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Inmigración a Argentina, causa de su progreso Opinión

Inmigración a Argentina, causa de su progreso

Andrés Sanfuentes Vergara
Por : Andrés Sanfuentes Vergara Economista, académico. Presidente de BancoEstado entre el año 1990 y el año 2000.
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A fines del siglo XIX, Argentina era el país que había logrado el mayor progreso en América Latina y un ejemplo para los demás.

En 1914, su población alcanzaba a 8 millones de habitantes, de los cuales el 30% eran extranjeros, una composición  muy difícil de igualar y que lleva a buscar una explicación.

“Entre 1880 y los comienzos de la Primera Guerra Mundial la población se triplicó en Argentina y le economía se expandió nueve veces. En esos 34 años el PB nacional tomó impulso y creció a un promedio del 6 por ciento anual”, según Daniel Muchnik. Una de las explicaciones de este progreso se encuentra en la apertura del país a la inmigración extranjera, especialmente europea. El destino de los migrantes del período de preferencia se concentró en América del Norte, que se estima recibió más de la mitad principalmente desde Gran Bretaña e Irlanda hacia Estados Unidos, pero el destino también fue América Central y Sudamérica, sobre todo Argentina, donde se estima que en la época llegaron más de 7 millones de personas, aunque la mitad volvió a su país de origen con el tiempo.

Los motivos de la inmigración están en la mejoría esperada en el nivel de vida, especialmente desde los países más pobres de Europa, como eran Italia y España.

La llegada de extranjeros tuvo el rasgo común de la “llamada”, en el sentido que los primeros ya asentados, normalmente jefes de familia, impulsaban al traslado del resto de sus cercanos. La otra similitud con otros procesos es la importancia de las remesas, en que se enviaba parte de sus ingresos para financiar el sustento de sus conocidos que permanecían en su origen.

En la primera década del siglo XX la población extranjera alcanzaba en Argentina al 30%, mayor que el 15% de Estados Unidos, aunque más numerosa en este último.

Los inmigrantes entraban por los puertos, de manera que la mitad de los habitantes de Buenos Aires eran de origen foráneo y un tercio en Santa Fe, lo cual determinó el diseño de la red ferroviaria del país.

El gobierno estimuló tempranamente la llegada de europeos mediante la Constitución de 1853 y la Ley de Inmigración de 1876, que estableció una serie de estímulos como la subvención de los pasajes en barco, la recepción habitacional y los beneficios para la tenencia de tierras agrícolas donde esperaba que se instalaran, ya que el territorio se consideraba escasamente poblado, en especial como consecuencia de las guerras internas y el alejamiento de los aborígenes.

Los inmigrantes se concentraron en los italianos y españoles, en particular de origen gallego, aunque en su inicio fue importante la colonización suiza, danesa y de franceses vascos. También tuvo significación la llegada de judíos, ocurrida básicamente por las persecuciones en el imperio zarista y la era nazi, en que tuvo importancia el estamento marroquí por su facilidad de hablar español, lo que facilitó su integración. A mediados del siglo pasado se estimaba que dos tercios estaban radicados en trabajos agropecuarios.

A pesar de las intenciones de los sucesivos gobiernos, no tuvo el éxito esperado el objetivo de radicar en el campo a los inmigrantes, por varias causas, entre ellas, la falta de continuidad de los estímulos y la excesiva burocracia del aparato público. Pero lo más importante fue el estímulo que ofrecía la ciudad, lo cual llevó a un acelerado proceso de emigración interna en la búsqueda de mejorar el nivel de bienestar personal y familiar, tal como ocurre en todos los procesos de desarrollo, especialmente en Latinoamérica.

Parte del progreso del país estuvo en la innovación del sector agropecuario, en que los “colonos” impulsaron la mejoría de la productividad del sector y la diversificación lograda un su mecanización, a lo cual se agregó el desarrollo del cooperativismo en la actividad, la rotación de los cultivos, el uso progresivo de maquinarias, la introducción de nuevos consumos alimenticios y la orientación a las exportaciones de su producción especializada.

Esos avances se detuvieron por muchas razones, entre ellas, la detención del proceso migratorio y la falta de inserción a la economía mundial, con lo cual no se incorporó al país a los rápidos avances de la tecnología. Otras razones han sido el aislamiento del comercio mundial y la inestabilidad política asociada a la debilidad del Estado como conductor de la sociedad.

La actual inmigración hacia Argentina muestra un cambio radical en su composición, pues hoy está concentrada desde los países más cercanos y, por lo tanto, con menores niveles educacionales y de formación técnica. A ello se suma un aumento del rechazo a los nuevos inmigrantes, lo que lleva a las dificultades para su integración.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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