Estos días hemos escuchado del “colapso” de diversos hospitales de la Región Metropolitana y de las medidas del Ministerio de Salud para enfrentar la situación. Sin embargo, no parece haber claridad respecto a lo que entendemos por colapso. ¿Llega gente, pero no se atiende o tiene que esperar largas horas? ¿Se hospitalizan pacientes en los pasillos? ¿Cuánto esperan las personas para ser hospitalizadas “adentro” del hospital? ¿Muere gente antes de ser atendida? ¿Mueren pacientes después de ser atendidos, pero sin una atención adecuada?
Algunas de estas preguntas podemos responderlas en base a datos que registra el sistema público. Por ejemplo, en cuanto a la última pregunta, desde 2012 han aumentado en aproximadamente 300 el número de personas que mueren anualmente en el servicio de urgencia esperando una cama (Dpto. de Estadísticas e Información en Salud, DEIS, del Minsal, 2015). Esto no quiere decir que murieron debido a que esperaban una cama, sin embargo, da cuenta de una atención inadecuada de pacientes que requerían ser hospitalizados (en una cama aguda, generalmente) y que no accedieron a ello.
Tampoco quiere decir que la Red de Urgencia necesariamente lo esté haciendo peor. Las atenciones de urgencia han ido aumentando en el tiempo por lo que es esperable que las personas que mueren esperando cama también aumenten de no mediar intervenciones que mitiguen este fenómeno. Los fríos números, entonces, pueden interpretarse como que no estamos haciéndolo peor y, sin embargo, como sabemos, la inacción es también una forma de política pública. Dejar que sigan aumentando las personas que mueren esperando cama es una forma de reducción del Estado de Bienestar (welfare state retrenchment en inglés), donde por inacción el alcance de la protección social va disminuyendo gradualmente.
Respecto de la hospitalización en pasillos y de cuánto esperan las personas para ser hospitalizados, tenemos datos del DEIS que muestran que el porcentaje de los casos que esperan más de 24 horas por una cama hospitalaria ha aumentado de alrededor de 7% a un 10% del total de casos que esperan ser hospitalizados. Esto no viene más que a confirmar la tremenda falta de camas en el sistema de salud chileno y más agudamente en el sector público en donde faltan más de 10.000 camas (agudas e intensivas). La situación anteriormente descrita es otro ejemplo de la reducción del Estado de Bienestar.
Por otra parte, es interesante notar que el fenómeno de esperas prolongadas para ser hospitalizados existe también en sistemas de salud como Estados Unidos o Canadá donde hay disponibles más camas por 100.000 habitantes que el promedio de la OECD. En estos lugares este fenómeno, identificado como access block, sigue siendo un dolor de cabeza para las unidades de emergencia hospitalaria.
[cita tipo=»destaque»]Las atenciones de urgencia han ido aumentando en el tiempo por lo que es esperable que las personas que mueren esperando cama también aumenten de no mediar intervenciones que mitiguen este fenómeno. Los fríos números, entonces, pueden interpretarse como que no estamos haciéndolo peor y, sin embargo, como sabemos, la inacción es también una forma de política pública. Dejar que sigan aumentando las personas que mueren esperando cama es una forma de reducción del Estado de Bienestar (welfare state retrenchment en inglés), donde por inacción el alcance de la protección social va disminuyendo gradualmente[/cita]
Volviendo al concepto de “colapso”, tradicionalmente se ha entendido éste como la situación en que las personas esperan largas horas para ser atendidas. Si bien este es un tema relevante, el asunto ha sido parcialmente abordado por la autoridad ministerial, la que implementó un sistema de triage o categorización por riesgo. Este sistema determina la prioridad para ser atendido y permite evitar las situaciones en que personas con patologías sin riesgo vital fueran atendidas antes que personas que se encontraban más graves. Aún no es posible saber con datos disponibles en el DEIS si se cumple con el estándar de que las personas que están más graves sean atendidas dentro de un determinado tiempo, sin embargo el funcionamiento de este sistema es bien valorado, en general, entre las personas que trabajan en los servicios de urgencia. Aunque no sea más que un indicio, el hecho de que ya no se reporten en la prensa casos de personas que murieron en la sala de espera da cuenta del éxito de esta medida.
Cabe hacer notar que el sistema de categorización, por diseño, no necesariamente mejoró el tiempo de espera en servicios de urgencia para los pacientes menos graves los que se espera sean resueltos en la Atención Primaria o en un SAPU. Esto podría solucionarse en algún grado con la reciente instalación de los SAR, SAPU de Alta Resolución.
En resumen, el colapso de las unidades de emergencia hospitalarias tiene muchas causas y por lo tanto muchas soluciones las que, además, deben ser diseñadas tomando en cuenta que estas unidades se encuentran inmersas en una Red Asistencial, la que interacciona de manera compleja con ellas.