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Ucrania versus Rusia: ¿enfrentamiento civilizacional? Opinión Biden y Putin, mayo 2021

Ucrania versus Rusia: ¿enfrentamiento civilizacional?

Isaac Caro
Por : Isaac Caro Universidad Alberto Hurtado
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El encuentro virtual entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, realizado el 7 de diciembre de 2021, tiene una importancia estratégica para Europa y el mundo. Se produce en momentos de máxima tensión en las relaciones de Washington y la OTAN con Rusia y China. En lo que se refiere a Rusia, es de gran preocupación para Occidente la concentración de más de 100 mil militares rusos en la frontera con Ucrania, y la amenaza de una nueva invasión a territorio ucraniano, como la realizada en 2014 en contra de la península de Crimea. 

El continuo enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, dos antiguas repúblicas soviéticas hasta 1991, cuando se produce la desintegración de la Unión Soviética, no es algo que resulte sorprendente. Hace casi tres décadas, el connotado autor estadounidense Samuel Huntington predijo de manera casi exacta lo que está pasando desde el 2014 en las relaciones entre Kiev y Moscú. Primero, en su artículo “The Clash of Civilization?” (1993) y, luego, en su libro The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order (1996). 

Ciertamente, su paradigma de choque civilizacional estaba especialmente enfocado en el enfrentamiento entre el mundo occidental y muchas civilizaciones no occidentales, siendo la islámica y la china las más importantes. Además, su enfoque es ampliamente criticable porque visualiza a las civilizaciones como unidades homogéneas, donde el aspecto religioso es el dominante y, al mismo tiempo, porque permite la segregación de pueblos, naciones y Estados en pos de la unidad e identidad civilizacionales. Por ejemplo, Turquía, identificada con la civilización islámica, no tendría cabida en un eventual ingreso a la Unión Europea, conglomerado fuertemente identificado con la civilización occidental. 

Sin embargo, más allá de las críticas y limitaciones de este paradigma, en las relaciones entre Ucrania y Rusia, Huntington pudo predecir de manera muy minuciosa lo que ha estado sucediendo desde 2014: “Las defectuosas líneas civilizacionales” dividen el mundo entre el cristianismo occidental, por un lado, y el cristianismo ortodoxo y el islam, por otro y, en lo que respecta a Ucrania y Bielorrusia, las cortan en dos partes, siendo la parte oriental más cercana a una identidad ortodoxa con Rusia, mientras que la parte occidental es más cercana a la civilización cristiana occidental y, por lo tanto, a Europa y a la Unión Europea.  

Efectivamente, podemos afirmar que Ucrania se ha movido desde una posición de acercamiento con Moscú hacia una mayor identificación con Bruselas, dependiendo de qué sectores hegemónicos ocupen el poder. Durante el gobierno de Víktor Yanukóvic (2010-2014) se firmó un tratado de adhesión de Ucrania a la Unión Europea. Sin embargo, las negociaciones se estancaron y el entonces gobierno ucraniano, presionado por Moscú, suspendió el acuerdo de asociación, lo que dio motivo a una serie de enfrentamientos. Mientras los sectores noroccidentales del país apoyaron el acercamiento de Kiev a Bruselas, las comunidades identificadas con Rusia, especialmente de la zona suroriental, celebraron la ruptura con la Unión Europea. Yanukóvic fue derrocado en febrero de 2014, formándose un gobierno interino, que fue resistido por los sectores pro rusos del país. En la península de Crimea, en tanto, asumió un gobierno pro ruso, que convocó a un referéndum, no reconocido por Ucrania, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, cuyo resultado fue partidario de separar a Crimea de Ucrania. La administración de Putin tomó control de la península, siendo anexada a la Federación Rusa. Como resultado, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones económicas a Moscú, y retiraron al país del Grupo de los Ocho (G8), produciéndose un distanciamiento creciente que adquiere un punto álgido nuevamente hacia fines de 2021. 

Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética, formada por 15 repúblicas hoy independientes, junto a varios Estados de Europa oriental, que formaban parte del Pacto de Varsovia, tenía sus límites fronterizos con la OTAN en los países más orientales de Europa, como era el caso de la República Democrática de Alemania. Hoy en día, muchos de esos Estados forman parte de la OTAN e incluso algunos de ellos, como los Estados bálticos, están integrados en la Unión Europea, con lo cual ahora son los propios territorios de la Federación Rusa los que limitan con la OTAN. 

En este contexto, el presidente Putin, perpetuado en el poder, ha apelado a un nacionalismo ruso, partidario de recuperar parte del espacio soviético, de la “gran Rusia”, donde especialmente Ucrania y Bielorrusia son componentes fundamentales. De este modo, al antiguo enfrentamiento entre comunismo y capitalismo, característico de la Guerra Fría, la administración rusa parece apelar a un enfrentamiento civilizacional que reúna en torno a la civilización rusa ortodoxa a todos los sectores identitarios rusos y pro rusos, de modo de hacer frente a la civilización cristiano occidental, representada por Estados Unidos y la Unión Europea. Todos los escenarios parecen posibles, desde el actual statu quo a una guerra regional, pasando por una fragmentación de Ucrania, en un escenario global que resulta cada vez más complejo y desordenado. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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