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Un viaje a nuestro mar inescrutable: la Fosa de Atacama Opinión

Un viaje a nuestro mar inescrutable: la Fosa de Atacama

Osvaldo Ulloa
Por : Osvaldo Ulloa Académico de la Universidad de Concepción y Director del Instituto Milenio de Oceanografía
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Se ha abierto una gran puerta para la observación y el estudio directo del enigmático inframundo submarino frente a Chile -nuestra última frontera- para que también los ojos y las mentes curiosas de las nuevas generaciones puedan investigar y conocer, y sea también una fuente de inspiración para artistas, filósofos y escritores. Se abre también una gran oportunidad para el desarrollo tecnológico y la innovación basados en la ciencia oceánica. El gran desafío requerirá de un ingente esfuerzo nacional -público y privado- y de una nueva institucionalidad como el tan necesitado y urgente Ministerio de Ciencias. La invitación es a acompañarnos en esta odisea a nuestro mar inescrutable. Así, Audacia tendrá sucesores y no quedará como un hecho aislado o una oportunidad perdida.


 Hades es el oscuro inframundo al cual el mítico héroe griego Odiseo -Ulises para los romanos- pudo descender y regresar sano y salvo,  como pocos mortales o semidioses lo habían logrado. La zona hadal es el Hades de los oceanógrafos y corresponde a la región más profunda del océano, que va desde los 6.000 metros hasta las mayores profundidades bajo el nivel del mar, unos 11.000 metros. Su acceso y estudio es extremadamente difícil debido a las altísimas presiones, y por lo mismo –y no por falta de interés- esta zona ha permanecido prácticamente inexplorada. La zona hadal comprende a más de una veintena de fosas (o trincheras), la mayoría formando parte del Anillo de Fuego del Pacífico, donde la Tierra se traga parte de su corteza debido al hundimiento de un placa tectónica bajo otra, dando origen a cadenas montañosas como la Cordillera de los Andes y a una intensa actividad sísmica y volcánica.

Como en el poema épico de Homero, a este mundo de tinieblas sólo tres seres humanos han llegado y regresado para contarlo; esta cifra contrasta marcadamente con los doce astronautas que a la fecha han pisado la Luna. En 1960 los acuanautas Jacques Piccard y John Walsh descendieron a más de 10.900 metros en el batiscafo Trieste al Abismo Challenger en la Fosa de las Marianas en el Océano Pacífico Noreste frente a la isla de Guam, el punto más profundo de la superficie de nuestro planeta, más de dos mil por sobre el Monte Everest que tiene 8.848 metros de altura. Sin embargo, Piccard y Walsh sólo pudieron permanecer unos veinte minutos en el fondo del mar antes de comenzar el ascenso hacia la superficie debido a una fractura en la ventana de plexiglás del sumergible. Tuvieron que pasar más de cincuenta años para que el director cinematográfico James Cameron –el de películas famosas como Titanic y Avatar- volviera a descender el año 2012 al Abismo Challenger y se transformara en el tercer ser humano en observar una fosa oceánica  y el primero en hacerlo en solitario. Las altísimas presiones también le generaron más de un problema, impidiendo -por ejemplo- el adecuado funcionamiento del brazo robótico de su submarino. Lo caro, inseguro y poco productivo científicamente de las misiones tripuladas han llevado a que la exploración e investigación de las zonas hadales en los últimos años, y en el futuro cercano, se basen en sumergibles autónomos no tripulados.

Frente a nuestras costas se encuentra la Fosa de Atacama, la más extensa del planeta, con una profundidad máxima estimada por sonar de 8.065 metros -siendo la décima más profunda.  En 1997 una expedición internacional a bordo del buque oceanográfico de la Armada de Chile Vidal Gormaz estudió la fauna y sedimentos del fondo de esta fosa.  Este trabajo pionero se realizó bajo un convenio marco entre la Universidad de Génova y la Universidad de Valparaíso y en él participaron varios investigadores chilenos. Tanto el financiamiento de la expedición como el principal instrumental utilizado fueron aportados por Italia, en particular las trampas para colectar organismos, el sacatestigos de sedimentos y los 11 kilómetros de cuerda con que estos instrumentos fueron desplegados desde el buque hasta el fondo. Tras este esfuerzo titánico –en que las trampas y el sacatestigos fueron operados en ocasiones literalmente a mano-  se logró por primera vez recolectar muestras desde un punto en la fosa, a los 7.763 metros de profundidad.

Tuvieron que pasar más de 20 años para intentar acceder nuevamente a este oscuro, frio y extremo lugar de nuestro territorio, esta vez con el apoyo de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), de la Iniciativa Científica Milenio (ICM) y de particulares. La expedición Atacamex a bordo del moderno buque científico chileno Cabo de Hornos -que reemplazó al Vidal Gormaz- acaba de terminar. Fue organizada y llevada a cabo por investigadores nacionales de varias instituciones agrupados en el Instituto Milenio de Oceanografía, centro de excelencia dedicado al estudio del mar abierto y profundo con sede en la Universidad de Concepción. Para la expedición se utilizó un moderno vehículo de océano profundo diseñado y construido específicamente para la ocasión por el ingeniero Kevin Hardy, quien trabajó con Cameron en la expedición a las Marianas y fue parte de Atacamex. El lander, como también se le conoce en inglés por su semejanza con las cápsulas espaciales que se han posado sobre la Luna, se despliega sin ataduras a la embarcación, desciende hasta el fondo del mar en caída libre por gravedad y regresa a la superficie por boyantes positiva cuando -mediante una señal acústica enviada desde el buque o un comando interno previamente programado en el temporizador- se libera el lastre que lleva. En sus tres inmersiones, el lander bautizado como Audacia logró posarse sobre el fondo de la fosa hasta una profundidad máxima de 8.081 metros, y colectar organismos, muestras de agua, e imágenes del fondo. Problemas con el sistema acústico de comunicación, las baterías y la cámara debieron superarse sobre la marcha: ¡Las altísimas presiones lo hacían otra vez!

Se ha abierto una gran puerta para la observación y el estudio directo del enigmático inframundo submarino frente a Chile -nuestra última frontera- para que también los ojos y las mentes curiosas de las nuevas generaciones puedan investigar y conocer, y sea también una fuente de inspiración para artistas, filósofos y escritores. Se abre también una gran oportunidad para el desarrollo tecnológico y la innovación basados en la ciencia oceánica. El gran desafío requerirá de un ingente esfuerzo nacional -público y privado- y de una nueva institucionalidad como el tan necesitado y urgente Ministerio de Ciencias. La invitación es a acompañarnos en esta odisea a nuestro mar inescrutable. Así, Audacia tendrá sucesores y no quedará como un hecho aislado o una oportunidad perdida.

 

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