo por uno más bien socialdemócrata. Parece una discusión importante.

Nadie duda que el neoliberalismo trajo dinamismo económico y modernización, la crítica que se le hace es que también expandió la concentración y la desigualdad. La solución sería entonces el reemplazo del modelo por uno más estatista.

Si bien es cierto que el modelo neoliberal parece tender a favorecer la concentración y la desigualdad en todas partes, en nuestro país esa tendencia fue muy reforzada por elementos propios de nuestra cultura y nuestra estructura social, que me atrevería a calificar de oligárquica o a lo menos de tendencia oligárquica. Cuestiones tales como la endogamia de las clases privilegiadas, el nepotismo, la poca creatividad, la poca vocación por la innovación tecnológica y, sobre todo, la afanosa búsqueda de rentas mediante la identificación de espacios protegidos de la competencia, hicieron que los aspectos negativos del neoliberalismo se reforzaran y, ante todo, que este modelo resultara muy deslegitimado frente a la mayoría de la población.

Podría parecer razonable entonces que una mayor presencia del Estado en la economía y en otras actividades sociales podría traer mayores niveles de igualdad, incluso valdría la pena pagar el costo de un menor dinamismo económico a cambio de eso.

[cita] Mi percepción es que los males de nuestra estructura social y nuestra cultura son bastante resistentes a los modelos, subsisten perfectamente tanto en el sector privado como en el público, y tenderán a perpetuarse cualquiera sea el que predomine. [/cita]

Sin embargo, soy escéptico, el estatismo no siempre favorece la igualdad. De hecho, en América Latina el estatismo suele ser oligárquico y se transforma en fuente de enormes privilegios para los grupos que logran controlar partes del aparato del Estado, hay muchos ejemplos grotescos de eso.

Pero mi temor no solo es por comparación. Observando el comportamiento concreto de los sectores que hoy promueven la mayor presencia estatal, se puede observar también en ellos la misma endogamia, nepotismo y reticencia a la competencia que ya habían mostrado en la época del neoliberalismo. Pero la sospecha se profundiza cuando queda claro que la ampliación de la presencia estatal no irá acompañada de un cambio sustantivo en la estructura del Estado, no habrá un sistema de reclutamiento competitivo y sobre la base del merito de las posiciones de conducción. No se ve por dónde este Estado nuevo y más grande será también más fuerte técnicamente, es difícil imaginar que habrá más espacio a la innovación y a la creatividad, condiciones indispensables para que el Estado desarrolle las sofisticadas políticas públicas que serían necesarias para transformar la sociedad en una más igualitaria.

Mi percepción es que los males de nuestra estructura social y nuestra cultura son bastante resistentes a los modelos, subsisten perfectamente tanto en el sector privado como en el público y tenderán a perpetuarse cualquiera sea el que predomine. Incluso se podría pensar que nuestra tendencia oligárquica gusta de las disputas ideológicas, porque estas permiten a las elites abandonar los modelos cuando se desgastan y revestir sus posiciones de privilegio con nuevos discursos.

Por lo tanto, me da lo mismo si prima el neoliberalismo o la socialdemocracia, me parece que ambos pueden funcionar razonablemente para nuestra gente a condición de que los valores que proclaman sean tomados con alguna seriedad. Ambos modelos tienen en su base nociones de competencia, mérito e igual trato que pugnan muy fuertemente con aspectos de nuestro modo de vida tradicional y creo que cambiar esas malas costumbres es el verdadero desafío de nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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