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La NM, la DC y el FA: senderos que se bifurcan

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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En nuestro país, la unión del centro y la izquierda posibilitó una transición pacífica a la democracia y dio paso a un importante crecimiento económico, a significativos avances en la democratización del país, y en la lucha contra la pobreza.

Inmersos en una grave crisis de representación y de serios problemas de liderazgo político, los partidos de la Nueva Mayoría (NM) se encuentran en la situación más precaria desde la transición a la democracia. La coalición no logró asegurar una adecuada conducción política al Gobierno, agravada por la actitud prescindente de la Presidenta, y la débil capacidad de gestión política del Gabinete. Los obstáculos para que surgiese una sólida generación de recambio de las fuerzas políticas que constituyeron la antigua Concertación, abrió el camino para que, en algunos casos, la conducción fuera asumida por dirigentes políticos desprovistos de miradas políticas innovadoras y de proposiciones para enfrentar los nuevos desafíos, y que fueron cooptados desde las posiciones de poder en los sucesivos gobiernos y/o aparecidos sobre la base de las máquinas clientelísticas locales. En este contexto, no sorprende la casi nula incidencia de estos partidos en el mundo universitario, ni tampoco la creciente fuerza de la disidencia sindical.

Los acuerdos alcanzados para derrotar a la dictadura y que se proyectaron hacia gobiernos sucesivos por casi 20 años, erosionados, no han podido reconstruirse ante numerosos desafíos: demandas para profundizar la democracia; el imperativo de reducir la desigualdad social y la persistencia de un modelo económico y social que contradice tal objetivo (privatización de la educación, la salud, del sistema de pensiones; un sistema tributario regresivo; economía con dificultades para transitar desde la explotación básica de recursos naturales a una moderna economía del conocimiento y con sustentabilidad ambiental). Los desacuerdos en la NM y sus negativos efectos han sido patentes en el presente gobierno de la Presidenta Bachelet, y el profundo deterioro de los partidos políticos ha imposibilitado acordar un diagnóstico y menos aún, un proyecto programático para la campaña presidencial y parlamentaria venidera, dando lugar a tres candidaturas.

En razón de su larga alianza previa, podría pensarse que las tres fuerzas del centro y la izquierda convergerían en la segunda vuelta para evitar el triunfo de Sebastián Piñera. Pero lo cierto es que ello parece cada vez más difícil. Pese a que el centro y la izquierda virtualmente suman una cifra equivalente al 60% de los votos, lo más probable es que a partir del próximo año Chile sea gobernado por la derecha. Evitar tal escenario es difícil por la fuerza de las tendencias centrífugas que afectan a los tres sectores en disputa.

La crisis de la NM se muestra en su fuerte fragmentación: salidas masivas de militantes tanto por la izquierda como por el centro. “La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa” decía Marx en el 18 de Brumario. La Nueva Mayoría experimentó en la elección presidencial del 2013 y bajo el Gobierno de Michelle Bachelet los efectos de pretender fundar un Gobierno de cambios solo en la potencia electoral de la candidata.

En la actualidad, eso advierte en los riesgos que acarrearía cifrar la mayor competitividad de las candidaturas en sus logros en las encuestas, en desmedro de las ideas, la deliberación política, la capacidad de liderazgo y la experiencia política, particularmente en momentos críticos en el país y en la coyuntura internacional que hacen urgentes nuevas propuestas programáticas, reconstruir alianzas y coaliciones y rescatar las reformas (salud, laboral, educacional y de pensiones), con capacidad para encarar su gran complejidad técnica y política.

[cita tipo=»destaque»] En la actualidad, eso advierte en los riesgos que acarrearía cifrar la mayor competitividad de las candidaturas en sus logros en las encuestas, en desmedro de las ideas, la deliberación política, la capacidad de liderazgo y la experiencia política, particularmente en momentos críticos en el país y en la coyuntura internacional que hacen urgentes nuevas propuestas programáticas, reconstruir alianzas y coaliciones y rescatar las reformas (salud, laboral, educacional y de pensiones), con capacidad para encarar su gran complejidad técnica y política.[/cita]

Por ahora, la Democracia Cristiana ha decidido restarse al esfuerzo de construcción de una nueva coalición del centro y la izquierda, y prioriza reconstruir el rol protagónico que tuvo en el pasado. Sus militantes más conocidos critican el giro a la izquierda del actual Gobierno y la nueva Mayoría, asunto sobre el cual no levantaron la voz con más fuerza durante la pasada campaña presidencial, y no es justo culpar solo a la izquierda de la NM del presunto giro indicado, pues las contradicciones cruzaron de manera análoga a la propia DC. El intento de ¨huida al centro¨ puede representar una opción interesante para construir una identidad y una propuesta de cara al siglo XXI y el liderazgo de Carolina Goic representa sin duda una posibilidad importante. Pero la candidatura de Goic, por si sola, no va a resolver las profundas diferencias que cruzan al partido, entre sectores que crecientemente se sienten más cómodos con la centroderecha y multiplican sus actividades conjuntas, y los sectores que se han jugado por las diversas reformas que impulsó el Gobierno. Adicionalmente incide que sectores importantes de la DC se ven afectados por la incapacidad de reconocer la fuerza revitalizadora de la política de los movimientos sociales generados en los últimos años y de generar un diálogo con ellos.

Por su parte, el Frente Amplio (FA) ha priorizado constituirse como fuerza independiente y desplazar a la izquierda tradicional. Sus primeros pasos resultan auspiciosos. Aunque falta la confirmación del SERVEL, ha logrado juntar las firmas necesarias para realizar una primaria legal que ayudará a proyectarse como una fuerza nacional. Su candidata, de forma sorpresiva y rápida, ha logrado según la última encuesta de Adimark una intención de voto de 11%, apenas 8 puntos detrás de Guillier. El FA enfrenta la dificultad de explicitar sus propuestas de cambio y demostrar su viabilidad. Los pocos antecedentes programáticos acusan una aproximación excesivamente genérica a los temas de fondo y un esbozo de proyecto que no sugiere todavía una articulación política de las demandas de los diversos movimientos sociales. Por ejemplo, cuando se propone “otra forma de democracia” en que las decisiones de los chilenos sean “vinculantes”, se esboza una mirada reduccionista de lo político como espacio para establecimiento de acuerdos en el contexto de una comunidad política siempre contenciosa y cierto descuido de la dimensión representativa de la democracia. Del mismo modo, al plantear como objetivo una “economía democrática” el concepto es opaco, y parece olvidar las diversas modalidades y los múltiples fracasos que ha experimentado el esfuerzo por democratizar la economía capitalista y su veta autoritaria, ante las que habría que manifestarse. Aunque Jorge Sharp reconoce que no es posible constituirse en alternativa de Gobierno en forma solitaria, es evidente que sus formas de relacionarse con el resto del espectro del centro y la izquierda hace la convergencia prácticamente imposible.

Su lejanía respecto del espacio de lo político se traduce en que el objetivo máximo de su accionar se constituye en el principal adversario del avance sustantivo de sus ideas. Si bien los referentes políticos internacionales del FA han logrado importantes éxitos en la disputa con la izquierda tradicional, lo cierto es que los arranques izquierdistas de Alexis Tsipras se rindieron rápidamente frente a las presiones de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, y no ha logrado superar la crisis de Grecia. En España “Podemos”, si bien ha superado en votos al PSOE contribuyó decisivamente a extender el predominio del Partido Popular de Rajoy. En el caso de la “Francia Insumisa” de Mélenchon, dos tercios de sus militantes no creen que hay una diferencia entre Macron y ¨la Trump¨ francesa, Marine Le Pen. Finalmente su identificación con el “Chavismo” y su falta de crítica a un régimen que ha conducido cerca del abismo a Venezuela pone en cuestión su cabal comprensión del rol del liderazgo político en la viabilidad de la comunidad política.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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