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Sobre los refugiados Opinión

Sobre los refugiados


Una enorme y rabiosa llama flamea mientras expele hacia el cielo los restos ennegrecidos de cientos de pertenencias de inmigrantes venezolanos. A escasos centímetros, una montonera de ropajes y enseres esperan su turno; pareciera que el fuego disfruta del espectáculo y no está dispuesto a terminarlo hasta que la última garganta presente haya agotado sus gritos. Alrededor de la hoguera, una multitud enarbola banderas chilenas y observa la escena como si de una función artística se tratara. Iquique glorioso, Iquique rabioso, que desató su furia contra el enemigo equivocado.

La historia de la humanidad está llena de migraciones forzadas. Quizás una de las más terribles fue la que le tocó vivir al pueblo judío, cuando, frente a la amenaza del exterminio, se vio obligado a escapar con lo puesto. Hannah Arendt, una de las mentes más lúcidas de la filosofía del siglo XX, vivió en carne propia el destierro, cuando ser judía en Alemania constituía una amenaza latente.

En sus escritos, Arendt dejó constancia de lo que significó para su comunidad vivir como refugiados. Sus textos son, sin duda, una fuente a la que hay que volver si queremos pensar en términos integrales la crisis actual.

Y es que, a diferencia de lo que percibimos de manera superficial, los migrantes han perdido mucho más de lo que nos alcanzamos a dar cuenta. El hogar, que se traduce en la cotidianeidad de la vida familiar; la ocupación, que representa el ámbito en el que el ser humano se siente útil en este mundo; la simplicidad de los gestos, y la sencilla expresión de los sentimientos son, a ojos de la autora, algunas de las cuestiones a las que los migrantes han debido renunciar. Dejar a los parientes y velar, aunque sea a lo lejos, a los amigos, constituye una verdadera ruptura de sus vidas privadas.

Pocos tienen la fuerza, explica Arendt, para conservar su integridad cuando su condición social, política y jurídica es completamente difusa. Muchos intentan, en un contexto tan adverso, un cambio de identidad, lo que termina por volver todo aún más difícil.

El drama de los refugiados está lleno de aristas humanas que no podemos ignorar. Frente a una catástrofe como la venezolana, la autoridad debe esforzarse por acoger e integrar. Al mismo tiempo, es menester que les asegure a los habitantes de Iquique, Colchane y tantas otras localidades, la certeza de que sus vidas no se verán afectadas por la crisis migratoria; no vaya a ser que terminen ellos mismos migrando debido al resquebrajamiento de sus derechos sociales, políticos y jurídicos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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