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Síndrome del convencional constituyente Opinión Crédito: Archivo

Síndrome del convencional constituyente

Francisco Orrego
Por : Francisco Orrego Abogado, académico, ex subsecretario de Minería (2012-2014), ex presidente del directorio de TVN (2018-2019) y ex director de Enami.
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Jaime Bassa, un joven constitucionalista, que hoy ocupa la vicepresidencia de la Convención, encarna, quizás, todos los síntomas de esta nueva clase política. “Saltarse las reglas del juego, a nombre del pueblo”, parece ser su consigna. Pero como contrapunto, encontramos el ejemplo de un convencional que encarna el espíritu republicano y sereno que esperamos predomine en la Convención: Agustín Squella.  


A escasas semanas de la instalación de la Convención Constitucional, y mientras todo el país espera que se de inicio al trabajo constituyente, se empieza a perfilar la incubación de un nuevo síndrome entre los convencionales constituyentes. A la desorganización y polarización inicial, se suman los llamados para generar espacios de diálogo, respeto y confianza, frente a la evidente amenaza que implica la deslegitimación de la instancia constituyente. La respuesta de los convencionales hasta ahora ha sido lenta, tibia y ambigua. Ante la indiferencia de la gran mayoría de sus integrantes, el cronómetro está corriendo en contra de la Convención.

En esta columna exploraré este síndrome a través del perfil de dos de sus convencionales.

Comenzaré por quien encarna, quizás, todos los síntomas de esta nueva clase política: Jaime Bassa, un joven constitucionalista, que hoy ocupa la vicepresidencia de la Convención. Aunque muchos de sus compañeros se autoproclamaron como independientes, rápidamente se empaparon de las malas prácticas de sus colegas parlamentarios. “Saltarse las reglas del juego, a nombre del pueblo”, parece ser su consigna.

Todo lo que se presagió durante la campaña, se ha cumplido rigurosamente. Expandir de facto la tarea encomendada por la Constitución Política, a saber, redactar un borrador de una nueva Constitución, para incursionar en asuntos o materias que no son de incumbencia; rebajar el quórum de dos tercios para la aprobación de todas las materias propias de la instancia, para atropellar a las minorías; ampliar la mesa, mediante la creación de nuevas vicepresidencias; aumentar el presupuesto de la Convención para otorgarse privilegios que ningún otro chileno tiene; no conceder la palabra en los debates; entre otras. Y nada ni nadie los puede detener, porque nuestros políticos crearon un “monstruo”, donde prima el ánimo refundacional y revanchista, por sobre el espíritu republicano.

[cita tipo=»destaque»]Para alguien con espíritu republicano como Squella, la institucionalidad debe respetarse. Por ello, aunque no comparta muchas de sus propuestas, si tuviera que elegir entre ambas variantes del síndrome del convencional constitucional, me inclino decididamente por la variante Squella.[/cita]

Como contrapunto, encontramos el ejemplo de un convencional que encarna este espíritu republicano y sereno que esperamos predomine en la Convención: Agustín Squella, desacatado jurista, académico y premio nacional. Al igual que su joven colega, representa a Valparaíso, pero a diferencia de aquél, Squella no sólo se abstuvo de apoyar la declaración inconstitucional promovida por la mesa de la Convención para presionar por los indultos, sino que ha declarado que se está “empezando a sentir crecientemente solo”. A ello, se suma su advertencia de estar cometiéndose los mismos errores que en el Congreso, donde ha campeado el populismo, demagogia y el desborde constitucional. Su frustración de no haberse iniciado el trabajo para el cual fueron electos y su temor por los intentos refundacionales de muchos, es compartido por millones de chilenos. En este sentido, Squella no está sólo.

Aún ni siquiera se comienza el trabajo de redactar el reglamento interno sobre el cual descansará el andamiaje de la Convención y su vicepresidente ha advertido que demorará tres meses para instalarse y aprobar dicho reglamento. Mientras ello no ocurra, no hay organismo que supervise y fiscalice el cumplimiento del mandato de la Convención y la actuación de sus integrantes, lo que parece del todo incoherente con la obligación que tiene todo órgano del Estado de respetar la institucionalidad vigente.

Para alguien con espíritu republicano como Squella, la institucionalidad debe respetarse. Por ello, aunque no comparta muchas de sus propuestas, si tuviera que elegir entre ambas variantes del síndrome del convencional constitucional, me inclino decididamente por la variante Squella.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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