Publicidad

La divulgación científica

Carlos Guzmán
Por : Carlos Guzmán Director ECO Liberal
Ver Más


Hace algunas semanas, un grupo multidisciplinario de la NASA descubrió un grupo de exoplanetas que bautizó con el nombre de Trappist-1, en homenaje a los monjes cerveceros belgas. Lo novedoso de este descubrimiento es que los planetas parecen tener condiciones muy similares a la Tierra. Si bien el descubrimiento de exoplanetas ya es un evento notable per se, el hecho de tener la potencialidad de albergar vida lo hace extraordinario; sin dudas, estamos frente a uno de los descubrimientos científicos más importantes de la década. Como si esto no fuese suficiente motivo para alegrarnos, en el descubrimiento se utilizó infraestructura astronómica instalada en Chile.

La noticia fue ampliamente cubierta por medios nacionales e internacionales y de acuerdo a un portal, cerca de 30.000 personas ingresaron a leer el artículo. Excepcional para una noticia científica, las que no suelen recibir la misma cobertura comparadas con otras de tipo político, policial o deportivo. Personalmente, una noticia contigua en la sección «más leídos» me produjo curiosidad. Esta noticia daba cuenta de una cierta reivindicación del descubrimiento por parte de Kenita Larraín, utilizando para ello la numerología. La nota llegó a tener cerca de 45.000 lecturas, casi 50% más que el hallazgo de la NASA.

Sin entrar en detallar lo que es la numerología y sus cuestionables métodos,  ¿A qué se debe que la nota involucrando a Kenita Larraín tuvo más visitas que el descubrimiento en sí?, ¿los chilenos preferimos la frivolidad antes que un descubrimiento científico?, ¿estamos poco preparados para dimensionar un descubrimiento astronómico?, ¿no nos interesa la ciencia tanto como debiese? Posibles respuestas a estas interrogantes pueden esbozarse a partir de «encuesta nacional de percepción social de la ciencia y tecnología en Chile», realizada el 2016 por el CONICYT para averiguar los hábitos de los chilenos sobre la ciencia y la tecnología.

Uno de los resultados más notables de esta encuesta que es que los chilenos percibimos y valoramos la ciencia de manera muy positiva. Esto se ve reflejado en que cerca del 80% de los encuestados asigna un alto prestigio a la actividad del científico, casi a la par de médicos e ingenieros. Además, una enorme mayoría (88%) percibe que quienes trabajan en ciencia lo hacen por vocación a la investigación, un porcentaje que quizás se vea aumentado debido a la visibilización de las precariedades en la carrera científica.

En el lado negativo, el 75% de los encuestados se siente «poco o nada» informado sobre ciencia y tecnología. Si bien es sabido que la ciencia no es un tema «tan popular» dentro de la contingencia, los mismos encuestados reconocen que la ciencia les causa menor interés que deportes, tecnología y delincuencia. Además, casi el 50% casi nunca lee las noticias en diarios o internet, que son los medios más frecuentados por los científicos para mostrar sus descubrimientos.

[cita tipo=»destaque»]Sin entrar en detallar lo que es la numerología y sus cuestionables métodos,  ¿A qué se debe que la nota involucrando a Kenita Larraín tuvo más visitas que el descubrimiento en sí?, ¿los chilenos preferimos la frivolidad antes que un descubrimiento científico?, ¿estamos poco preparados para dimensionar un descubrimiento astronómico?, ¿no nos interesa la ciencia tanto como debiese?[/cita]

Es lógico que antes de pretender asignar un grado de importancia a una noticia, nuestro interlocutor deba tener un conocimiento básico que le permita interpretarla. Sin embargo, el 50% de los encuestados manifiesta haber recibido una mala educación científica. Quizás estos explique porque aún, con toda la evidencia científica presente en este siglo, aún más del 50% cree en espíritus y milagros. Más increíblemente, el 44% de los encuestados afirma que el sonido viaja más rápido que la luz, lo que es una clara muestra de formación deficitaria.

Programas como EXPLORA han significado un gran avance, acercando las complejidades de la ciencia a la curiosidad de los adolescentes. Y es que la divulgación científica tiene una importancia que va más allá de las aulas. Por ejemplo, una adecuada educación científica puede tener efectos benévolos en nuestra democracia: una «ética» científica aprecia los espacio de deliberación, en contextos de tolerancia y respeto; el pensamiento crítico, el pilar sobre el cual se formulan hipótesis y se obtienen conclusiones, desprecia las soluciones simplistas o populistas; al estar sustentado en evidencia empírica y racional, mitos y creencias se mantienen en el plano personal y alejados de lo público; los grandes centros de investigación muestran que la ciencia valora la capacidad intelectual de su capital humano por sobre aspectos físicos, sociales o culturales.

Lo anterior es solo una arista que debiese abordar la política de la ciencia en Chile. Cualquiera sea el aporte del próximo ministerio de Ciencia y Tecnología, éste no debe circunscribirse al sector productivo o de mejoramiento de índices internacionales, sino también contemplar la extensión y acercamiento de quehacer científico en todas sus manifestaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias