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Escucharnos para entendernos mejor Opinión

Escucharnos para entendernos mejor


Nuestro país está viviendo semanas fundamentales de propuestas, definiciones y debates en torno al Chile que queremos forjar en las próximas décadas.

Sin embargo, muchos somos testigos de cómo esta enorme oportunidad de intercambio de opiniones, de ponernos en el lugar del otro, entender sus necesidades y empatizar, está dando paso a actitudes negativas como la violencia verbal, la descalificación de quiénes piensan distinto, la mentira y la profileración de las fake news, actos que terminar por entorpecer y ensuciar un proceso que ante todo promueve el diálogo y la participación ciudadana.

Políticamente en Chile estamos experimentando un proceso histórico que también han realizado otros países del mundo con diferentes resultados, pero todos con un objetivo común: entregar una mejor calidad de vida a sus habitantes y promover el crecimiento del que tanto se habla ahora, no sólo económico, sino también social y medioambiental. Porque no sirve de nada tener los mejores planes macroeconómicos, si no cuidamos el entorno donde queremos llevar a cabo esos objetivos, ni nos preocupamos del bienestar de las personas que serán las ejecutoras de esas transformaciones.

Esa misma mirada integral es la que me gustaría llevar al terreno de las discusiones que se están realizando hoy. Debatir y argumentar está muy bien, nos permite ampliar el conocimiento, investigar, darnos cuenta de que las creencias generalizadas en realidad no son tan ciertas y también nos hace cuestionarnos a nosotros mismos. Un buen debate permite exponer una postura y escuchar la del otro, siempre en un marco de respeto. La apertura mental que se crea nos facilita también comprender la realidad de grupos que no tienen voz, pero igualmente forman parte del conjunto.

Por eso creo que es importante que, más allá de la coyuntura, aprendamos a desarrollar en todo ámbito diálogos más amorosos y fraternos que nos permitan avanzar. Como cualquier actividad deportiva o musical, esta es una habilidad que puede desarrollarse con la práctica constante. Los emprendedores lo sabemos de sobra. La nueva era nos ha llevado de tener que desarrollar emprendimientos que tengan en su génesis una relación amorosa con el entorno en el que están insertos y la relación entre sus miembros al interior: transformando las dinámicas, generando instancias de participación y promoviendo formas de relacionamiento entre sus colaboradores que la lleve a convertirse en empresas amorosas.

En este nuevo mundo que queremos crear, ya no es mejor quien busca convencer desde una posición de autoridad o poder, sino quien potencia a los demás a que actúen, participen, usen las herramientas disponibles y desarrollen talentos que tenían escondidos. Me gusta pensar en los países, las empresas y las comunidades como una estructura de pirámide invertida, donde antes eran los líderes quienes estaban arriba, pero hoy son los soportes que dan el apoyo para que todos los integrantes puedan ser parte activa de la matriz.

Vivimos en comunidad y por eso, las diferencias entre las personas pueden ser el mejor atributo para la creación y la colaboración. En este sentido, creo fielmente que, quienes primero y más rápido lo comprendan y pongan en práctica, no sólo estarán marcando pauta y entendiendo las necesidades de construir desde esa base, sino que también estarán generando nuevas formas de relacionarse acordes a los nuevos tiempos. Así, si es el mundo privado el que está más preparado para avanzar en este camino y liderar este proceso, no debemos dudar en transitar en él.

Sé que tenemos mucho por aprender para que esto sea una realidad generalizada, pero desde ya podemos comenzar con lo más básico, escucharnos y cuidar los detalles en las relaciones con los demás. No echemos a perder esta gran oportunidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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