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Por: Thiare Rosales


Señor Director: 

En el mes de la mujer me parece importante destacar el poder femenino que existe en el mundo carcelario. Más allá de las estadísticas que muestran que son 12.488 mujeres las que, actualmente, cumplen algún tipo de condena (Genchi, 2022); es la presencia de ellas en las cárceles de hombres lo que llama la atención.

A diario se observan largas filas para entregar encomiendas a sus familiares privados de libertad: bolsas con enceres de higiene básico, comidas caseras, dinero esforzado y ropa limpia. En su mayoría son mujeres que llegan de madrugada.

Entre ellas se ve hermandad pura y dura, se aprecia la empatía, dedicación y resiliencia. Se siente la fortaleza interna cuando las revisan para poder entrar a sus visitas y se palpa en el aire el poder colectivo y la sororidad de compartir una causa.

Pese a la discriminación y al juicio público por estar ahí, no pierden la esperanza  con quienes, para muchos, son “lo peor” de la sociedad. Madres, esposas, hijas, hermanas, sobrinas, amigas y parejas, todos los vínculos que existen, encuentran otro sentido en una comunidad de la que poco se habla. Estas mujeres, señor director, son aguerridas y constantes, mostrando lo mejor de la humanidad: el amor por el caído, el perdón al infractor, la benevolencia hacia el enemigo. Son pilares de esperanza y la clave en el proceso de reinserción. Lo vemos a diario en Paternitas: Mujeres con constancia y entereza, el vínculo principal del que está cumpliendo condena, la fuerza que necesitan para terminar con su proceso. Ellas no los abandonan. Con ellas presentes, todo ha sido posible.

Thiare Rosales,

tutora psicosocial Fundación Paternitas.

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