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CNI: un análisis psicológico al Consejo Nacional de Des-Inteligencia Opinión

CNI: un análisis psicológico al Consejo Nacional de Des-Inteligencia

Germán Morales y Alejandro Reinoso
Por : Germán Morales y Alejandro Reinoso Profesor Asociado Escuela de psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro del Capítulo Chileno de la Asociación Internacional de Psicoterapia y Psicoanálisis Relacional (IARPP-Chile)/rofesor Asociado Escuela de psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro de la Nueva Escuela Lacaneana de Santiago (NEL-Santiago).
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La «metida de pata» de llamar CNI al nuevo Consejo de Inteligencia ha sido un agujero narcisístico del yo que proclamó, como suele ocurrir en esta administración, una medida con ribetes de excelencia, calidad, pertinencia y resolución de un problema social. Lo superlativo se transforma en error. Esto además ocurre precisamente en las materias de inteligencia, no en deportes, ni educación, ni salud, ni en los temas habitacionales de estos días, sino en el marco de dominio de la seguridad, el control, la vigilancia y otras atribuciones del Estado para resguardar el orden público más allá de los mecanismos que habilitan a las policías.


En el marco del Acuerdo Nacional por la Seguridad Pública por parte del gobierno del Presidente Sebastián Piñera, en el documento de propuestas en la página 33 figura la creación del Consejo Nacional de Inteligencia (CNI).

El lanzamiento de las 150 propuestas de este documento marco, se coronaba con el lanzamiento del Consejo Nacional de Inteligencia.  Luego de lanzado el Nuevo Organismo del Estado, CNI, no alcanzó a durar ni 24 horas antes que tuviera que rectificarse el nombre de dicho organismo, y de la función del mismo.

Creada la CNI surgió una fuerte polémica, algunos hablaron de error, otros de ofensa, otros de subconsciente, otros de torpeza, otros de re-significación, pero como sea el tema no dejó indiferente a nadie. Lo único claro fue que desdibujó la entrega de las 150 propuestas que contenía el acuerdo, y que se generó al menos una sensación de escaso rigor y prolijidad desde sectores gubernamentales. El gobierno salió a enfrentar las críticas. El sub-secretario del Interior, Rodrigo Ubilla, posterior a esto señaló «ninguna sigla suena bonito», buscando trivializar el tema, y agregó «pongámosle las dos primeras letras a cada palabra, ahí resulta algo nuevo: Coanin». La Secretaria General de Gobierno Cecilia Pérez, señaló «más allá de las siglas que se puedan estar buscando, lo importante es el fondo».

¿Cómo una sigla de un nuevo organismo del Estado (CNI) evoca literalmente a otra hundida en la memoria del entramado de la historia social y política del país (CNI)? ¿es posible que un gobierno cuente con diseñadores e impulsores de políticas públicas incautos respecto de la reciente historia política contemporánea? Rastrear al funcionario o al equipo específico que pensó y propuso tal sigla es una empresa sin sentido que nos desvía del foco central. Queda claro que esa sigla pasó por los ojos de muchos, incluyendo al Presidente de la República. Conscientemente no se dieron cuenta o bien si lo hicieron no calcularon sus efectos o los minimizaron. En jerga actual y como sucede en otros temas sensibles, “dieron vuelta la página” y consideraron “superado el impasse”.

¿Qué fue lo que pasó? o más bien, ¿qué podemos hipotetizar de lo ocurrido, si pensamos desde la psicología, y en particular desde el psicoanálisis?

Más allá de la arista política propiamente tal, si es que ello existe de ese modo; es necesario reflexionar como se construye la subjetividad, si el inconsciente -desde sus distintas acepciones- tiene un lugar o no, y quizás lo más relevante, cuales son efectos o mejor dicho el lugar de las palabras en la construcción subjetiva y relacional.

Sólo considerando este aspecto y desde nuestra óptica disciplinaria, no podemos sino pensar que algo significa.

Para pensar aquello es imprescindible remontarnos al descubrimiento y a la noción de la existencia misma del inconsciente, que según Freud se hacía visible de varios modos.  Freud (1901) nos señala a propósito del desliz en la lectura y la escritura, «no es raro que en ese divagar de la atención le traiga como consecuencia no saber que ha leído, si se le interrumpe o inquiere sobre ello»

Si pensamos que esta acción lingüística tiene un significado, y no sólo es un mero error o una conspiración, es relevante pensar. Si el Presidente no visualizó las implicancias de la sigla CNI, o si los asesores «no se dieron cuenta» o si algún asesor quiso «pasarse de listo» o si la idea fue del Ministro Varela, no lo sabemos, pero podemos pensar que los efectos del uso de la renovada CNI tuvo, y que para el gobierno fue, al menos, una des-inteligencia.  Freud (1901) señala en Psicopatología de la vida cotidiana que estos «errores», suponen «que los pensamientos verdaderos irrumpen con fuerza elemental en el patético discurso» (pp.120)

Los efectos más inmediatos y públicos en materias periodística y de política social es un desbaratamiento y pérdida de ampulosidad de la propuesta y su carácter certero, resolutivo. Anunciar algo y después inmediatamente cambiar el nombre. «Metida de pata», minimización del error, infortunio y reconocimiento tácito o real (como en el caso de la ministra Pérez) que deja al gobierno oficialista reflotando una/la CNI.

Hacer el cambio es un signo de reconocimiento del error, algo del orden del “estuvo mal”, algo mínimo de conciencia moral o bien de oportunismo político, pues nadie en la actualidad, salvo escasas excepciones quiere parecerse ni quedar del lado de la dictadura de Pinochet. Si se mantenía sin modificación y con empecinamiento el costo político iba a ser mayor.

Según Freud (1901), «el mecanismo del error parece el más laxo entre todas las operaciones fallidas; vale decir: la ocurrencia del error indica en todos los casos que la actividad anímica en cuestión tuvo que luchar con algún influjo perturbador, pero sin que la cualidad misma del error esté determinada de la idea perturbadora que permaneció en la sombra» (Pp. 216)

Este «error», ha sido un agujero narcisístico del yo que proclamó, como suele ocurrir en esta administración, una medida con ribetes de excelencia, calidad, pertinencia y resolución de un problema social. Lo superlativo se transforma en error. Esto además ocurre precisamente en las materias de inteligencia, no en deportes, ni educación, ni salud, ni en los temas habitacionales de estos días, sino en el marco de dominio de la seguridad, el control, la vigilancia y otras atribuciones del Estado para resguardar el orden público más allá de los mecanismos que habilitan a las policías.

Otro efecto, como bien el psicoanálisis subraya respecto a las gaffe, investigadas por Freud (1905) en su texto El chiste y su relación con el inconsciente, es el efecto de liberación pulsional que provoca el horror y a veces risa. Es horroroso el recuerdo de la CNI, mejor no saber o no querer saber: sus prácticas, sus lugares de prácticas, los testimonios de las víctimas, la justicia no alcanzada, etc.

Un efecto posible es re-victimizar a las víctimas y su entorno político produciendo furia y degrado, y quizás auto reproche en ciertas facciones del propio sector gobernante. Por otra parte, la risa, efecto witz, casi ingenioso, como se les ocurrió dar con la misma sigla, el efecto de dispararse en el pie, casi una piñericosa.

Los ecos literales son claros en el significante CNI, que muestra que el inconsciente es atemporal y que diversos sujetos al interior del Estado y del gobierno develaron que esa sigla sigue viva. Con la urgencia de salir de impasse, pasó entonces del CNI al CAI, que muestra incluso literalmente que caí, con otra acentuación, una caída. Una nueva producción que queda atada y no muy veladamente al error anterior.

Cuando el Estado no actúa un tercero que reconozca y contenga -como diría la psicoanalista Jessica Benjamin- siendo garante de nuestros derechos, en vez de ello,  CAIGA, y nos vuelva a un mundo de horror e incertidumbre, donde ya no sólo no podemos contar con la protección del Estado. Entonces surge el fantasma que éste nos vigile, nos pueda perseguir y hacer desaparecer como lo hizo  la CNI, Central Nacional de Informaciones, con el grito mudo de la tortura como telón de fondo, que nos hace pensar que la CNI sigue vive en el inconsciente como nuestra pesadilla.

Cómo una sigla de un nuevo organismo del Estado (CNI) evoca literalmente a otra hundida en la memoria del entramado de la historia social y política del país (CNI)? ¿es posible que un gobierno cuente con incautos diseñadores e impulsores de políticas públicas de la reciente historia política contemporánea? Rastrear al funcionario o al equipo específico que pensó y propuso tal sigla es una empresa sin sentido que nos desvía del foco central. Queda claro que esa sigla pasó por los ojos de muchos, incluyendo al Presidente de la República. Conscientemente no se dieron cuenta o bien si lo hicieron no calcularon sus efectos o los minimizaron. En jerga actual y como sucede en otros temas sensibles, “dieron vuelta la página” y consideraron “superado el impasse”.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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