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Pandemia en Chile: exceso de mortalidad y diferenciales por grupos de edad Opinión

Pandemia en Chile: exceso de mortalidad y diferenciales por grupos de edad

Según la encuesta Casen 2017, nueve de cada diez adultos mayores de la tercera edad son autovalentes. Esta cifra baja fuertemente a seis de cada diez personas mayores de 80 años. En este grupo etario, un 63% son mujeres; un 17% vive en hogares unipersonales; un 18%, en pobreza multidimensional; un 50% tiene dificultades para realizar actividades diarias y un 51% tiene condición física limitante permanente (CIPEM – UDD, 2019). O sea, es un grupo de alta vulnerabilidad, el cual debe observarse con mucha atención, más aún en tiempos de pandemia. ¿Cómo ha afectado la pandemia en los distintos grupos de edad? [ACTUALIZADA]


Es necesario revisar con mucha atención la evidencia demográfica sobre los efectos del COVID- 19 en nuestra población. Esto, debido a las consecuencias sociales, económicas e incluso políticas de la evolución de la pandemia. Un asunto de la mayor preeminencia dice relación por cierto con la salud mental y emocional de los chilenos. En especial, los adultos mayores de la tercera (60 – 79 años) y cuarta (80 y +) edad, quienes han visto restringidos sus movimientos, ya sea por autocuidado o por disposición de la autoridad sanitaria, más allá de los confinamientos obligatorios para toda la ciudadanía.

Es una obligación ética, tanto de quienes recogen informaciones como de quienes las comunican e implementan sus consecuencias, actuar considerando los múltiples puntos de vista y expectativas de los distintos grupos. De allí la importancia de una discusión informada.

Presentamos tres tablas al final de esta columna como apoyo a este principio, con el propósito de dar rigurosidad a la información para que distintos especialistas y público puedan también analizarla.

[cita tipo=»destaque»]El significado de esta información comparativa es que los adultos mayores autovalentes mantienen sus actividades cotidianas, laborales, así como sus vínculos intergeneracionales. Dicho de otra forma, no son tan jóvenes como para no enfermarse y sufrir por ello, pero sí son suficientemente jóvenes como para mantener sus actividades normales. En el caso de las personas mayores de 80 años, el impacto del COVID-19 es menor en proporción a otras causas de muerte inevitablemente ligadas a la edad.[/cita]

Veamos qué dicen las cifras respecto del exceso de mortalidad en tiempo de pandemia, asunto que ha traído mucha especulación y desinformación, con intenciones poco claras y cuya racionalidad escapa a los propósitos de este escrito.

Acerca del exceso de mortalidad

El exceso de mortalidad corresponde a la diferencia entre las defunciones esperables en un año determinado frente a las defunciones inusuales provocadas, por ejemplo, por la irrupción de un virus que provoca una mortalidad adicional fuera de lo común. La información sobre este exceso aparece en la Tabla 1. En esta, se comparan las defunciones estimadas por el INE para el año 2020 con las inscritas por el Registro Civil para cada mes del año. Hemos concentrado la mirada en los meses de pandemia, entre abril y agosto.

Según nuestro cálculo, la sobremortalidad en este período es de 8.381 personas, un +16,1% de las defunciones estimadas por el INE (*).

La pregunta que debe hacerse es la siguiente: ¿por qué este exceso es inferior a los fallecidos confirmados por COVID-19 que alcanzan al 31 de agosto los 11.289? No es fácil aventurar una respuesta concluyente sin conocer con detalle las causas de fallecimiento del año 2020, análisis que entregará el Minsal durante el primer semestre del 2021. Sin embargo, podemos decir que es bastante probable que existan, en el conteo de casos COVID-19, personas que de igual forma habrían fallecido como consecuencia de enfermedades concomitantes o asociadas a su avanzada edad.

Por consiguiente, las muertes “con” COVID-19 han tenido posiblemente un peso más alto que aquellas “por” COVID-19. Por otro lado, es posible también que otras causas de muerte hayan sido subsumidas por el factor COVID-19. Por ejemplo, el casi 10% de muertes que representan las enfermedades respiratorias. También podría especularse que el confinamiento y la disminución de la movilidad espacial, pudieron tener algún efecto en la reducción de otras causas de muerte.

Pueden darse muchas hipótesis, pero la evidencia empírica revela que la mortalidad en exceso es bastante más reducida de lo que algunas personas plantean insistentemente durante estos meses de pandemia, tratando de enlodar el funcionamiento de nuestro sistema sanitario o a las decisiones de gestión que las autoridades han tomado. El detalle de la Tabla 1, permite basar las conclusiones en evidencia y no en elucubraciones agoreras que tanto daño hoy nos hacen como sociedad.

De las cifras en la Tabla 1 se desprende que nuestro exceso de mortalidad es de 44 por cien mil habitantes. La revista The Economist entrega datos de mortalidad en distintos países del globo. Hemos calculado, a modo de referencia, el exceso por cien mil habitantes durante la pandemia para algunos de ellos: Reino Unido, 109; España, 95; Francia, 46; EE.UU., 65; África del Sur, 42; Perú, 179; y Ecuador, 161.

En suma, con base en la Tabla 1, se puede afirmar que hemos pasado en Chile de la mortalidad en exceso indicada de +54,1% del mes de junio, el peor mes de COVID-19, a una de -1,6% del mes de agosto. Esto, a nuestro juicio, da cuenta de un control sanitario efectivo de la pandemia, lejos del colapso pronosticado y anunciado profusamente por redes sociales y medios de comunicación. El sistema de salud, con sus componentes humanos, materiales y de diseño, ha resistido bien y eso debe valorarse apropiadamente.

Acerca de las diferencias de mortalidad y letalidad por grupos de edad

Según las estimaciones de población 2020 del INE, el 17% de la población chilena es mayor de 60 años. Y si consideramos solo a los de cuarta edad (mayores de 80 años), estos representan un 3%. Hacia el 2050, estas proporciones serán un 33% y 10%, respectivamente. Inexorablemente Chile envejece a paso rápido.

La esperanza de vida al nacer es hoy en Chile de 80 años; la esperanza de vida saludable se empina a los 70 años. Quienes llegan a los 60 años tienen aún por vivir un promedio de 23 años, 4 años más a las mujeres que a los hombres. Y la esperanza de vida saludable a contar de los 60 años es en promedio de 18 años.

Según la encuesta Casen 2017, nueve de cada diez adultos mayores de la tercera edad son autovalentes. Esta cifra baja fuertemente a seis de cada diez personas mayores de 80 años. En este grupo etario, un 63% son mujeres; un 17% vive en hogares unipersonales; un 18%, en pobreza multidimensional; un 50% tiene dificultades para realizar actividades diarias y un 51% tiene condición física limitante permanente (CIPEM – UDD, 2019). O sea, es un grupo de alta vulnerabilidad, el cual debe observarse con mucha atención, más aún en tiempos de pandemia. ¿Cómo ha afectado la pandemia en los distintos grupos de edad?

De la Tabla 2, al final de esta columna, se desprende que el 84% de los fallecimientos asociados a COVID-19 ocurre en adultos mayores. No obstante, si revisamos las tasas de mortalidad por cien mil habitantes según grupo de edad, apreciamos que esta es significativamente más elevada que el promedio nacional en el grupo 60 – 69 (133,9), luego aumenta a 318,7 en el grupo 70 – 79 años y culmina en 711,0 en mayores de 80 años.

Junto con esta evidencia, también podemos notar en la misma tabla que la tasa de contagios por cien mil habitantes no difiere sustantivamente entre los grupos de edad considerados, a pesar de que el 84% se produce en menores de 60 años. La conclusión es simple: todos los tramos etarios se contagian proporcionalmente en forma más o menos similar, pero el efecto en defunciones es bastante más elevado en los adultos mayores. La letalidad presenta un comportamiento similar como se puede observar en esa misma tabla.

En la Tabla 3 vemos un punto que hasta ahora no ha sido bien considerado. Comparamos por grupo de edad un año normal de mortalidad (2018) con la mortalidad por COVID-19 en lo que va de este año. El resultado sorprende un tanto, ya que, respecto de los adultos mayores, son los grupos de 60 – 69 años y 70 – 79 años los que presentan, proporcionalmente, una diferencia en puntos porcentuales bastante mayor que el resto de los grupos, incluso más elevado que el grupo de 80 y +, que presenta un índice negativo.

El significado de esta información comparativa es que los adultos mayores autovalentes mantienen sus actividades cotidianas, laborales, así como sus vínculos intergeneracionales. Dicho de otra forma, no son tan jóvenes como para no enfermarse y sufrir por ello, pero sí son suficientemente jóvenes como para mantener sus actividades normales. En el caso de las personas mayores de 80 años, el impacto del COVID-19 es menor en proporción a otras causas de muerte inevitablemente ligadas a la edad.

Ahora bien, veamos algunas diferencias por sexo. La mortalidad afecta con mayor intensidad a los hombres. En un año normal las muertes de hombres sobrepasan al de las mujeres en un 10%. Si tomamos en cuenta solo los fallecidos por COVID-19, el efecto en hombres es mayor en un 40%. También hay en general en la población más contagios en hombres que en mujeres, pero sin demasiada notoriedad: 105 hombres por 100 mujeres.

En síntesis:

-El exceso de mortalidad ha sido en pandemia de 16,1%. El exceso de muertes es incluso inferior a los fallecidos confirmados por COVID-19. La reducción en agosto es altísima, confirmando el repliegue de la letalidad viral.

-Los contagios se producen en un 84% en menores de 60 años. Sin embargo, en las tasas de contagio por grupo de edad, no se observan diferencias sustantivas.

-El 84% de los fallecidos son adultos mayores. Las tasas de mortalidad específicas aumentan fuertemente para las personas por encima de los 60 años.

-El grupo entre 60 y 79 años está más expuesto a la letalidad del COVID-19 por su aún plena inserción en las actividades sociales.

-Las muertes confirmadas asociadas a COVID-19 son mucho más significativas en hombres que en mujeres.
El sistema sanitario, lejos de colapsar, ha estado a la altura de la inédita y difícil situación.

A continuación presentamos las tablas que fundamentan esta columna de opinión:

 

(*) N de la R: posterior a la publicación de esta nota, con fecha 16/09 se actualizaron las cifras de la tabla 1, siendo esta reemplazada.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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