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Sobre los mensajes eróticos del diputado Ceroni


Escribo por una ausencia. La ausencia de la palabra homosexual en un caso noticioso donde se cruzaron la sexualidad y la política. Un silenciamiento que habla de una sociedad chilena que aún parece asustarse con las prácticas no-reproductivas de algunas personas. La semana pasada una controversia mediática apareció en matinales, noticieros y, sobre todo, redes sociales donde las nuevas tecnologías, la política y el sexo no-heterosexual se cruzaron.

La imagen de una captura a una conversación de Whatsapp a un diputado generó insólitas discusiones sobre la ética política y la ética del periodismo. La conversación virtual en texto entre tres personas con prácticas homo-eróticas colapsó los límites posibles de lo permitido en nuestra política. La controversia que hace que el Poder Ejecutivo se alce en contra de un periodismo digital es precisamente la cuestión de la «honra» de un parlamentario: hay límites sobre donde debe ingresar el ojo periodístico y hay límites sobre lo que es considerado de interés político y lo que no; las prácticas erótico virtuales del diputado no son consideradas políticas, sino que parte de la vida privada.

Dicen que se sorprenden por cómo actúa la prensa, su acoso, pero en realidad el asombro lo produce una sexualidad homosexual de un diputado que parecía normal, es decir, heterosexual. El jueves pasado en el programa ‘El Informante’, después de una cortina musical de Morrisey, el diputado Ceroni fue entrevistado por un periodista –también homosexual— sobre el caso de la infiltración de esta fotografía de una conversación de texto en su celular tomada durante una sesión del Congreso. El diputado no tuvo el cuidado de no exhibir su goce a puertas cerradas, al parecer su deseo era tanto que simplemente no pudo aguantarse. Su masculinidad no lo hizo esconder su conversación: “Pero la paja juntos de todas maneras”, decía parte de una conversación censurada, que nadie se atreve a mencionar porque no es digna de un diputado (sí, lo será que un político hable de su sexualidad si es heterosexual). Una imagen incluso que pudo ser un error, una posibilidad que permite leer la alta definición de las cámaras.

Para mí lo más interesante de la entrevista en ‘El Informante’ fue que nunca, ni por el entrevistado ni por el entrevistador, se dijo la palabra homosexual, gay o sexo virtual. La palabra sexual se mantuvo silenciada. Creo que fue parte del acuerdo de una entrevista previamente restringida sobre lo posible de decir o, pero aún, se trató de la vergüenza y autocensura de dos homosexuales con representación pública. El sexo virtual es una práctica muy común y diría hasta vital para muchos hombres gays, para muchos de mis amigos, porque en una ciudad donde el afeminamiento es aún extraño y transgresor, el deseo homosexual sigue radicalizándose en la vida virtual. Mucha prostitución masculina se realiza a través de internet, mucho deseo homosexual existe a través de la vida digital, no así en la vida social donde en muchas familias, escuelas y trabajos (como el Congreso) es difícil nombrarse a sí mismo gay y menos travesti.

[cita tipo=»destaque»] En estos tiempos políticos lo homosexual más que nunca pasa a ser una cuestión de interés y controversia política, aunque no lo quieran quienes hablen desde una política heteronormativa, precisamente porque se la sigue callando, volviéndola una categoría no digna de ser pensada políticamente. La figura de la víctima, de un diputado que es sacado del clóset a la fuerza, permite que un diputado ahora sea otro mártir homosexual, como lo fue Zamudio, a quien la sociedad ahora apoya y de quien siente incluso lástima.[/cita]

Me opongo a este modo «políticamente correcto» de hablar políticamente de un caso donde no se pudo discutir sobre sexualidad; aunque estuviera de modo evidente. Para evitar hablar de las zonas del placer de un diputado adulto, del contacto extramarital (que generalmente se asocia a la prostitución), se prefirió poner al homosexual otra vez como una víctima, un mártir de los medios de comunicación que como «carroña» acosan el cuerpo y la vida de un político –parafraseando la mirada inocente de lo homosexual adscrita por otros escritores gays como Óscar Contardo, quien escribió en La Tercera sobre este caso, refiriéndose a la prensa como “hienas” que quieren comer esa carne medio muerta de un diputado homosexual–. Contardo y la prensa chilena se hacen parte una despolitización de los deseos homosexuales, ya que son vidas que se deben mantener ocultas.

En estos tiempos políticos lo homosexual más que nunca pasa a ser una cuestión de interés y controversia política, aunque no lo quieran quienes hablen desde una política heteronormativa, precisamente porque se la sigue callando, volviéndola una categoría no digna de ser pensada políticamente. La figura de la víctima, de un diputado que es sacado del clóset a la fuerza, permite que un diputado ahora sea otro mártir homosexual, como lo fue Zamudio, a quien la sociedad ahora apoya y de quien siente incluso lástima. Probablemente Ceroni ganará bastante en términos de plusvalía política al ser un diputado que pasa del anonimato al emblema de la capitalización de la diversidad sexual. Y este es el problema más grave: el no reconocer que la sexualidad es algo de interés político, así lo han demostrado históricamente las mujeres cuando hacen de su sexualidad una controversia política como en el caso del aborto.

Finalmente, recuerdo que el outing o sacar del clóset puede ser considerada una práctica radical de política, más aún cuando va dirigida a una elite que gobierna y que se muestra hipócritamente a favor de la familia y la diversidad desde un concepción conservadora. Sacar del clóset a quienes son parte de una elite de representación será una trizadura política que como resistencia o error tecnológico afecta a una clase política que se considera superior a quienes deseamos, sentimos y nos afectamos con otros de nuestro mismo sexo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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