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¿Qué pasó con la Educación Financiera?

Por: Carlos Montoya Ramos


Señor Director:

El estallido social que detonó el 18 de octubre, puede explicarse como la consecuencia de un sistema económico que se sustenta en el consumo desmedido, apalancado en un endeudamiento creciente y descontrolado. Esta nociva dinámica, sumada a la mercantilización de servicios que deberían ser responsabilidad del Estado, como la educación, salud y las pensiones, configuran la ecuación perfecta que explica la desigualdad económica, social y cultural que afecta a millones de chilenos.

En este escenario, promover y fomentar la educación financiera, entendiéndola como el conjunto de herramientas, conocimientos, prácticas y actitudes, que permiten a los usuarios y consumidores realizar el uso más eficiente de su dinero, contribuiría a hacer evidente la trampa consumista que promueve el mercado.

Sin embargo, parece que para la administración actual, la educación financiera desapareció.

Desde 2018 que Chile cuenta con una Estrategia Nacional de Educación Financiera, un documento que declara los objetivos de la política, sus públicos, las más de 20 instituciones públicas, privadas y de la sociedad civil participantes, las acciones a desarrollar y las metodologías a utilizar para su evaluación.

No obstante, la página web de la Comisión Asesora para la Inclusión Financiera (www.inclusionfinanciera.cl), desde donde se podía descargar el documento, lleva meses inactiva. Es más, la comisión liderada por el Ministerio de Hacienda, llevó a cabo en noviembre sus reuniones anuales, al menos en 2017 y 2018, cumpliendo con el mandato legal exigido por el Decreto Presidencial 954 de 2014. Pero en 2019, hasta este momento, no hay señales de que se llevara a cabo dicha reunión.

¿Cómo podemos interpretar esta inacción? La educación financiera no es prioridad para este gobierno. Y aunque algunos podrían destacar los esfuerzos realizados en esta materia por organismos como el SERNAC, el Banco Central y la Comisión para el Mercado Financiero, hay que reconocer que éstos provienen desde administraciones anteriores.

Finalmente, solo podemos esperar a que desde la esfera pública se le vuelva a dar importancia a la educación financiera, ya que solo una Política de Estado sólida, consistente e imparcial, podría contribuir a derribar la nociva ilusión de complacencia que causa el consumismo de hoy.

 

Carlos Montoya Ramos

Máster en Comunicación, Especialista en Educación Financiera

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