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Los patrones de fundo Opinión

Los patrones de fundo

El tejido social se corroe, se desgasta, se pierden las confianzas en las personas, en las instituciones. Las personas dejan de ir a votar –este fenómeno es evidente–, dejan de interesarse en la política, porque simplemente no se puede confiar en nadie. Todos quieren convertirse en patrones de fundo; no falta el dirigente gremial que, por ser tal, pretende dirigir un servicio; o el del sindicato que negocia para sus intereses particulares. Todos quieren hacerse de un botín para, luego, cuidar de lo propio como patrones de fundo. Y cuando el interés prevalente es el propio, por sobre el colectivo que se dice representar, estos patrones de fundo son capaces de cualquier cosa: pedir raspados, aviones, entregar sobres con plata, mentir –como el gasto cero del viaje a China de Piñera y sus hijos–, robar y un larguísimo etcétera.


El patrón de fundo es un personaje conocido en nuestras tierras. Hacía referencia, antaño, a aquellos hombres de bien que, siendo propietarios de una porción de tierra extensa, imponían en los mismos sus particulares puntos de vista, por sobre cualquier otra consideración, por lógica o justa que esta fuera. La expresión se asociaba, obviamente, a los latifundistas, extendiéndose luego a los poderosos por otras razones.

Por cierto, los patrones de fundo suelen unirse y reunirse en torno a intereses comunes, desde los cuales esparcen al mundo sus ideas a menudo conservadoras. Se cuidan ellos, se respaldan; claro, si están de acuerdo en lo elemental: hay que cuidar lo propio.

Desde esta lógica, el patrón de fundo no solo controla el poder económico, sino que también se ha hecho del político, lo que le permite diseñar trajes a la medida para sus diversos objetivos.

Cualquiera podrá darse cuenta de que contar con el poder económico y con el político brinda, a quien lo detenta, un margen amplísimo para disponer conforme a su absoluta discreción.

Alguno pensará que en un sistema democrático aquello debiera encontrarse bajo control, de manera que el dinero, poderoso señor, no influya en la política. Eso es una ilusión. El sistema no es más que un traje a la medida, diseñado para que los patrones de fundo continúen atados al poder, centrados siempre en aquello elemental que señalábamos antes: cuidar lo propio.

Ahora bien, convengamos en primer lugar que, al hablar de lo “propio”, debemos entender la expresión en su sentido más amplio. De este modo, lo propio puede estar referido a las cosas, bienes, diría un abogado; a los espacios, o territorios, según los políticos; a la influencia, etc. Así, en mayor o menor medida, el patrimonio de los patrones de fundo, su territorio y su ámbito de influencia –que no siempre está asociado el territorio–, se mantienen más o menos incólumes. Entre bueyes no hay cornadas. Bueno, algunas, en tanto no salga sangre… propia… En fin, en tanto lo propio se mantenga más o menos igual.

Una de las principales características de los patrones de fundo, ya lo insinuábamos, es tomar las decisiones que les parezcan, más allá de si son acertadas o no. Por ejemplo, y a propósito del famoso control de identidad, todos los técnicos, expertos, conocedores de la materia, entidades dedicadas a estudiar el tema, en fin, hasta la Unicef, le dijeron al Gobierno que implementar tal medida era contraproducente. ¿Qué dijo Piñera, a través de su ministra vocera? Los técnicos no están conectados con la realidad…

Por supuesto, ellos viven en otra dimensión y, tratándose de las entidades, investigan las materias sobre prevención y erradicación del delito en la población de Marte. Los argumentos a favor de tan caprichosa medida solo daban cuenta de eso: que se trata de una caprichosa medida, sin ningún sustento técnico. Un mínimo de seriedad exige, a su vez, un mínimo de tal sustento.

En todo caso, lo anterior es solo un botón de muestra y el patronazgo se encuentra extendido, como dijimos, pues no solo ha contaminado el poder político, se ha aproximado peligrosamente al último bastión ciudadano, más bien republicano, cual es la Justicia.

Vemos con estupor los últimos acontecimientos ocurridos en el Ministerio Público y en el Poder Judicial. Fiscales, aparentemente, cooptados por los políticos, estos, a su vez, por los empresarios; jueces, según la prensa y la formalización de un ministro de Corte, que vendían sus fallos. Todo como consecuencia de una larga serie de conductas abusivas desplegadas, al decir de Orpis, por todos, de norte a sur, de derecha a izquierda.

Conductas abusivas como el raspado de la olla o el uso de un avión y emisión de boletas para financiar una campaña, redes de emisores de tales boletas. ¿Y qué pasó? El Servicio de Impuestos Internos intervenido, removidas las autoridades que pretendían hacer cumplir la ley, la omisión en la presentación de querellas que deja al Ministerio Público sin la posibilidad de perseguir delitos evidentes.

Y cuando un par de fiscales se cernía sobre algunos patrones de fundo, el poder político propinó una mordida directa a la yugular de la Fiscalía, instalando a un jefe nacional que, fiel a la palabra empeñada, desbarató todas las investigaciones asociadas a la funesta corrupción de nuestras autoridades políticas. Claro, ese par de fiscales no tuvo más remedio que renunciar.

En tanto, los que no pertenecemos a ese vil mundo de los patrones de fundo, observamos con desazón el evidente efecto que ha producido la corriente de corrupción que partió hace más de 25 años en Chile. La conclusión no puede ser, a mi juicio, más evidente: se encuentra en manifiesto riesgo la democracia. Aunque suene catastrófico.

El ciudadano de a pie, ese que ve, que se irrita con todos los hechos conocidos, el que participa, ilusionado, en la junta de vecinos, en el partido político comunal, en el gremio, el sindicato, en las organizaciones sociales, convencido de que es posible mejorar la calidad de vida de todos y no solo de algunos, deja de participar. Los menos, toman la decisión de convertirse en lo mismo: si los patrones de fundo meten la mano, ¿por qué yo no? Y al irse los “buenos”, queda el espacio para que los “malos” ubiquen a los suyos en dichas organizaciones.  Es decir, empiezan a actuar como patrones de fundo.

El tejido social se corroe, se desgasta, se pierden las confianzas en las personas, en las instituciones. Las personas dejan de ir a votar –este fenómeno es evidente–, dejan de interesarse en la política, porque simplemente no se puede confiar en nadie. Todos quieren convertirse en patrones de fundo; no falta el dirigente gremial que, por ser tal, pretende dirigir un servicio; o el del sindicato que negocia para sus intereses particulares.

Todos quieren hacerse de un botín para, luego, cuidar de lo propio como patrones de fundo. Y cuando el interés prevalente es el propio, por sobre el colectivo que se dice representar, estos patrones de fundo son capaces de cualquier cosa: pedir raspados, aviones, entregar sobres con plata, mentir –como el gasto cero del viaje a China de Piñera y sus hijos–, robar y un larguísimo etcétera.

Es por esto que la Democracia está en peligro: porque Chile ha sido gobernado en un pantano de corrupción en el que estamos empezando a hundirnos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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