Señor Director:
Nunca es tarde para agregar o replantear ciertos detalles sobre temáticas que llevan un tiempo en las mesas de “diálogo/discusión/riñas verbales» de nuestros hogares, instituciones y/o agenda política.
Mi pregunta es la siguiente: Si un médico debe respetar la posición y creencias de su paciente, tomando el caso de Testigos de Jehová que se niegan a que se les aplique transfusiones de sangre ¿Por qué este tipo de posturas que atentan contra la vida del paciente no son aplicadas de manera análoga a la objeción de conciencia sobre el aborto?
Las prácticas en el área de salud se ejercen bajo una lógica doble estándar que apela a las dimensiones ideológicas, laborales y sociales de los profesionales de la salud en nuestro país. Las implicancias de este tipo de situaciones son sino incómodas, displacenteras y preocupantes, son también obstaculizadoras de la labor médica para “velar por el bienestar y dignidad del paciente”.
Sin embargo, al referirme a esto último entre comillas surge otra pregunta ¿Qué es lo que considera realmente el propio paciente como bienestar y dignidad para su persona? El plano somático del ser humano no es suficiente para abarcar la pregunta. Contextualizar y comprender la psiquis del paciente es pertinente para abarcar este tipo de problemáticas.
Un Testigo de Jehová se niega a una transfusión, lo cual podría poner en peligro su vida, pero mientras este acto respete su religión y le permita seguir siendo partícipe de su comunidad donde se siente conforme y estabilizado, para él, está bien. Y esto no solo sucede en este tipo casos ¿qué sucede con negarse a las vacunas, al consumo de fármacos que son esenciales para el control enfermedades, a recibir información relevante de una enfermedad crónica que se está desarrollando en el individuo que la porta? Situaciones que posicionan al profesional de la salud en un lugar muy angustiante para su labor profesional que podría llamarse la “zona de conocimiento aislado” donde son conscientes de los procedimientos que deben efectuarse, pero no pueden llevarlos a la práctica en estas situaciones, pero esto no se trata de víctimas y victimarios, médicos con malas prácticas hay, más de los que uno quisiera.
Es irónico, respeto la decisión de negarse a una transfusión de sangre, pero me niego a aplicar un aborto (que incluso cumple con los criterios estipulados) porque va en contra de mis creencias. Respeto la decisión de negarse a las vacunas, pero me niego la aplicación de eutanasia médica como una muerte digna porque considero que es solo un eufemismo para fomentar el derecho a matarse. Entonces… ¿Por qué? ¿No son situaciones equiparables? Algunos dirán: no, ya que en el aborto se involucra la vida de un ser vivo en desarrollo y en la eutanasia la vida de un ser humano enfermo que puede continuar con su vida, en los otros casos no. Yo digo: sí, lo son, son ámbitos clínicos muy distintos, pero en todos se pone en juego la vida de alguien, por lo tanto, no considero que sea un argumento válido. Quien no se tomara sus fármacos, que no quiera tratarse, que no tenga una disposición a aplicarse procedimientos médicos, estos puntos son partes fundamentales que conforman un todo en la salud del paciente y que afectan su esfera social y psicológica, al igual que el aborto y eutanasia.
¿Es entonces esta consideración del ser humano en su dignidad y autonomía la que ha obligado a reconsiderar los criterios de la limitación de los tratamientos? ¿O es la labor de los profesionales que se ven ensimismados en un doble estándar ideológico? Esto es útil para repensar hasta que punto las creencias de nuestros colectivos y nosotros como individuos son pertinentes para su consideración en la salud y, que los profesionales de la salud se reformulen, replanteen y adopten una postura crítica respecto a sus propias ideas y prácticas evaluando ¿Qué es realmente adecuado y ético en su ejercicio laboral?
Solo espero que esta batería de preguntas que han sido planteadas en el relato no sean consideradas solamente preguntas retóricas.
David Barboza Ancoma,
Estudiante de Psicología, Universidad Diego Portales