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La Haya: el fallo está en la puerta Opinión

La Haya: el fallo está en la puerta

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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El fallo está en la puerta, es momento de colocar en tensión nuestra voluntad nacional y soberana. Maniobrar en diplomacia, preparar a la población, salir a la batalla de las ideas y de las comunicaciones. Poner el tema en la agenda. No es el momento de soslayar los desafíos. Por el contrario, construir la más sólida unidad nacional, empleando a fondo todas las capacidades tras la defensa de nuestros intereses nacionales.


En La Paz las autoridades afirman que el fallo será dado a conocer terminadas las vacaciones del hemisferio norte (es decir, a partir de dos semanas). El 7 de mayo del presente año, el canciller boliviano Fernando Huanacuni declaró que el fallo “podría ser hasta octubre”, lo dijo como fecha máxima, lo que implica que puede ser antes.

Otras fuentes señalan que la sentencia estaría en etapa de redacción, lo que sería congruente con los plazos anunciados en el altiplano, así la Corte lo revisaría a su regreso de vacaciones, o sea, en septiembre.

Conforme a esa convicción, la diplomacia boliviana despliega su ofensiva diplomática, prepara a su población, por cierto, sus autoridades le extraen todo el rédito que pueden en su política doméstica. Va de la mano de la entrega del “doble aguinaldo” a su población y de la inauguración de modernas instalaciones gubernamentales proyectando el progreso boliviano.

¿Y qué estamos haciendo nosotros?

Quienes creen que todo esto no es más que un civilizado juicio cuya sentencia resolverá la Litis, pueden dormir tranquilos, pero mucho me temo que, cualquiera sea el fallo, la contradicción entre los intereses de los dos estados permanecerá. El suscrito comparte la opinión de muchos, respecto a que estamos frente a un desafío que va mas allá de lo jurídico y que revela, en el fondo, una fuerte controversia de naturaleza política y estratégica entre ambos estados. Bolivia tiene un mandato constitucional que solo se satisface con una cesión de soberanía de parte de Chile. Y nosotros tenemos un mandato de defensa de nuestra integridad territorial que obliga a todos los chilenos, empezando por sus autoridades e instituciones.

Desconocemos lo que pueda decir la sentencia, pero sabemos que no está en juego nuestra soberanía. Sobre ella solo los chilenos somos los titulares.

Las amenazas externas siempre se estrellarán contra la mas férrea y amplia unidad nacional. Eso es un dato histórico. Y por muchas diferencias que se manifiesten en nuestra diversidad nacional, a la hora de la defensa de lo propio, se superan.

Lo que debemos atender, entonces, es no cometer errores en el diseño de nuestra estrategia, y al respecto, en lo inmediato, emergen dos.

[cita tipo=»destaque»]Tanto es así, que Arica hoy es un puerto ciego, sin salida a aguas internacionales. Moraleja, la cantinela de que los tratados son intangibles mostró sus límites. Pero no nos quedamos en esa oportunidad en reduccionismos jurídicos, le agregamos equívocas señales políticas como la condecoración a Alan García, el Mandatario peruano que nos demandó. Es como si hoy condecorásemos al Presidente Morales. Ese fue el aciago episodio de las llamadas “cuerdas paralelas”, que hasta la fecha no hemos examinado autocríticamente.[/cita]

El primero es el reduccionismo jurídico de nuestras controversias internacionales. No es desgraciadamente una desviación teórica. Si miramos el lamentable desenlace del litigio sobre el límite marítimo con Perú, ante la misma Corte de La Haya, se da la paradoja de que hay incluso quienes celebran que “ganamos el juicio”. Esto lo dicen porque de los alegatos en disputa (reconocimiento del paralelo, del hito 1, etc.) la Corte nos dio la razón. Eso es cierto teóricamente, con un solo problema: ese reconocimiento no se aplicó a la sentencia, porque la Corte sacó de la manga su interpretación de que el paralelo solo existía hasta la milla 80 y después interpretó una diagonal que nos hizo perder miles de kilómetros de presencia oceánica.

Tanto es así, que Arica hoy es un puerto ciego, sin salida a aguas internacionales. Moraleja, la cantinela de que los tratados son intangibles mostró sus límites. Pero no nos quedamos en esa oportunidad en reduccionismos jurídicos, le agregamos equívocas señales políticas como la condecoración a Alan García, el Mandatario peruano que nos demandó. Es como si hoy condecorásemos al Presidente Morales. Ese fue el aciago episodio de las llamadas “cuerdas paralelas”, que hasta la fecha no hemos examinado autocríticamente.

A la desviación juridicista, en el último tiempo se le debe agregar la emergencia de algunas voces que pregonan que, en esta etapa de la historia, Chile ya no tendría amenazas, que vivimos en un mundo de paz y cooperación. Lo cual es muy loable y todos compartimos como objetivo a alcanzar, pero dista mucho de ser la realidad vigente.

Para empezar, el reclamo de parte de nuestro territorio por otro Estado no habla precisamente de cooperación.  Idealismo siempre ha existido en las relaciones internacionales, lo peculiar es que recientemente se instala en sectores políticos vinculados a la Defensa. Se dice que, como Chile ya no tiene amenazas, debe basar su planificación de defensa en capacidades, como lo hace EE.UU. Esto es complejo de explicar en breve, pero efectivamente, una potencia global como EE.UU. tiene incertidumbre en sus amenazas: como tiene intereses en todo el mundo, no sabe de dónde emergerán amenazas a sus intereses, puede ser en la península coreana o en Asia Central o por el reto de otra potencia, o sea, tiene incertidumbre. Por eso planifica por capacidades, para estar en condiciones de reacción ante lo imprevisto.

¿Es esa la situación de Chile en materia de Defensa? ¿En qué análisis objetivo se basan los utópicos que piensan así?

El caso es que, entre idealismo utópico (“se acabaron los conflictos”) y el idealismo juridicista (“los tratados son intangibles”), se socavan las bases de una sólida postura nacional, coherente y sólida.

El fallo está en la puerta, es momento de colocar en tensión nuestra voluntad nacional y soberana.  Maniobrar en diplomacia, preparar a la población, salir a la Batalla de las Ideas y de las Comunicaciones. Poner el tema en la agenda. No es el momento de soslayar los desafíos.  Por el contrario, construir la más sólida unidad nacional, empleando a fondo todas las capacidades tras la defensa de nuestros intereses nacionales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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