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Construir un país próspero y justo al alcance de los niños

Por: Matías Reeves


Señor Director:

Soy de la generación que no creció en dictadura, sino en democracia, por lo que este nivel de violencia, descontrol y soberbia no lo había vivido. Múltiples diagnósticos y reacciones han surgido estos días, pero cuesta distinguir una salida entre tanta violencia mediática y falta de liderazgos. La paranoia colectiva y la incertidumbre del futuro han sido alimentadas por las imágenes que propagan el terror y las descontroladas e irresponsables palabras que con facilidad circulan. Mantener la calma, llamar a la paz social y dar certeza de un porvenir distinto no es muestra de debilidad, sino señal de lucidez, humanidad y altura de mira. Cuánta razón tenía Gabriela Mistral al declarar “la humanidad es todavía algo que hay que humanizar”. Aunque se nos recuerde brillantemente en el frontis del GAM todos los días, pareciera ser invisible.

Hoy es urgente sentarnos a conversar sin condiciones. Eso vendrá después. Hoy debemos ser capaces de un diálogo honesto y libre donde se demuestre que los adultos sí tenemos las capacidades de conducir nuestras sociedades, en especial en períodos de crisis como esta. El código cultural político ha olvidado esta primera responsabilidad de conducción, por lo que parte sustancial de la salida debiese ser cambiar la lógica del empate y buscar un tono conversacional que cambie la agresividad y desconfianzas por la mirada de Estado, responsabilidad y esperanza. Para lograrlo, es necesario, por un lado, aceptar que el vértigo de las nuevas vías de comunicación complejiza el razonamiento y, en consecuencia, la urgencia de transmitir a las personas tranquilidad e información certera. Y, por otro lado, que la institucionalidad actual no ha sido capaz de canalizar adecuadamente las demandas sociales y de participación que a gritos se exigen estos días.

Para ser capaces de “construir un país próspero y justo al alcance de los niños”, como bellamente lo expresara Gabriel García Márquez en 1994 -—pocos años después del proceso constituyente de Colombia— es necesario que “la educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma”. Ante esto, requerimos reconstruir confianzas entre nosotros mismos. A esto están llamados los partidos políticos, por supuesto, pero, igual o más importante, los representantes de la sociedad civil, la academia, las organizaciones comunitarias y sindicales, y las empresas.

Creímos ser conscientes de nuestras dolencias —muchos las han repetido incansablemente— pero hemos sido sordos a la hora de comunicarnos genuinamente para encontrar soluciones. Se ha construido una sociedad que margina territorialmente, segrega educacionalmente y discrimina a quien se sale de la norma. Más de lo mismo esta vez no sirve. Urge entonces un nuevo pacto social que nos convoque en un tono conciliador y propositivo, garantizando el ejercicio mínimo de los derechos humanos. Urgen también gestos de grandeza para retomar el diálogo inmediatamente. Más empatía, seriedad y transparencia.

Es urgente que la crisis de convivencia social actual se acabe cuanto antes y no sigan pasando los días sin ver medidas claras de cambios políticos profundos, apertura al diálogo y hechos concretos que llamen a la paz y la no violencia. El camino no es fácil ni corto, pero son miles, millones, los dispuestos a participar activamente en la reconstrucción de nuestro código social que nos regrese la vida en comunidad, con la convicción intacta de que se saldrá fortalecido de este angustiante momento de nuestra historia, que sólo nos trae los peores recuerdos. Esta vez no hay margen de error.

Matías Reeves

Presidente del Directorio de Educación 2020

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