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Los pro vida

Por: Soledad Errázuriz C, Fundación Voces Católicas


Señor Director:

En su columna “Los pro vida” Ignacio Moya busca deslegitimizar a los 1.369 médicos y estudiantes de medicina, que hace poco firmaron una declaración que entregaron en La Moneda, a propósito del aborto.

Primero señala que por “pro vida” podemos entender una multiplicidad de propósitos sociales, y que alguien que buscase llamarse como tal, debiese buscar todos los fines que el concepto puede abarcar. El verdadero “pro vida” sería un vegetariano, en contra de las guerras, el aborto, la autodefensa y en contra de la pena de muerte.

Segundo, determina que los “pro vida” serían argumentadores falaces, por cuanto partirían de una premisa cuestionable y concluirían de ello una verdad. “Desde el punto de vista de la lógico este es un grave error” nos dice Ignacio. Seguido a eso, indica que es un error de los “pro vida” confundir “persona” con “ser humano”. El autor explica que es posible que estemos ante un ser humano, pero no es claro que éste sea una persona.

Como tercer punto, se explica en palabras de Ignacio Moya, que quienes están en contra del aborto y son Cristianos, movilizarían su ímpetu anti aborto como una manera de redimirse, “una forma sencilla de demostrarse a sí mismos y al resto de que el mundo les preocupa, que la vida importa y que las injusticias se deben denunciar”, dice. Y suma que esto lo harían porque “defender fetos es más cómodo que defender mujeres”.

Entendiendo que Ignacio Moya es “pro razonamiento” y descontado el hecho de que su razonamiento nace de varios puntos cuestionables, y que como él nos enseña, eso no puede llevar a ninguna verdad, sumado a que la “lógica 101” que nos enseña Ignacio, señala que atacar al mensajero (los cristianos o los médicos pro vida) y no al mensaje (estar en contra del aborto), es una falacia, me gustaría buscar un punto de encuentro con su exposición e intentar explicar desde ahí, por qué algunos se llaman “pro vida” y por qué creen que el Estado debiese jugar un rol en ello, prohibiendo el aborto.

No es la cristiandad medieval, autoflagelante y redentora, que moviliza a las personas a estar contra el aborto. Si así lo ha entendido Ignacio es una lástima y probablemente tanto él, como muchos “pro vida”, tenemos la culpa. Quizás nos ha costado hacernos escuchar, o nos ha costado hacernos entender.

El punto que nos moviliza es justamente la duda que también tiene Ignacio, el hecho de que el feto sea posiblemente un “ser humano”. Porque aunque es propio de toda persona ser humano, y de todo ser humano ser feto, el punto para los “pro vida”, no es que el feto sea persona, si no justamente la posibilidad de que sea un “ser humano”. Porque no porque no sea “persona”, se puede terminar con su Ser.

Animales, territorios, medioambiente, minerales, y muchos otros “otros”, están resguardados en sur «ser» por el rol del Estado. Por lo que supongamos por un minuto que el feto no es “persona”, que no tiene los mismos derechos de la mujer, y supongamos que la madre está en una situación extrema, ya sea de las tres causales en discusión u otras de las miles de situaciones extremas que pueden vivir las mujeres en un embarazo, desde temas socio-económicos, sicológicos, etc. En estos casos, los “pro vida” consideramos que de la suma de esos factores, no se sigue despenalizar el aborto.

¿Por qué? Porque aunque el feto no tenga los mismos derechos de la madre, sí consideramos (legítimamente) que tiene al menos un derecho, el derecho a desarrollarse y nacer, por ser su «ser» humano. Estamos por tanto frente a una tensión de derechos. Y que estando este derecho a desarrollarse en tensión con los legítimos derechos de la madre, de hacer lo que le dé la gana o de llevar como considere mejor la situación extrema que vive, el Estado debe resguardar a la madre y resguardar el feto. Y por qué resguardar el feto, porque el nacimiento es justamente el espacio de “bien común” para los dos, al menos, mientras no esté en riesgo de vida la madre (caso ya protocolizado en nuestro país). Resguardar la vida del feto, apoyando el embarazo de la madre, es la mejor forma de responder a la tensión de derechos por parte del Estado.

Por eso somos “pro vida”.

Soledad Errázuriz C, Fundación Voces Católicas

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