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Inteligencia: el riesgo de la improvisación


El modelamiento de un Sistema Nacional de Inteligencia podría fracasar estrepitosamente, si se lo pretende incorporar como parte de un programa de campaña electoral. Una formulación de esa magnitud, inevitablemente tendrá un impacto enorme sobre la gestión de alto rango de la Seguridad Nacional.

Cuando se habla de ella, debe adicionarse la acción contra la delincuencia y el crimen organizado por sus características actuales, además de lo referido a la seguridad interior en su dimensión estatal y gubernamental. Una estructuración de esa magnitud no puede ofrecerse como una solución envasada que se alcanza no solo con una eficacia de laboratorio y muy rápidamente. Existe urgencia, sin duda, para acondicionar esta actividad, pero la acuciosidad, prolijidad y la máxima objetivación de las decisiones, lo son aún más, y ello, bajo ninguna circunstancia puede quedar atado al ritmo electoral.

Si los diseños de tal sistema son modelados mirando instrumentalmente cómo abatir las ofertas de los contrincantes electorales para ganar votos, habrá solo un estrepitoso fracaso y ningún avance serio o significativo.

El conjunto de las atribuciones, los campos de acción, las modalidades operacionales, el gran escenario del mundo, así como el personal y la gestión del relacionamiento inter institucional, son factores de alta complejidad, que deben ser abordados en la Inteligencia con análisis minuciosos y concebidos para desarrollarse en el largo plazo como un componente de Estado.

La gestión de inteligencia no es una actividad política menor. Es una de la máxima estatura. Se trata de que los estamentos decisionales del gobierno y el Estado, dispongan de visiones extensas y minuciosas de la realidad, para alcanzar decisiones relevantes en todos los planos de la gestión país. En todo caso, esa relevancia está determinada como una geometría compleja y variable de procesos en marcha, y muchas veces por consiguiente, como análisis y decisiones en proceso, y no producto de verdades absolutas o predeterminadas.

[cita tipo=»destaque»]El conjunto de las atribuciones, los campos de acción, las modalidades operacionales, el gran escenario del mundo, así como el personal y la gestión del relacionamiento inter institucional, son factores de alta complejidad, que deben ser abordados en la Inteligencia con análisis minuciosos y concebidos para desarrollarse en el largo plazo como un componente de Estado.[/cita]

Por lo mismo, parece temerario hacer propuestas sobre la actividad en el contexto de una campaña presidencial. Intentar relacionar el diseño nacional de inteligencia a una candidatura, es incluso más que temerario, es una irresponsabilidad. La inteligencia debe estar muy separada de la política pequeña, partidista y competitiva. Requiere altos rangos de análisis y planeamiento pensados como nación, como país, como Estado. La unidad política de la inteligencia es el Estado, no alguna de las corporaciones que lo componen.

Una actividad que debe proveer conocimiento profundo para la gestión gubernamental en todos los planos, que requiere una estructuración de alta jerarquía técnica, adecuada para interactuar con otros organismos similares en el mundo, provista de diseños prolijos que le permitan enfrentar diversos escenarios de poca o mucha complejidad, no puede, esa actividad, ser diseñada al interior del comando de una campaña presidencial. Convertirla en oferta seductora para captar apoyo electoral, resulta no solo patético sino de aficionados, risible e irresponsable.

La sustentabilidad así como la duración temporal de la conducción y gestión de inteligencia, si bien son de la política, son exigencias perentorias de Estado para su aplicabilidad y desarrollo. Fraccionar la actividad sometiéndola a la política partidista, le resta ambas características pues, como hemos visto, la neutralización del sistema decisional se ve constreñido y larvado, despojado de su potencialidad como soporte para la gestión gubernamental, debido a presiones de baja estatura enclavadas en intereses también pequeños.

La inteligencia requiere estructuras, recursos de variado tipo y personal capaz de responder a exigencias de alto nivel, por lo tanto, el reclutamiento, el entrenamiento y las misiones no pueden estar alejados de estos criterios de máxima excelencia.

Entonces ¿qué valoración se debe hacer de aquellos que abordan estos temas en el contexto de una elección? ¿Y que sitúan estas tareas difíciles como oferta de campaña?

Existe una ley que define el Sistema Nacional de Inteligencia, los organismos que lo integran,  y las normas procedimentales, reglamentos, modalidades. Escuchamos voces que demandan su modificación en busca de efectividad. ¿Qué efectividad?

Quizá la primera pregunta deba ser ¿modificar por qué y para qué? ¿Están fallando las estructuras, las normas, el diseño de misiones o, por el contrario el problema es el mando político del Estado que inocula la actividad de mala política y de funcionarios sin la estatura profesional para abordar el despliegue de Estado que el tema amerita? El tema se llama capacidad de gobierno y quizás sea el resultado negativo de la extrema tribalización corporativa de la política que el país vive en estos días.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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