Publicidad
Seguridad y delincuencia medidas urgentes: soluciones de fondo Opinión

Seguridad y delincuencia medidas urgentes: soluciones de fondo

Carlos Cortés Segovia
Por : Carlos Cortés Segovia Profesor de Historia.
Ver Más


El problema de la delincuencia y la violencia requiere, por una parte, de medidas urgentes que den respuesta a hechos de gran connotación pública que han sucedido en los últimos días y que se suman a los que acontecen cotidianamente y que parecen ir haciéndose algo normal en nuestro país.
Se genera un consenso en que las opciones relacionadas con la represión y el uso de la fuerza policial son recursos importantes para reducir la criminalidad que se manifiesta con un aumento de delitos violentos.
Como, en muchos problemas impactantes, uno ve que las instituciones se van acostumbrando a actuar sobre las consecuencias últimas y. pocas veces, sobre las causas que están a la base de ellos, aun cuando las ciencias sociales y, porque no decirlo, el sentido común, dan cuenta que, especialmente, en el caso de la delincuencia su generación es multicausal.
Hace un tiempo, la prensa ha publicado la historia de vida del delincuente que, supuestamente, disparó a una periodista, una secuencia de vida de calle, de informalidad, con una madre jefa de hogar vendedora ambulante, con entradas y salidas de programas del servicio de la niñez y de escuelas, en definitiva, con una socialización de calle, haciendo del delito una conducta habitual. Esta trayectoria vital, que es repetida en miles de casos, da cuenta del fracaso de programas que debieran proporcionar oportunidades de desarrollo a niños y niñas expuestos a factores de riesgo.
Muchos niños, muchas niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad están en establecimientos educacionales donde podrían tener posibilidades de construir un proyecto de vida que les conduzca a un desarrollo personal alejado de conductas disruptivas, sin embargo los esfuerzos de docentes y asistentes de la educación no siempre logran este objetivo porque hay limitantes que lo impiden.
Por una parte existe una sobreestigmatización de la niñez y juventudes disruptivas provenientes de sectores más carenciados lo que incide en el imaginario de algunos profesionales de la educación, que creen que haciendo uso de las sanciones y de la aplicación de reglamentos podrán tener buenos resultados con ellos y, desgraciadamente, el producto más previsible de esta estrategia será la expulsión del o la estudiante “problemática”. Lo más probable es que los y las profesionales que actúan en esta línea tengan debilidades en el manejo de herramientas para abordar este tipo de población y se necesita reforzar tanto en la formación inicial, como en la actualización de conocimientos, aspectos como educación emocional, realidad sicosocial y, sobretodo, cuando ya existen consumos problemáticos de sustancias, acceder a herramientas del Modelo Transteórico del Cambio (entrevista motivacional por ejemplo).
Por otro lado, junto a profesionales desesperanzados, existen algunos que tienen capacidad de acogida, que son proclives a involucrarse en las historias familiares de estos niños y niñas y ganarse el respeto como adultos significativos que a la vuelta de algunos años son reconocidos por jóvenes que han logrado un título profesional, se han afianzado en un oficio y han formado un grupo familiar, permeado por el afecto y valores que vivenciaron en el espacio escolar.
Creo que sería muy importante que las nuevas autoridades de Educación y que las de gobierno, preocupadas de la prevención del delito, considerarán las variables educacionales que pueden ayudar a cambiar el mal pronóstico que hoy se hace sobre parte de la población infanto juvenil y que, desde una mirada más sistémica, las instituciones formadoras de docentes, consideraran aspectos necesarios para actuar frente a la realidad que preocupa hoy.
Finalmente, aunque no suene políticamente correcto, creo que sin descuidar la preocupación por las víctimas de la violencia y el delito, hay que reforzar en nuestra sociedad una mirada de que estos niños, niñas y jóvenes son personas con derecho a tener sueños y a realizarlos y que no tengamos que leer o escuchar las palabras de una psicóloga que frente a la muerte de uno de sus estudiantes en un acto delictual, hace algunos años, decía “Sé que no hizo cosas buenas. Pero para mí no murió una lacra: murió mi alumno. El que yo tanto quería y con el tanto intentamos . . . Pero no pudimos. Fracasamos. Y tengo pena”.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias