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¿Una sociedad o una elite polarizada? Opinión

¿Una sociedad o una elite polarizada?

Salvador Ruiz-Tagle
Por : Salvador Ruiz-Tagle Investigador del Observatorio de Historia Reciente de América Latina y Chile UDP.
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El mal diagnóstico que han dado políticos de nuestro país sobre esta supuesta polarización no es más que un reflejo de dos fuentes en las que se expresan estas posturas: medios de comunicación y redes sociales. Es innegable la obligación que tienen los medios de exhibir las distintas posturas de las elites, sin embargo, también es indiscutible los revuelos mediáticos que han generado para obtener mayor rating, donde no solo se exponen mentiras y verdades a medias, sino que agravan la situación de la elite, una en que sus facciones no buscan acuerdos, sino frivolizar e ironizar la postura contraria. Es fundamental señalar que la elite política, la que sostiene el poder, no es la única polarizada, la intelectual desde hace años que sufre también de lo mismo. Para estas elites se experimenta las lógicas de buenos y malos, mis verdades y sus mentiras. Aquellas dicotomías son base para la polarización, sin embargo, se necesitan líderes o grupos sólidos para movilizar y actualmente tenemos Amarillos sin identidad, Listas del Pueblo disgregadas y una Concertación sin líderes, todas polarizadas entre sí, pero sin generar un efecto en la población para definir nuestra sociedad como polarizada. 


Durante estos estridentes meses de campaña, acomodando el escenario para el plebiscito del 4 de septiembre, se ha presenciado una campaña dura desde las franjas y redes sociales, donde cabecillas del Apruebo y Rechazo acusan el uno al otro de estar generando una situación de crisis política y polarización en nuestro país. Ahí surge una duda relevante: ¿acaso estamos cayendo en un espiral de polarización política? la respuesta sencilla y sosa sería un “no”, sin embargo, tal vez haya que replantear la interrogante y preguntarse: ¿quiénes están cayendo en un espiral de polarización? -si es que no cayeron ya-. Aquí hay que señalar a un conjunto de personas que son la elite (económica, intelectual y política). Es cierto que aquel grupo ha sido criticado fuertemente estos últimos años, pero sus acciones tanto en la Convención Constituyente como también en el debate público han alimentado esos juicios, desde Teresa Marinovic, renegando ser parte de la elite política, a La Lista del Pueblo, llegando a tomar un puesto de poder y trabajar solamente desde la épica.

[cita tipo=»destaque»]La experiencia internacional es incomparable con la de nuestro país, no por ser nosotros una excepción, sino porque distintas naciones han tomado senderos distintos.[/cita]

Entonces, ¿por qué la sociedad chilena no es la polarizada, sino las elites de nuestro país? esto debe responderse con la evidencia histórica nacional y de otros territorios que han estado experimentando esta situación. El ápice de la polarización en Chile tuvo lugar tanto en los últimos meses de la UP como en el plebiscito de 1988, pues luego de aquellos procesos la política fue un tema disidente en la mesa de los chilenos. La politización en Chile ha sido un proceso que se ha estado gestando los últimos años, desde el freno abrupto durante la dictadura y transición hasta el 2011, este fenómeno apareció de manera exponencial a partir de las marchas estudiantiles a inicio de la última década, las manifestaciones feministas y ya en el estallido social de 2019. Pero ¿politización y movimiento social es equivalente a una polarización como tal? evidentemente no. Al buscar respuestas institucionales a los conflictos, las elites son las que terminan diseñando la hoja de ruta de las transformaciones, esto justificado desde la representatividad. Ahora, la politización en Chile no es una que resalte, más allá de las performances en los movimientos feministas y la violencia del 2019, sino que tenemos una tradición más apegada a la representación institucional para reformar y desde ahí generar cambios. Por ello, cada facción dentro de la elite política termina buscando implementar su proyecto basado en su ideología, apuntando a la contraria como incorrecta y falaz.

La experiencia internacional es incomparable con la de nuestro país, no por ser nosotros una excepción, sino porque distintas naciones han tomado senderos distintos. La polarización argentina, consecuencia del populismo y su permanente movilización social es un claro ejemplo, donde los rivales políticos son enemigos, terminando en persecuciones políticas y una polarización presente en las calles. Esto ha ocurrido también en Perú y Ecuador, donde se están experimentando, consecuencia de la débil institucionalidad, situaciones de polarización evidentes. Octubre de 2019 en Chile no es muestra de una polarización, sino de un estallido con diversas banderas contra la situación social y política del país, pero no un punto de irreconciliable divergencia, tanto así que el parlamento logró generar un acuerdo interpretando las demandas ciudadanas.

El mal diagnóstico que han dado políticos de nuestro país sobre esta supuesta polarización no es más que un reflejo de dos fuentes en las que se expresan estas posturas: medios de comunicación y redes sociales. Es innegable la obligación que tienen los medios de exhibir las distintas posturas de las elites, sin embargo, también es indiscutible los revuelos mediáticos que han generado para obtener mayor rating, donde no solo se exponen mentiras y verdades a medias, sino que agravan la situación de la elite, una en que sus facciones no buscan acuerdos, sino frivolizar e ironizar la postura contraria. Es fundamental señalar que la elite política, la que sostiene el poder, no es la única polarizada, la intelectual desde hace años que sufre también de lo mismo. Para estas elites se experimenta las lógicas de buenos y malos, mis verdades y sus mentiras. Aquellas dicotomías son base para la polarización, sin embargo, se necesitan líderes o grupos sólidos para movilizar y actualmente tenemos Amarillos sin identidad, Listas del Pueblo disgregadas y una Concertación sin líderes, todas polarizadas entre sí, pero sin generar un efecto en la población para definir nuestra sociedad como polarizada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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