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Andrés Aylwin Azócar: defensor de los Derechos Humanos Opinión

Andrés Aylwin Azócar: defensor de los Derechos Humanos

Maya Fernández
Por : Maya Fernández Ministra de Defensa
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Ahora que hemos vivido un insólito cuestionamiento sobre la verdad de nuestra historia reciente, el ejemplo de Andrés Aylwin nos muestra que no existe contexto que justifique las violaciones a los Derechos Humanos. Su ejemplo debe ser una guía para las generaciones futuras y un testimonio vivo de un luchador social que supo anteponer el bien común por sobre toda consideración personal. Sin lugar a dudas, un referente ético para nuestra sociedad.


Falleció Andrés Aylwin Azócar, el abogado, el incansable defensor de los campesinos, el luchador irrenunciable por la causa de los Derechos Humanos, el diputado.

Desde muy temprano, en su juventud en San Bernardo, Andrés Aylwin desarrolló una especial sensibilidad hacia el mundo rural, preocupado especialmente por la desprotección de los trabajadores del campo y los abusos a los que a menudo eran sometidos. Allí inició lo que sería su marca indeleble como político: la defensa de los débiles ante los poderosos.

Más tarde, fue un destacado dirigente en la FECH, de cuyo Consejo Ejecutivo fue miembro. Ingresó al Partido Demócrata Cristiano en 1957, militancia que perduró hasta el día de hoy, de manera ininterrumpida y con el compromiso apasionado que todos le conocimos.

[cita tipo=»destaque»]Muchos conocieron su solidaridad, su deseo de justicia y su coraje. Pero también Aylwin sobresalió por su consecuencia, no abandonando nunca los principios que sustentaron su lucha, aún en los momentos más duros de nuestra historia.[/cita]

Fue un destacado diputado, entre los años 1965 y 1973, representado a las comunas de Melipilla, San Antonio, San Bernardo y Maipo. Con el retorno a la Democracia, retomó sus labores como diputado entre los años 1990 y 1998, participando en diversas comisiones legislativas y siempre preocupado, de manera preferente, por la promoción y defensa de los Derechos Humanos.

Y es que esta fue, sin lugar a dudas, la principal causa que abrazó Andrés Aylwin, desde el momento mismo en que se produjo el Golpe de Estado. Fue la manera de enfrentar a una dictadura militar que arrastró al país hacia una larga noche de sufrimiento.

Demostró en esos momentos duros para Chile una valentía y coraje únicos al firmar la “Carta de los Trece”, manifiesto histórico de un grupo de militantes demcratacristianos que rechazó y se opuso al golpe desde el primer momento.  

Pero ese hecho solo fue el comienzo de su largo camino de compromiso en la causa de la defensa de los Derechos Humanos. Integró el Comité pro Paz y más tarde la Vicaría de la Solidaridad, desde donde defendió a prisioneros políticos y acogió a familiares de detenidos desaparecidos.

Muchos conocieron su solidaridad, su deseo de justicia y su coraje. Pero también Aylwin sobresalió por su consecuencia, no abandonando nunca los principios que sustentaron su lucha, aún en los momentos más duros de nuestra historia.

Su legado tiene que ver con esto: la consecuencia y la coherencia son valores intransables en la política y deben guiar siempre las decisiones de quienes tienen altas responsabilidades.

Ahora que hemos vivido un insólito cuestionamiento sobre la verdad de nuestra historia reciente, el ejemplo de Andrés Aylwin nos muestra que no existe contexto que justifique las violaciones a los Derechos Humanos. Su ejemplo debe ser una guía para las generaciones futuras y un testimonio vivo de un luchador social que supo anteponer el bien común por sobre toda consideración personal. Sin lugar a dudas, un referente ético para nuestra sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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