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El apartheid a ME-O y el futuro de Piñera

Matías Conejeros de la Cruz
Por : Matías Conejeros de la Cruz Encargado estategia digital Marco Enríquez-Ominami.
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Las encuestas muestran a Sebastián Piñera ocupando los primeros lugares en la carrera presidencial. Este dato duro, junto con la fidelidad de la derecha a su figura y a su obra, lo posicionan como un adversario difícil para el mundo progresista. A menos de dos años de una decisión trascendental en nuestra historia, la centroizquierda se encuentra en el momento clave donde decide si aplica una estrategia que le permita ganar la próxima elección presidencial, apoyando al candidato indicado, u opta por caminos inciertos, que vuelven probable un triunfo de la carta de Chile Vamos.

La evidencia muestra que quienes ganan elecciones presidenciales cumplen previamente con algunos requisitos, uno de ellos es contar con altos niveles de conocimiento entre la población. Estos altos grados de conocimiento sobre el 90% solo son posibles gracias al trabajo de años en el debate público.

Por un lado, figuras como Piñera y Lagos alcanzan esos niveles de conocimiento según la última encuesta CEP de agosto, también lo alcanzan Marco Enríquez-Ominami y la Presidenta Bachelet. Por otro lado precandidatos como los senadores Ossandón y Walker, después de meses de apariciones en medios de comunicación ofreciéndose como candidatos, son apenas conocidos por la mitad de la población. Andrés Velasco, pese a haber participado en el proceso pasado de primarias de la Nueva Mayoría, es desconocido para uno de cada tres chilenos.

Otro requisito importante es contar con respaldo de la ciudadanía. Por ejemplo, Evelyn Matthei, pese a compartir similar grado de conocimiento con Ricardo Lagos, es rechazada por un gran número de ciudadanos, lo que la inhabilita como carta presidencial frente a un Sebastián Piñera que cuenta con un nivel mayor de aprobación que ella, al mismo tiempo que es tanto o más conocido.

El reconocimiento de estas variables como definitorias de un eventual resultado muestra un problema a la izquierda y en el mundo progresista en general. La Nueva Mayoría intenta desde hace unos meses instalar como carta al ex Presidente Lagos, tras constatar que Isabel Allende no subía en las encuestas. Sin embargo, todo indica que los votantes progresistas no quieren a Lagos como candidato. Pese a haber irrumpido en las últimas encuestas, no se ha logrado el efecto esperado, quedando en una posición incómoda por debajo de Enríquez-Ominami y en empate con Isabel Allende, que no se resiste a dejar la pelea. Los expertos electorales de la Nueva Mayoría ya tienen claro que Lagos pierde con Piñera en una eventual segunda vuelta que tendría muy pocos votos agudizando la abstención.

Una alternativa para la Nueva Mayoría es levantar una nueva figura, pero a menos de dos años de la presidencial, es virtualmente imposible. Es cierto que existen golpes de efecto que permiten hacer crecer el nivel de conocimiento y adhesión explosivamente, pero no a menos de dos años de la elección. Cabe recordar casos como el de Michelle Bachelet que se muestra sobre un tanque en el invierno del 2002, dos años y medio antes de la elección, y el de Golborne, que fue parte del rescate  de los mineros a 3 años de la elección. Mientras más días pasen, generar un fenómeno de esa naturaleza se vuelve más improbable.

La Nueva Mayoría debe darse cuenta de que intentar forzar un liderazgo es peligroso. Imponerle a la ciudadanía un candidato que no valoran sería entregar el triunfo al contrario.

La experiencia de Eduardo Frei el 2009, quien surge de la desesperación tras bajarse Ricardo Lagos, lo confirma. El reciente fracaso del proyecto kirchnerista, que no fue capaz de ofrecer un candidato más atractivo que Macri, también. En España el PSOE al perder la oportunidad de sentarse a conversar con Pablo Iglesias corre hoy el riesgo de quedar en tercer lugar tras Ciudadanos, con un débil Pedro Sánchez y, de paso, darle el triunfo a Rajoy.

Del mismo modo la izquierda y el mundo progresista que no están dentro de la Nueva Mayoría solo tienen a Marco Enríquez-Ominami como opción. Los candidatos de la Nueva Mayoría no parecen acercarse a posiciones en torno a la Asamblea Constituyente y la gratuidad en educación, mientras Enríquez-Ominami sí lo hace. Al mismo tiempo, estos movimientos tampoco cuentan con figuras presidenciales, ni con el tiempo para instalarlas. Intentar levantar a una figura como Cristián Cuevas, Marcel Claude o Roxana Miranda a estas alturas no serviría más que para dar un testimonio. Estos sectores podrían albergar la idea de hacer surgir a su propio fenómeno, a su propio Pablo Iglesias, pero recordemos que el candidato español comenzó conduciendo programas políticos de televisión el año 2010, era hasta hace poco eurodiputado, condujo las elecciones autonómicas en España de su coalición, fue parte del llamado 15-M y fundó Podemos en enero del 2014, prácticamente dos años antes de la muy cercana elección española.

Los analistas electorales de la Nueva Mayoría y de toda la izquierda ya tienen evidencia suficiente de que Marco Enríquez-Ominami es la única opción para impedir que llegue Piñera a deshacer el camino de cambios iniciado en el actual gobierno.

En este escenario, ¿por qué entonces la Nueva Mayoría no hace lo que el sentido común señala? Que es abrir los canales de comunicación con nuevas fuerzas de izquierda, incluido el PRO, para facilitar una candidatura única capaz de derrotar a Sebastián Piñera.

[cita tipo= «destaque»]La Nueva Mayoría debe darse cuenta de que intentar forzar un liderazgo es peligroso. Imponerle a la ciudadanía un candidato que no valoran sería entregar el triunfo al contrario. La experiencia de Eduardo Frei el 2009, quien surge de la desesperación tras bajarse Ricardo Lagos, lo confirma.[/cita]

El problema parece ser la herida aún abierta tras la derrota de Frei Ruiz-Tagle. Para una parte de los actores de la vieja Concertación la irrupción de Marco como candidato el 2009 fue vista como una traición, mientras las encuestas mostraban que esa candidatura era la única oportunidad real de derrotar a Piñera. El apego a viejas visiones sobre estrategia electoral y un distorsionado sentido de la lealtad, donde primó la fidelidad a las lógicas de las cúpulas de los partidos por sobre un programa que cubriera las necesidades de la gente, hizo que estos sectores se negaran a la posibilidad de dar apoyo al candidato que sí podía derrotar a la derecha. Esta visión anticuada de la estrategia electoral ignora el hecho de que las elecciones modernas las gana quien promete cambio sobre continuidad, quien es capaz de hablar del futuro y no quien representa el pasado. Esto es lo que explica el triunfo de Macri y su proyecto Cambiemos. Un Walker o un Tarud argentino probablemente estarían hoy culpando a Massa o Del Caño por la derrota de Scioli, en lugar de aceptar que este último nunca fue capaz de encarnar valores de cambio y futuro, y siempre mantuvo el estigma de ser el Caballo de Troya del kirchnerismo.

Hubo un amplio sector de la Concertación que entendió esta lógica el 2012. Son los que dilucidaron que Michelle Bachelet, aunque contara con gran popularidad no tenía asegurada la victoria, ya que por sí misma no representaba cambio ni futuro. Por esta razón es que surge la Nueva Mayoría –nótese la palabra “nueva”, puesta estratégicamente– como reemplazo a la agotada Concertación. Por esta razón es que se refrescaron los rostros, escondiendo en campaña a Osvaldo Andrade y poniendo al frente a líderes del Movimiento Estudiantil. Es por esta razón que recogieron nuevas banderas como la gratuidad y la Nueva Constitución, que en el pasado postergaron y guardaron en el baúl de los grandes acuerdos con la UDI.

La gran interrogante es si el sector de la ex Concertación que aún mantiene rencor, logra superar la situación, actualiza su visión sobre estrategia electoral y actúa en forma pragmática, abriendo las puertas a una primaria amplia de la Centro Izquierda, impidiendo el triunfo de Sebastián Piñera. O si mantiene la actual estrategia de apartheid a Marco Enríquez-Ominami e insiste en un camino que le entregue la cabeza de Ricardo Lagos a Piñera en bandeja de plata. Si, finalmente, optan por este último camino, se instala la sospecha de que lo que secretamente buscan Walker y Tarud es la victoria de Piñera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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