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Aporofobia: el miedo a la pobreza

Por: Letizia Fabbri


Señor Director:

Aporofobia no es solo la palabra ganadora del año 2017 para Fundéu BBVA, sino mucho más. Es una palabra que tenemos que recordar desde 2017 en adelante, porque nos hace reflexionar sobre la sociedad materialista y apática en la cual vivimos hoy en día. Cada vez que encontramos a lo largo de nuestro camino a una persona pobre, ya sea un mendigo o un sin hogar, tenemos el deber de plantearnos esta pregunta: ¿soy aporofobo? Si la respuesta es no, tenemos que buscar el significado de la palabra aporofobia y solo después podemos volver a plantearnos la misma pregunta. Según la Real Academia Española, aporofobia, (del griego áporos: “pobre”; y fobia: “temer”) significa tener miedo o aversión hacia las personas pobres o desfavorecidas. Sin embargo, en verdad, hay un significado más profundo, porque aporofobia no es únicamente el rechazo al pobre que todos conocemos. Las personas que han respondido con un “no” a la pregunta anterior seguramente piensan que aporofobia es solo cuando alguien aborrece a los pobres: por ejemplo, los insulta por la calle o quizas les quiere pegar e incluso matar, como trágicamente a veces pasa, porque en el mundo hay muchos delincuentes mezquinos e insensibles. En realidad, aporofobia es también cuando se les tienes medio a los pobres, porque son sucios y -por esta razón quizás- tienen enfermedades o porque al no tener dinero a lo mejor estas personas son criminales y pueden robarle a uno y hacerle daño en cualquier momento. La verdad es que todos somos un poco aporofobos. ¿Quién no ha tenido, al menos una vez, un pensamiento parecido al mencionado? Quien tiene por hogar la calle no representa a la sociedad en la que vivimos y, por eso, es percibido como “diverso” por la misma. Hoy en día, estamos obsesionados por la limpieza, el orden y el dinero. Por eso no se acepta a quien es distinto: entonces, la aporofobia y la xenofobia están estrechamente relacionadas. Queremos que todos sean como nosotros y, por esto, ver a un sin hogar mendigando nos causa miedo y nos molesta. Incluso cuando somos empáticos y sufrimos al ver lo que padecen estas personas seguimos portándonos como aporofobos, porque los prejuicios nos hacen seguir derecho por nuestro camino sin ayudarlos de alguna manera, ya sea con un trozo de pan o con alguna limosna. Para concluir, me gustaría que esta palabra se convirtiera en una palabra cotidiana para todos, a fin de que en el mundo hubiera más amor y menos odio.

Letizia Fabbri

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