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Vulnerabilidad inconsciente: los desastres socionaturales están aquí Opinión

Vulnerabilidad inconsciente: los desastres socionaturales están aquí


La situación que está convirtiendo a nuestro territorio en vulnerable ante la probabilidad de ocurrencia de algún desastre socio-natural radica en la falta de previsión tanto desde nuestra propia comunidad y territorio (país), como en las políticas públicas ambientales inadecuadas que nos hemos dado.

Estas, tal como están, resultan muy insuficientes, dadas las complejidades sociales, económicas, políticas y culturales que conllevan los desastres socio-naturales y sus afrontamientos, requiriéndose una visión integral, social, que articule las diversas vulnerabilidades que nos afectan como sociedad mundial.

Tenemos una capacidad instalada que debemos aprovechar en beneficio de todos/as ya que nos enfrentamos como comunidad a amenazas que podemos prever y, riesgos que debemos disminuir para resguardar nuestro bienestar, pues corresponde que como comunidad organizada nos hagamos cargo del problema asumiendo nuestros deberes, derechos y responsabilidad ciudadanas.

Me refiero a los efectos de la inminente “crisis” climática, y ya no, cambio climático .Es un hecho que nos debe alarmar, que lo que se viene en el corto plazo, como humanidad, es una enorme amenaza, con riesgos no asumidos que nos exponen a daños mayúsculos, volviéndonos más vulnerables de lo que ya estamos. El cambio climático viene ocurriendo al menos 30 años…

Y resulta muy preocupante, lo que sucede con comunidades, además, azotadas por la pobreza, por el escaso desarrollo social, el abandono del Estado, las que están aún más expuestas a las amenazas, riesgos y vulnerabilidades de los desastres socio-naturales en los que el ser humano como su agente, es quien tiene la responsabilidad: nosotros/as.

El problema concreto que presento acontece en una comunidad de la Villa Los Presidentes en Ñuñoa, Santiago y, se trata de un peligro de tipo meteorológico y forestal originado tanto por la gran cantidad árboles centenarios que conviven con el tendido eléctrico, en varios casos, enredados con las ramas de estos y, las tempestades y ráfagas de viento que se han presentado últimamente en diversas regiones del país, convirtiendo a nuestro territorio en vulnerable ante la probabilidad de ocurrencia de algún desastre socio-natural dados los factores señalados.

En el primer anuncio metereológico que advertía de una probable tempestad en Santiago, este no ocurrió; sin embargo, si hubo fuertes vientos que azotaron el follaje de dichos árboles –pinos enormes, plátanos, etc.- doblándose en ángulos de 35° de un lado a otro durante 20 minutos aproximadamente.

Estos árboles se distribuyen en la línea que demarca las veredas a escasos metros de los departamentos de la villa y, considerando que ya antes, en verano, cayeron grandes ramas cortando el suministro eléctrico por horas, como, sobre las veredas con personas transitando por ellas, pusieron en riesgo sus vidas e integridad, por lo cual, estamos frente a una amenaza real. Sumando los efectos de una tempestad, es probable que los árboles y sus ramas caigan sobre el tendido eléctrico provocando, incluso, incendios.

Podemos y debemos evitar catástrofes, la prevención está en nuestras manos. Cómo: asumiendo que “la ocupación y habitabilidad de los territorios está en permanente transformación” puesto que, “con el acto de habitarlos, las comunidades humanas definimos las reglas y relaciones que mantenemos con el espacio/tiempo, construyendo una identidad local que varía sus significados en el tiempo”, tal como sostienen Aliste, E. y Vargas, M. (2015) investigadores del Programa de Reducción de Riesgo de Desastres (CITRID) de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile.

Así, es posible que aparezcan “nuevas percepciones y valoraciones del territorio que es nuestro hábitat”; “construcción social” que cambia con el devenir (op.cit). De modo que, si emerge alguna amenaza, como las provocadas por la crisis climática, tenemos aún la oportunidad de plantearnos críticos, responsables y proactivos frente a las consecuencias de decisiones negligentes en el pasado remoto y reciente, anticipándonos a catástrofes socio-naturales.

Los aspectos de la identidad local que nos ayudarán a prevenir estos desastres se basan en la existencia de la revista de la Villa -divulgada gratuitamente, circula hace 12 años- el funcionamiento de varias juntas de vecinos, las escuelas municipal y subvencionada, el parvulario (JUNJI), todas organizaciones sociales partes de la comunidad y, el estar convocados en un proyecto de mejoramiento urbano (Egis Verde/Azul) en que logramos una alta participación recientemente.

Los objetivos  de esta interpelación son:

  1. 1. Promover el conocimiento de las amenazas y riesgos a que está expuesta la comunidad afín de prevenir desastres socio-naturales en ella.                                                               2.-Fortalecer capacidades sociales y liderazgos  en los habitantes de la comunidad.

Los recursos que tenemos que movilizar  para lograr disminuir la vulnerabilidad en la que nos hallamos expuestos son:

 Acudir a nuestras propias organizaciones como la junta de vecinos,  capilla,  revista local, escuelas y parvulario.

Demandar que el municipio de Ñuñoa controle adecuada y oportunamente  el crecimiento de árboles  -y si es necesario trasladándolos  a plazas y parques cercanos-, y despejen el cableado eléctrico enredado en los ramajes.

 Exigir al Estado y  legisladores que  incluyan  en su agenda con urgencia la necesidad de   desarrollar una política de Gestión de Riesgos, que incorpore como sus fundamentos la perspectiva de  Derechos Humanos y la Promoción de la Participación Ciudadana, junto a la incorporación de Procesos de Reducción del Riesgo  y a la Intervención Psicosocial y, no solamente se focalice en la fase de la Emergencia y Prevención del riesgo con una perspectiva técnica y administrativa  de aquellas sino, con una mirada multidimensional e integral del Riesgo.

  Los actores/as claves son los habitantes de la comunidad, especialmente, los escolares y  estudiantes adolescentes, pues, ellos son y serán  más sensibles a las consecuencias de nuestra cultura moderna – que a través de sus estilos productivos extractivo han degradado el suelo y sus recursos- convirtiéndose esta  en nuestra carta de identidad actual.

   Lo que podemos hacer es enseñar a estos actores/as,  nuevas tradiciones que produzcan en las generaciones venideras prácticas saludables y respetuosas de nuestra relación con el entorno y medio ambiente, altamente degradado y alterado por intervenciones humanas  históricas y destructoras de éste.

Cómo: en Jornadas comunitarias de talleres participativos donde escolares, estudiantes y adultos descubran y construyan conjuntamente los conceptos pertinentes y  las perspectivas  de promoción de interacciones equilibradas entre la comunidad y su entorno y ambiente.

Concretamente, realizando mapas de la percepción de amenazas,  de las zonas de seguridad, de las zonas de riesgos  y de las vulnerabilidades técnicas, sociales, económicas y políticas que nos afectan en este problema en la comunidad. Los que serán presentados en sesiones plenarias para conocimiento y discusión de la comunidad y poder, avanzar en la toma de decisiones colectivas y consensuar acuerdos para actuar en pro del territorio,  disminuyendo el riesgo.

La idea es que esta propuesta se replique, usándola como  modelo a los que hacerle ajustes según el riesgo, amenaza y vulnerabilidades particulares que afecten a un determinado territorio.

No bastan las acciones locales, deben ser globales porque el planeta es el territorio de la humanidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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