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La alianza estratégica de Bolsonaro con Israel Opinión

La alianza estratégica de Bolsonaro con Israel

Iván Witker
Por : Iván Witker Facultad de Gobierno, Universidad Central
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El sorprendente viaje de cinco días que efectuó el premier israelí, Benjamin Netanyahu, a Brasil para asistir a la toma de posesión de Jair Bolsonaro, fue inusitadamente largo, activo y en esos días no escatimó palabras para subrayar que dejó listo el terreno para  una “revolución” en las relaciones brasileño-israelíes. Interesante es buscar qué hay tras aquella metáfora.

La visita de Netanyahu -la primera que realiza un primer ministro israelí a Brasil desde la fundación de dicho Estado en 1948- dejó tras sí una especie de plexo de acuerdos con filamentos múltiples y diversos, que efectivamente podrían dar pie a cambios inéditos en América Latina.

Lo primero que se observa es el efecto geopolítico que puede tener este acercamiento. Por la temática y alcance de varios de los acuerdos firmados, lo más probable es que vayamos a asistir al ingreso de  un nuevo actor extra-regional. Esto es una constatación no menor, debido a sus repercusiones en los actuales equilibrios de poder en el plano regional.

De hecho, China y Rusia ya están instalados con fuerza en materia de defensa, economía, finanzas e infraestructura tanto en el Caribe como en Argentina, en Bolivia y en varios otros países incluyendo Chile. India, Turquía e Irán les siguen mucho más cerca de lo que habitualmente se estima.

Sin embargo, el ingreso de Israel como actor extra-regional produce implicancias geopolíticas mayores, pues no es un hecho anodino la centralidad que tienen las numerosas poblaciones judías que se encuentran fuertemente arraigadas en diversos países latinoamericanas, particularmente en Brasil y Argentina.

Producto de lo mismo, la población judía argentina –y muy demostrado está- fue instalada desde hace años en el radar de quienes buscan exacerbar los ánimos en el Medio Oriente. Los sangrientos atentados contra la embajada de Israel (1992) y contra la AMIA (1994) en Buenos Aires, así como el subterráneo Memorándum de Entendimiento que firmara el recientemente fallecido canciller argentino, H. Timmerman con su homólogo Alí Akbar Salehi de Irán en 2013, constituyen ejemplos concretos de lo explosivo que puede llegar a ser este cuadro.

Es menester recordar que Timmerman murió justo cuando estaba siendo procesado por encubrimiento y traición a la patria, por aquel documento que liberaba de responsabilidad a los ayatollahs vinculados a aquellos atentados. De tal manera que una presencia activa del estado de Israel es signo de una mayor interrelación de América Latina con los asuntos globales.

[cita tipo=»destaque»]Si bien Brasil es uno de los principales compradores de armas israelíes, los acuerdos firmados abren la posibilidad que el Estado judío se convierta en el principal proveedor de los bienes de seguridad, que la administración Bolsonaro necesitará para cumplir con sus grandes promesas electorales, como es la de disminuir la criminalidad organizada. Por ejemplo, el nuevo gobierno brasileño ha subrayado la urgencia en disponer pronto de drones altamente sofisticados con capacidad de reconocimiento facial, que le ayuden en control de favelas consideradas inexpugnables hasta ahora. Se trata de un área donde industrias israelíes como Waze, Mobileye y otras son de vanguardia mundial.[/cita]

Otro aspecto muy relevante de la “revolución” en ciernes corre por cuenta de la reacción que tendrá el mundo árabe (y todo el musulmán por extensión). Varios de estos países ya han advertido de las consecuencias, que podrían ir desde la disminución del comercio con Brasil hasta la ruptura de relaciones diplomáticas inclusive.

Lo primero fue insinuado por Egipto y la Liga Árabe, mientras que lo segundo por la cancillería iraní. Por eso es menester recordar el intenso intercambio de Brasil con las petro-monarquías (especialmente exportaciones agropecuarias) y que Teherán es el principal socio comercial de Brasil en todo el Medio Oriente.

Para advertir que está hablando en serio, Egipto reaccionó en noviembre posponiendo de inmediato una visita del canciller brasileño en funciones, Aloysio Nunes (es decir el ministro de Exteriores de M. Temer), ante la sola mención de la eventual intensificación de relaciones con Israel y de querer trasladar la embajada brasileña a Jerusalén.

Nótese, como elemento adicional, que ésta es una posibilidad que salió a flote varias veces durante la larga visita de Netanyahu, pues constituiría uno de sus grandes logros diplomáticos.

Otro aspecto relevante de esta anunciada “revolución” es el comercial-tecnológico.

Si bien Brasil es uno de los principales compradores de armas israelíes, los acuerdos firmados abren la posibilidad que el Estado judío se convierta en el principal proveedor de los bienes de seguridad, que la administración Bolsonaro necesitará para cumplir con sus grandes promesas electorales, como es la de disminuir la criminalidad organizada. Por ejemplo, el nuevo gobierno brasileño ha subrayado la urgencia en disponer pronto de drones altamente sofisticados con capacidad de reconocimiento facial, que le ayuden en control de favelas consideradas inexpugnables hasta ahora. Se trata de un área donde industrias israelíes como Waze, Mobileye y otras son de vanguardia mundial.

También en defensa la cooperación en materia de drones es la nave insignia. Se sabe que las empresas israelíes figuran entre las más grandes desarrolladoras del mundo de este producto tan apetecido para el control de fronteras, vigilancia de grandes espacios físicos, e incluso de análisis de terrenos.

Inmerso en esa atmósfera, el acuerdo firmado entre la Autoridad Nacional de Innovación de Israel y la Agencia de Innovación e Investigación Industrial de Brasil (Embrapii) alcanza cuestiones civiles de mucho relieve para varios países latinoamericanos, como es la sustentabilidad hídrica. El acuerdo habla de proyectos de desalinización en gran escala para el nordeste brasileño, una experiencia que no dejará indiferentes a Chile, Perú y otros países del Pacífico.

Finalmente, en el plano político, esta “revolución” alteraría una posición histórica de la diplomacia brasileña, la cual se había mantenido equidistante en la disputa palestino-israelí. Hasta ahora, Itamaraty abogaba persistentemente por una solución que contemplase dos Estados. Sin embargo, en esferas de gobierno israelí se recuerda con entusiasmo que el reconocido diplomático brasileño Oswaldo Aranha fue quien dirigió la histórica sesión de la Asamblea General de la ONU en la que se autorizó la creación de Israel. “Bolsonaro es el nuevo Aranha; un hombre que ayudó a cambiar la historia”, dijo eufórico Natanyahu al despedirse de Brasil.

El próximo viaje del nuevo mandatario a Israel ayudará a confirmar las tendencias que parecieran abrirse con esta extensa, e inusitadamente activa, visita de Netanyahu a Brasil.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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