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La estrategia poco republicana del candidato José Antonio Kast Opinión

La estrategia poco republicana del candidato José Antonio Kast

Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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En este contexto, el slogan “Te quiero Chile” no se diferencia en nada del “Alguien te ama” del tele-evangelismo estadounidense de los años 70 que se transmitía en la televisión nacional, ya que ese paternalismo querendón y ultrajante tiene rédito circunstancial y no funciona en otros escenarios


El candidato eterno José Antonio Kast nunca va a ser presidente de Chile porque como político no sabe jugar poker ni menos ajedrez. Ya lo demostró en la segunda vuelta electoral contra Boric con sus conductas erráticas y plano visual demasiado estrecho para ganar una presidencial. Ahora, lo está demostrando con el tercer proceso constituyente y el manejo de su gente en el Consejo Constitucional. Kast aún cree que gana en ambos escenarios y eso no es cierto en el marco de la crisis de legitimidad institucional sistémica que aún vive Chile.

Dicho de otra manera, Kast -con suerte- juega a la “payaya” y cree que si se quedan todas las piedrecitas en el dorsal de la mano ya ganó el juego. Él se cree bueno para la jugada del ocho Pinocho y la de la araña, pero en los hechos no pasa de la segunda jugada. Kast no sabe “recoger del suelo” por sí mismo y, dentro de las rarezas de la ciudadanía chilena, resulta no ser lo mismo votar por Kast que votar por un genérico “republicanos”. 

El error de Kast es creer que controla todas las variables en el juego de la política y eso lo delata como un planificador a la antigua, es decir, que elabora y desarrolla su plan, como si los demás actores del juego social y político no jugaran su propio juego o se quedarán sin juego o sin estrategias para el juego. La política de Kast es afectiva, pero no es dialógica. Juega al “Te quiero Chile” como si ese Chile se tratara de una unidad monolítica carente de afecto y, en los hechos, en el escenario actual, hay otras emociones circulando en la dinámica social chilena.

Si la presidencial es un proyecto de vida para Kast, enamorarse del proyecto es un error fatal para cualquier persona que se emboba con su imagen proyectada, ya que pierde sensibilidad con la dinámica en las que se envuelven los proyectos y su juego con la realidad social. En tal sentido, el problema de Kast es mayúsculo porque se trata de una tara a nivel limítrofe. Solo ve lo que quiere ver.  Así como no supo jugar la segunda vuelta presidencial contra Boric, tampoco está demostrando saber lanzar y recoger sus piedrecitas con el tercer proceso constituyente.

Kast argumenta que las enmiendas republicanas pueden mejorar la Constitución del 80, y que, para ello, es necesario derribar el anteproyecto de la Comisión Experta, ya que en uno de sus bordes o abismos define a Chile como un Estado social y democrático de derecho. El Dr. Miedo esgrime que el risco de los riesgos son los “derechos”, por eso se concentra en espantar con que el país iría en caída libre a un “activismo judicial” y a un “populismo legislativo”. Ese es el cuco de su propaganda y, en tal escenario, si es que las enmiendas republicanas no se aprueban, el candidato eterno, al igual que sus huestes republicanas llamarían a votar en contra del propio proceso que la ciudadanía los puso a cargo para elaborar una nueva Constitución para Chile.

La estrategia de Kast se cree o siente blindada en ambos escenarios, porque su definición populista cree atraparlo todo y eso en la vida política y dinámica ciudadana electoral no funciona. En primer lugar, porque no tienen mayoría en la actual composición del Congreso Nacional, donde, de ganar el voto “en contra” a la nueva propuesta de texto constitucional, son las actuales mayorías del poder legislativo las que definirán en forma y fondo qué hacer con la Constitución de 1980, sus reformas o cualquier definición fuera de la caja al respecto.  

Cabe recordar que con la votación en contra del texto que emane de este tercer proceso constituyente, quedan en libre circulación 3 propuestas de solución constitucional en oposición a la Constitución de 1980: la del proceso constituyente impulsado por Bachelet, la propuesta de texto de la Convención Constitucional y la propuesta que se dirime el 17 de diciembre de este año. En un escenario plebiscitario donde la ciudadanía vota por cualquiera de estas propuestas, Chile se queda con una nueva Constitución Política con quorum aceptables para sus reformas.

Raya para la suma, el poder constituido podría todavía tener la inteligencia de generar un escenario “ganar-ganar” para dirimir el problema constitucional, devolviéndole al pueblo la decisión constitucional para que elija entre los 3 textos constitucionales que reglamentadamente y con transparencia se han producido en Chile. Es decir, ya no estaríamos más en un escenario todo o nada, sino que sí o sí se asegura que Chile elige libre e informadamente para tener una nueva Constitución Política.  Solo basta ser un poco más inteligentes y policromáticos esta vez, para dejar de ver la realidad en blanco o negro, apruebo o rechazo, o bien, a favor o en contra.

En el encuadre “la Tierra es plana” y “tiene bordes” de las derechas, los abismos alimentan su política del miedo, donde Kast y sus huestes aparecen para hacer “nanai” a un país jodido, doliente y confuso que, a nivel de electores, quieren que alguien les diga que los quiere y que les de seguridad, pero, al mismo tiempo, necesitan esperanza y que se les diga la verdad sobre todo respecto de cómo viene la mano en este siglo XXI. Dicho en sencillo, la próximas elecciones las van a ganar quienes digan más la verdad e inspiren futuro y sostenibilidad, porque continuar con la pelea en el barro resbaladizo, en medio de borracheras políticas a punto del coma etílico, es un espectáculo de suma cero que aburre y la ciudadanía quiere volver a caminar hacia un horizonte.

En este contexto, el slogan “Te quiero Chile” no se diferencia en nada del “Alguien te ama” del tele-evangelismo estadounidense de los años 70  que se transmitía en la televisión nacional, ya que ese paternalismo querendón y ultrajante tiene rédito circunstancial y no funciona en otros escenarios. Lo de Kast ha sido astuto al apoderarse del concepto “republicanos”, lo mismo que  el de la derecha democristiana escindida que salió del closet vistiéndose de “demócratas”, pero esos slogans y esas estrategias no son inteligentes, porque no son capaces de vincular una cosa con otra, una escena con otra escena, ya que el chiste de las tres mentiras del chileno todos lo conocen por repetitivo, sobre todo el de la “pura puntita”.

Kast, sabe que en el imaginario electoral de Chile, los votantes se han inclinado por un general de mano dura, un primus inter pares, un hijo de, un padre autoritario, una madre cercana, un empresario rudo, y ahora por un sobrino ganoso. Entonces, porque no habría de funcionar el rol del “tío permanente”, buena onda, que apunta con el dedo a todo aquello que provoca temor y miedo en la población, para luego pasar por caja y cobrar dichas emociones en votación. 

Veamos cómo le va a Kast con su gira y sus giros. De Pinochet a Pinocho hay poco trecho como ya lo denunció una de los suyos, respecto de la mentira de dar por aprobada una enmienda que ni siquiera ha sido votada. ¿Cuánto le seguirá creciendo la nariz a Kast de aquí  hasta el plebiscito de salida? Está por verse si esa estrategia le sirve para poner un puente entre Valparaíso y la Isla de Pascua. Lo que le queda a la ciudadanía es resignificar el ser republicano y el ser demócrata en un país que aspira a perecerse, aunque sea un poquito a Los Jaivas, donde todos juntos vamos a vivir, sino, para qué la Tierra es tan redonda y una sola no más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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