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Buen padre de familia

Por: Álvaro Arrieta


Señor Director:

Una vez más, el Presidente de la República dio muestras de su habilidad -y la de sus equipos- para generar cuñas que no pasan inadvertidas. Frases que pueden gustar o no, pero que cumplen su cometido, logrando estar en boca de todos.

Para defender la iniciativa gubernamental de ir en ayuda de las familias más vulnerables, distribuyendo cajas de alimentos a dos millones y medio de ellas, el mandatario sostuvo que un Presidente debe comportarse como un «buen padre de familia». La frase, que probablemente reviste las mejores intenciones, refleja -sin embargo- ese paternalismo sempiterno que se encuentra en la esencia del ideario de la derecha y que, a estas alturas, constituye la marca registrada de la historia republicana chilena.

Alocuciones como esta, y su trasfondo, provocan enorme molestia en quienes defendemos un ideario liberal. ¿Cómo sabe el gobierno qué es lo que necesita cada familia? Si algo ha provocado el desarrollo de nuestro país en los últimos 30 años, periodo del que la alianza gobernante dice estar tan orgulloso, es la expansión de los modelos de vida de cada grupo familiar; de sus necesidades y costumbres. Por ello, aportar lo que realmente cada núcleo requiere se torna una tarea titánica, si es que no imposible. Por otra parte, no resulta consistente que un gobierno de derecha, cuya doctrina tiene como base el libre mercado y sus herramientas, no las aplique cuando son necesarias: en este caso, un subsidio a la oferta y no a la demanda.

Una política de estas características, con todos los pro y contras que pueda tener, y que ya ha sido latamente debatida en la esfera pública, lo que hace en el fondo es infantilizar al ciudadano; es inferir que no será capaz de definir sus propias prioridades, malgastando el dinero si es que se le realiza una transferencia directa. Por el contrario, da cuenta de la existencia de un grupo, en este caso encarnado en la figura presidencial, que sabe mejor que las propias personas cómo mejorar sus vidas.

Una de las razones de ser del Estado, junto con otorgar protección y organización a una sociedad, entre otras garantías, es la de dignificar a los individuos que la componen. Por algo, el artículo 1° de la Constitución Política de la República reza lo que dice. Las políticas públicas que pretenden ir en ayuda de los chilenos deben tener muy presente el mandato de considerarlos como seres dignos e iguales; capaces de tomar sus propias decisiones y de respetar las instrucciones que se les indiquen. Escoger vías paternalistas es retornar a las peores políticas públicas del pasado, donde los programas PEM y POJH son los epítomes. Una transferencia directa de recursos a las cuentas RUT de cada grupo familiar, en cambio, iría precisamente por el camino correcto, tanto en rapidez, eficiencia y dignidad como en la capacidad de ahorrar dolores de cabeza al gobierno. Aunque sabemos que los padres y madres de familia solemos vivir con dolores de cabeza.

Álvaro Arrieta
Vicepresidente Nacional de Ciudadanos

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