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Esperando a Godot o del absurdo de las licencias médicas por salud mental Opinión

Esperando a Godot o del absurdo de las licencias médicas por salud mental

Es lo usual, las isapres siempre rechazan las licencias por salud mental.


Hace algunos meses mi mejor amiga, becada de Psiquiatría, me comentó que no me veía muy bien y que quizá sería bueno que viera a un especialista. Una licencia por salud mental sería conveniente, me dijo, para tener algunos días de descanso, intentar dormir, no estar todo el día pegado al computador. Le expliqué que me gustaba mucho mi trabajo y a veces era un poco extenuante, pero todo estaría bien.

Dos meses después, con varias crisis de pánico de llanto desconsolado y sensación de querer morir, finalmente decidí que mi amiga tenía razón y era hora de consultar a un especialista. El especialista determinó que un mes de licencia sería lo adecuado, para lograr una desconexión real y poder retornar a mis quehaceres más relajado, menos ansioso, con una mirada más laxa respecto de las obligaciones. Le sugerí comenzar por dos semanas, ya que no podía detener la máquina de las cosas que hago de manera completa y que todo estaría bien. El médico fue tajante en señalar que él consideraba necesario un mes, pero que, si me comprometía a hacer deporte y continuar en mi tratamiento psicológico, autorizaría dos semanas sujetas a evaluación.

Conversé con mi equipo laboral, quienes me apoyaron cariñosamente y me aseguraron que todo estaría bien. Reduje al mínimo mis obligaciones, me disculpé con varias personas a quienes debía atender (soy abogado), varias clases que no podría dar (hago un curso en la universidad), varios compromisos a los que tendría que faltar (tengo amigos y familia). Me quedé momentáneamente tranquilo, la sensación de angustia disminuyó, podría finalmente intentar dormir un poco más, no tener que depender del computador 12 horas al día, respirar profundo, poner los pies en el pasto de alguna plaza. 

A los 5 días de licencia, el bendito correo de la Isapre Banmédica, aquella institución que elegí (haciendo uso de mi bendita libertad), a la cual pago bastante dinero mensual y a la que en general no le cuesto un peso en prestaciones médicas ni farmacológicas.

El correo de reducción de días de licencia me cayó como un balde de agua fría, como meter los pies al hielo. Ya no es solo la sensación de incertidumbre salarial, sino la duda permanente de si era razonable consultar con un especialista, quien, haciendo uso de sus conocimientos profesionales, consideró necesario el descanso laboral. Mi prestador de salud, lejos de manifestar preocupación por el estado psiquiátrico y psicológico de su afiliado, decidió que “los antecedentes del diagnóstico médico no son congruentes con el periodo de licencia prescrito.” 

Es lo usual, las isapres siempre rechazan las licencias por salud mental. Eso fue lo que me repitieron todos. Debes apelar, solicitar un informe complementario. Acompañé antecedentes, debí abrir mi corazón y alma al prestador de salud. Conversar con el médico, conversar con la psicóloga, conversar con la encargada de recursos humanos de mi empleador. A eso dediqué finalmente los cinco días no autorizados de licencia. Bonita situación, al borde del teatro del absurdo. 

Finalmente, durante el último día de la licencia (la del médico, por cierto, no la que autorizó la isapre), me contacta una empresa externa por WhatsApp para informar que debo asistir a una cita con un perito psiquiátrico, que si me había llegado el correo de citación. Dado que el médico que me había prescrito el descanso en primer lugar no era lo suficientemente capaz de determinar el tratamiento a seguir, un segundo médico debía refrendar o rechazar su criterio. Esperando a Godot, versión criolla. 

La hora de la nueva cita fue fijada dentro del horario laboral, en un momento que no me permitía asistir sin tener que cancelar citas previamente agendadas. Tras mucho insistir, la empresa externa me informa que han enviado el correo a una casilla que no es la mía (debo informar nuevamente el correo a la empresa), para ser notificado de que es la isapre la que debe reagendar la hora, no la empresa externa. Nueva llamada a la isapre (20 minutos de ansiedad, nuevamente) y la respuesta de que es la empresa externa la que debe solicitar el cambio de la citación.

Total que no solo perdí yo el tiempo, sino otras 3 personas con las que discutí latamente por teléfono, en un vano intento por encontrar racionalidad donde realmente no la hay. Básicamente, a la FIFA los reclamos. 

No los quiero aburrir más con esta historia, solo preguntar (honestamente, sin ironías) si realmente puede alguien afirmar que este es el tipo de prestador y de sistema de salud que vela por nuestro bienestar y si es posible aún justificar que la salud mental de las personas puede ser entregada sin miramientos a la regulación del mercado y sus absurdos competidores.

Por lo pronto, yo seguiré intentando reír de la situación y ver si logro convencer a la segunda doctora de que mi estado no es un acto de dramaturgia, mientras algunos ciudadanos piensan que lo mejor es que el sistema sea definidamente constitucionalizado, para no cambiar más. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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