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Nueva Ley de partidos en perspectiva comparada

Stéphanie Alenda
Por : Stéphanie Alenda Directora de la Escuela de Sociología de la UNAB.
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Con la nueva ley de financiamiento de la política aprobada hace unos días, la regulación de la vida interna de los partidos dependerá ya no sólo de los estatutos o reglamentos partidistas sino en gran medida del Estado, al igual que en la mayor parte de las democracias avanzadas. Puesta en perspectiva comparada, esta Ley debería preservar al país de tendencias nefastas para el fortalecimiento de la democracia, pero difícilmente logrará revertir las evoluciones generales de los partidos y de la afiliación partidaria.

Por un lado, Chile evitará el hermetismo de los padrones, su desactualización, su redundancia a través de las dobles militancias, así como su inflación, rasgos a menudo característicos de los sistemas políticos occidentales. En Europa, estos rasgos han sido a veces refrendados por las Constituciones (como la francesa de 1958), con el argumento de preservar la autonomía de los partidos, trayendo consecuencias negativas para la democracia. La falta de transparencia ha sido tal que la única forma de comprobar la pérdida de efectivos militantes es contrastando el número de afiliados declarado por los partidos con las cotizaciones percibidas. Aquello no ocurrirá aquí, donde el reempadronamiento sentará las primeras bases para que los reafiliados puedan contribuir al fortalecimiento de la democracia al interior de sus partidos.

Sin embargo, esta nueva Ley podrá difícilmente luchar contra tendencias generales de las democracias representativas. En primer lugar, en ellas la afiliación a los partidos ha dejado de ser una necesidad imperiosa para participar en consultas sobre temas cada vez más variados, desde dirimir conflictos internos, incidir en una estrategia electoral, hasta contribuir a la elaboración de un programa. Dependiendo del carácter de la consulta, los simpatizantes pueden también participar.

[cita tipo=»destaque»]Esta nueva Ley podrá difícilmente luchar contra tendencias generales de las democracias representativas. En primer lugar, en ellas la afiliación a los partidos ha dejado de ser una necesidad imperiosa para participar en consultas sobre temas cada vez más variados, desde dirimir conflictos internos, incidir en una estrategia electoral, hasta contribuir a la elaboración de un programa.[/cita]

En segundo lugar, en función de las culturas partidarias y nacionales, el sentirse perteneciente a un partido no conduce necesariamente a la firma de una ficha de adhesión. Se contraponen dos concepciones: por un lado, la membresía entendida como sinónimo de identificación partidaria (caso EE.UU.), sin un acto de formalización; por otro, la membresía como adhesión formal que conlleva una serie de derechos y deberes para los afiliados. Este segundo caso es emblemático de Europa, donde floreció el modelo del partido de masas en relación al cual los partidos actuales, en vista del debilitamiento de sus aparatos, aparecen en crisis.

Tercero, la sinergia entre partidos y Estado, producto de las leyes de financiamiento público de la política, ha restado valor a una membresía en la que solía descansar gran parte del funcionamiento de estas organizaciones. Hoy, los partidos carecen de motivos estratégicos y organizacionales para requerir miembros debido a la profesionalización de las campañas, la influencia de las tecnologías de la comunicación o al declive de las ideologías.

Constatar estas evoluciones no equivale en ningún caso a decretar la obsolescencia de los afiliados. Se observa, al contrario, que en varias partes del mundo los partidos están haciendo esfuerzos para aumentar su atractivo ante la necesidad de seguir contando con una membresía activa. En Chile, el reempadronamiento exigido por la nueva Ley dará el impulso para avanzar en este sentido.

Las experiencias internacionales invitan, no obstante, a poner en perspectiva las exigencias fijadas en esta ley y a no perder de vista la realidad global a la que se ven confrontados los partidos: 1) la generalización del financiamiento público tiende a acentuar el carácter prescindible de los militantes; 2) las medidas tendientes a reforzar la democracia partidaria contemplan la participación sin adhesión formal y 3) dependiendo de las culturas partidistas, el sentirse parte o tener una actividad militante puede ocurrir sin optar por la afiliación. Los partidos chilenos deberán fortalecerse teniendo en cuenta estas evoluciones globales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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