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Algo que nos una Opinión

Algo que nos una

Francisco Obreque
Por : Francisco Obreque Psicólogo Magister en Gestión para la Globalización Master of Business Administration
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Estos Juegos, además de alegrarnos por los logros deportivos, nos llenan de orgullo por su alto nivel organizativo, por la gran participación y entusiasmo del público y porque nos permitieron sacar a la luz la cara más positiva de Santiago y de Chile entero, esa que muchas veces tendemos a olvidar.


Chile, sin saberlo, necesitaba imperiosamente los Juegos Panamericanos. En tiempos en donde la falta de diálogo, la polarización y la cada vez más baja tolerancia parecen haberse tomado cada ámbito de la interacción social, se fraguaba la necesidad imperiosa de algo que, al menos por algunas semanas, nos hiciera olvidar nuestras diferencias e hiciera posible que todos miremos en la misma dirección. 

Durante las últimas décadas ha habido numerosos momentos en que el deporte nos ha regalado la oportunidad de ser un solo país: resulta imposible olvidar los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y cómo el país completo vibró con la hazaña de Nicolás Massú y Fernando González y el logro histórico de dos medallas de oro y una de bronce.

Cuatro años más tarde, en Beijing, Fernando González nos entregaría una nueva alegría olímpica, esta vez de plata, y fue en Londres 2012 cuando Tomás González tuvo a 17 millones de chilenas y chilenos con la respiración contenida a la espera de una medalla que se escapó por poco en las disciplinas de suelo y salto. El fútbol, en donde los títulos internacionales a nivel de selecciones se mostraron esquivos por más de un siglo, nos entregó durante la última década y fracción muchas alegrías para compartir, gracias a los logros de una generación dorada, la más dorada que se ha visto en nuestro país hasta ahora en ese deporte.

La clasificación y avance a octavos de final en dos mundiales consecutivos, la obtención de dos copas América, la final de la Copa Confederaciones, nos permitieron dejar de lado las diferencias y ser un país que durante algunos años soñó en grande, no solo en el ámbito deportivo, ya que incluso cosechamos éxitos en los premios Oscar.

El declive de la generación dorada lamentablemente nos privó de esa fuente tan necesaria de sentimiento común y dejó además al descubierto síntomas que nos han afectado de manera crónica, como la falta de planificación de largo plazo y la inexistencia de una visión compartida de país. La segregación social, que nos ha aquejado por décadas, volvió a hacerse patente y los años más recientes se han convertido en una espiral de polarización y atrincheramiento en distintas posiciones, en donde el diálogo se ha hecho cada vez más escaso. Por eso, necesitábamos algo que nos una.

Las últimas semanas nos han entregado una vez más la oportunidad de olvidar momentáneamente nuestras diferencias y apoyar a nuestros deportistas en todas las disciplinas, abrazando al mismo tiempo la diversidad de orígenes e historias de nuestros representantes, donde el factor común ha sido darlo todo por dejar en alto el nombre de Chile, en unos Juegos Panamericanos en donde la organización por parte de nuestro país ha recibido reiterados elogios.

Los Juegos, en una gesta, ha significado la participación de diversos gobiernos a lo largo de varios años, han mostrado que es posible trabajar en conjunto por un objetivo común que trascienda cualquier ideología o color político y, sin duda, dejarán un legado que perdurará mucho más allá del término del evento.

Al mismo tiempo, al escuchar las historias de las y los deportistas que han representado a nuestro país en esta cita, queda claro que estamos al debe en la implementación de políticas que permitan el desarrollo de talentos en distintas disciplinas de manera sistemática, porque –lamentablemente– como país tenemos la costumbre de apoyar a quienes ya han obtenido resultados, pero olvidamos todo el trabajo previo.

Esperamos más resultados de quienes ya lo están dando todo, pero olvidamos preguntarnos cuántos talentos quedan en el camino por falta de medios o ausencia de apoyo. ¿Cuántas historias de esfuerzo y sacrificio, como la de Hugo Catrileo, la de Denisse Bravo, o tantas otras que pudimos conocer durante estas semanas, se estarán escribiendo silenciosamente a lo largo de nuestra geografía en este mismo instante, sin que lleguemos a conocerlas? La triste realidad es que en Chile se pierde un sinfín de talentos porque nos cuesta mirar más allá de la inmediatez, porque valoramos solo el resultado, pero ignoramos el proceso.

La historia recordará los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 por las históricas 79 medallas obtenidas por nuestros representantes, pero no debemos olvidar a aquellos que lo dieron todo y por alguna razón no alcanzaron a llegar al podio. La vida y el deporte siempre dan nuevas oportunidades. Con más fuerza, no perdamos de vista a esos talentos que hoy se pueden estar formando en Arica, Las Condes, La Pintana, Molina, Yungay, Punta Arenas y tantos otros lugares de nuestro país, porque es necesario un compromiso en serio con los talentos emergentes –independientemente de su procedencia–, para que mañana podamos seguir cosechando buenos resultados.

Hoy tenemos la oportunidad de abrazar la diversidad de orígenes –tanto en lo geográfico como en lo social– de las y los integrantes del Team Chile, contando además con el privilegio de que deportistas nacidos en otras latitudes hayan optado por vestir nuestra camiseta, y debemos valorar esa diversidad.

Estos Juegos, además de alegrarnos por los logros deportivos, nos llenan de orgullo por su alto nivel organizativo, por la gran participación y entusiasmo del público y porque nos permitieron sacar a la luz la cara más positiva de Santiago y de Chile entero, esa que muchas veces tendemos a olvidar. El evento nos deja, además, un enorme legado de infraestructura deportiva –cuyo impacto todavía es imposible de dimensionar– y grandes aprendizajes. Varias voces entusiastas han señalado que una próxima meta podrían ser unos Juegos Olímpicos, pero ¿por qué no pensar también en unos juegos Odesur o, incluso, otros Panamericanos, con otra región como sede principal?

Esperemos que el entusiasmo que nos invadió durante los Panamericanos –y que ojalá se mantenga para los Parapanamericanos– se convierta en la semilla de ese gran país que queremos ser, ese país donde las oportunidades se reparten de manera más justa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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