Publicidad

La ciencia chilena goza de buena salud… no así su institucionalidad

Manuel Krauskopf
Por : Manuel Krauskopf Ex Rector de la Universidad Andrés Bello
Ver Más


La Universidad concentra en nuestro país los cuadros académicos e intelectuales que dan cuenta de la mayor parte de la investigación avanzada que genera nuevo conocimiento, enriqueciendo la cultura y desarrollo económico de Chile.

Es así como las universidades que sacan la cara por la ciencia en Chile generan resultados notables. En efecto, nuestro país, con un número significativo de publicaciones de corriente principal, exhibe uno de los mejores índices de citas en relación con los recursos invertidos en investigación y desarrollo (ScienceProvocateur) y, de acuerdo a Scimago, sus universidades se distinguen entre las top 10 en cantidad de publicaciones y conocimiento innovativo (U. de Chile) e impacto tecnológico (USM y UNAB) en América Latina.

Estos resultados muestran por sí solos que la industria del conocimiento en Chile –que no posee una institucionalidad acorde y ha trabajado años con un presupuesto muy reducido– es eficiente y prolífica y que ha contribuido a la cultura y progreso que el país ha experimentado en las últimas décadas.

En este escenario, llama la atención la persistencia política en no reconocer la calidad y creciente contribución en C&T de las universidades privadas sin aporte fiscal directo (AFD). Al año 2000, las universidades del CRUCH publicaron cerca de 2.300 artículos indizados en el Web of Science (WoS), mientras que las universidades privadas encabezadas por la UNAB recién comenzaban a incluir en su misión la tarea investigativa con mayúscula. Quince años después, el escenario es claramente distinto.

En efecto, tanto las universidades del CRUCH como las privadas sin AFD que abordaron el desafío de la C&T, indizaron casi 8.500 artículos el año 2014. Es decir, aumentaron 3,74 veces su productividad en C&T incluyendo Ciencias Sociales y Humanidades, bastante más que el PIB y de muchas industrias del país.

[cita tipo=»destaque»] La débil y postergada institucionalidad del Estado para la C&T contrasta con aquella que se ha consolidado en un grupo de universidades del CRUCH y en privadas sin AFD. Los científicos chilenos y su magisterio intelectual deberían ser sustanciales en la implementación de políticas para C&T, como acontece en los países desarrollados.[/cita]

A este alto crecimiento concurrieron, entre otras Universidades del CRUCH, las Universidades de Chile, Católica, de Concepción, de Santiago y Austral, por mencionar las 5 instituciones con más registros ISI el año 2014. Estas entidades aportaron el 70,8% del total de artículos indizados por el WoS para Chile ese año. Las mismas universidades, el año 2000, habían generado el 91% de estos.

Por otra parte, el aporte de las 5 universidades privadas sin AFD más productivas al año 2014, es decir las Universidades Andrés Bello, Diego Portales, Autónoma, del Desarrollo y de Los Andes fue de 13,4%.

Mirado de otro modo, las 5 universidades privadas nuevas contribuyeron en C&T un 18,9% respecto al aporte de las 5 universidades del CRUCH, de acuerdo a los registros del WoS para publicaciones 2014.

Los indicadores revelan, a no dudar, que la investigación en las universidades CRUCH está mejor distribuida que hace 15 años y que las privadas sin AFD están contribuyendo crecientemente al patrimonio intelectual del país. Las últimas han sido, sin que se les reconozca, una oportunidad estimulante de trabajo y desarrollo profesional para cientos de jóvenes Ph.D formados en el país y en el extranjero.

La débil y postergada institucionalidad del Estado para la C&T contrasta con aquella que se ha consolidado en un grupo de universidades del CRUCH y en privadas sin AFD. Los científicos chilenos y su magisterio intelectual deberían ser sustanciales en la implementación de políticas para C&T, como acontece en los países desarrollados.

En la misma línea, es claro que deberían tener una voz relevante en la discusión de la reforma universitaria, toda vez que la investigación enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje y, consecuentemente, no puede omitirse en la discusión de los aranceles. Es más, una proporción relevante de académicos de jornada completa dedican buena parte de su tiempo a generar conocimiento, lo que al decir de Ortega y Gasset, hace casi un siglo, no es solo esencial para la dignidad de la Universidad sino que también constituye su alma.

La universidad chilena contribuye crecientemente a la ciencia y a la formación superior pese a la despreocupación que ha existido para aggiornar la precaria institucionalidad de Estado para la ciencia. La ciencia prospera en ámbitos autónomos, exigentes y bien financiados. Las universidades que exhiben los mejores resultados en Chile, son las que han cautelado estos rasgos y la reforma universitaria debería asegurar que no se produzcan vacíos que alteren su crecimiento en esta trascendente vertiente que enriquece la cultura, la formación superior y el desarrollo económico y social del país.

Hay múltiples ejemplos de universidades de la región orgullosas de proveer educación superior gratuita, pero exhiben escasa contribución en C&T, incluyendo Ciencias Sociales y Humanidades. La información existente es vasta, por lo que es imperativo que la reforma que se abordará cuente con los estudios que prevengan los posibles efectos negativos para esta importante actividad y que se debilite la salud de la ciencia chilena tan poco reconocida en su propio país, ello incluso al punto que un ranking profusamente difundido asigna 15% de ponderación para calificar a lo que denominan “Universidades de Investigación y Doctorado”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias