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¿Por qué somos malos los humanos? Opinión

¿Por qué somos malos los humanos?

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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Los curas eran buenos todo el rato aunque rezumaban hipocresía, sabíamos que detrás de tanto gesto lento y bondadoso había unos seres auténticamente frustrados y malvados.


¿Por qué somos malos los humanos? Es algo que siempre me ha intrigado, si hubiese sido alquimista me hubiera dedicado a encontrar alguna substancia o mutación orgánica con la cual explicar la alegría que a veces sentimos cuando alguien se cae feo o se le arruina un panorama… he visto claramente aparecer esa suave sonrisa y limpio brillo en las pupilas de algunas personas ante la desgracia ajena, el otro día le robaron de un manotazo el celular a un muchacho sentado en los peldaños de acceso a un edificio antiguo, era un motochorro que pasó pegado a mí, y entre los gritos del muchacho mientras el caco en su moto se alejaba raudo con el celular vi la cara de una chica que caminaba hacia mí, su expresión apenas visible era de triunfo, de burla, de íntima satisfacción. Es lo que los alemanes llaman Schadenfreude, un sentimiento de alegría instintivo generado por el sufrimiento o humillación de otro. Los españoles le llaman a eso regodeo.
Algunos estudiosos lo identifican con el sadismo. Podemos entender que nos encante saber que nuestro vecino no se ganó el premio de la lotería si es que lo hemos ganado nosotros, pero no se le ve la utilidad a alegrarse simplemente porque no se lo ganó, ja, ja, ja, sin que ello nos cause un bien. Una vez en Budapest vi a un ciego bajar de un autobús ayudado de su bastón, lo hizo con bastante destreza, pero alcanzó a dar unos pasos mientras sacaba del bolsillo un cigarro y se lo ponía en la boca y entonces se estrelló feo contra un poste cayendo al suelo, recuerdo el rostro de entusiasmo de unas personas que estaban allí, no sé qué hubo en ese momento en mi propio rostro, el invidente, que se dice ahora para que no suene mal, iba de azul brillante y era rubio, quedó desgreñado y sujetaba aún en los labios el cigarrillo doblado en dos, era un hombre de buen plante pero realmente se había dado un costalazo de película debido además a su invidencia y algunas personas lo disfrutaban espontáneamente, ocurrió todo muy, muy rápido. Luego le ayudaron a levantarse, etc.
Antes había películas y escenificaciones con muchos costalazos, el público básico, los niños, se ríen si el protagonista se cae, no sabemos por qué. Quizá el encanto de personajes obscuros que ahora triunfan electoralmente, por ejemplo Trump, Bolsonaro o en Chile nuestros kastistas, es que coquetean todo el rato con sus peores instintos, son políticamente incorrectos, se ríen limpiamente cuando alguien se cae al suelo, disfrutan con las desigualdades, con los privilegios, con la discriminación, con los torturados de la dictadura, con el bullying, con el colesterol, con las guerras… con todo aquello que Irina Karamanos y sus amigues pretenden evitar o suavizar desde una mirada inclusiva. Es una actitud, la de los nuevos malos, que la gente en la cabina del voto secreto aplaude porque nos quita de encima la necesidad de ser más buenos de lo que en verdad somos. No somos tan inclusivos ni tolerantes. No queremos pagar impuestos. Nos carga compartir. Nos da rabia los que opinan de otra manera. El bullying infantil es un producto natural de esos pequeños seres humanos, los adorables niños, que en el recreo se entretienen torturando y arruinándole la vida a alguno de sus compañeros.
Los curas eran buenos todo el rato aunque rezumaban hipocresía, sabíamos que detrás de tanto gesto lento y bondadoso había unos seres auténticamente frustrados y malvados. Los malos estaban en el infierno y teníamos que ser buenos, evitar la tentación, alejarnos del demonio, ser amigos de los ángeles… ese ciclo terminó, y ahora la bondad es el éxito, lo bueno está en el mercado y por eso tanta venta ambulante, tanto comercio intrusivo, tanta mercadería de más, y también tanto multibillionaire, tanta mala repartición, tanta depredación de la naturaleza, tanto bombardeo, es que va todo en un solo paquete… Pero queda pendiente saber qué nos lleva a alegrarnos íntimamente de la desgracia ajena. ¿Por qué la Schadenfreude?
* Esta opinión fue publicada originalmente en el Facebook de Juan Guillermo Tejeda. Ver AQUÍ
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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