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Bienvenidos al país amnésico (segunda parte) Opinión

Bienvenidos al país amnésico (segunda parte)

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El Octavo Juzgado de Garantía está a punto de iniciar las audiencias de juicio oral por el olvidado caso Penta. Es decir, en algunas semanas, volverán a desfilar por los tribunales los dueños de Empresas Penta –que ya cumplieron la pena anterior de “clases de ética”–. Nuevamente veremos a Délano, Lavín, Golborne, Velasco, Zalaquett, Wagner, Cardemil, Bombal y, por supuesto, a Iván Moreira, quien –por si lo había olvidado– llegó a un acuerdo, por otro caso, para no ir a la cárcel luego de pedir “raspados de la olla” para sus campañas.


Hace cuatro meses, escribí la columna “Bienvenidos al país amnésico”, para describir esta enfermedad que se apoderó de la sociedad chilena y que, en muy poco tiempo, nos ha hecho olvidar vivencias, lugares, momentos y hasta valores que defendíamos hasta hace poco. Nuestro cerebro colectivo parece haber bloqueado una parte de la historia, de sus protagonistas, logros y rostros.

En esa columna, relaté cómo olvidamos la pandemia, la colusión, los “raspados de la olla”, SQM, Penta y, por supuesto, parte del estallido social en que millones de personas marcharon pacíficamente –incluso, no recordamos cuando el ex Presidente Piñera intentó “sumarse” al movimiento o cuando Andrónico Luksic reconocía la desigualdad y garantizaba un suelo mínimo de $500 mil en todas sus empresas–, para que hoy, gracias a algunos medios de comunicación, recordemos solo los hechos de violencia protagonizados por unos pocos.

Lamentablemente, la amnesia se agudizó de manera progresiva en estos cuatro meses. Nuestra sociedad parece haber evolucionado desde una demencia en que el cerebro se defendía borrando lo que le causó dolor, incomodidad o vergüenza, hasta un fenómeno profundo. Una especie de alzheimer colectivo.

En el país amnésico (segunda parte), los chilenos parecen haber olvidado que Piñera llegó a tener 6% de apoyo ciudadano, pero piden la cabeza de Boric por oscilar entre 30% y 35% –incluso subió a 41% después de la Cuenta Pública–. Tampoco recordamos que el exministro Mañalich planteaba que el COVID-19 podía “volverse bueno” e, incluso, afirmaba “esta es una enfermedad que afecta a pocas personas, la mayoría de quienes sean afectadas manifestarán una enfermedad leve, algunos estarán hospitalizados, pero no hay motivo para tener pánico”. Ya sabemos todo lo que vino después –hasta ayer, 61.548 personas muertas–. Pero hoy, se crucifica al subsecretario de Redes Asistenciales por una crisis respiratoria inédita en Chile, y Piñera “ofrece” a Mañalich –cual si fueran de su propiedad los exministros– como una especie de mago de la salud.

En el país amnésico ha vuelto la corrupción de la política en todo su esplendor. Tenemos bajo investigación por negocios vinculados a centros de salud a las comunas de Las Condes (Evópoli) y Santiago (PC). En Vitacura está formalizado Raúl Torrealba (ex-RN) por asociación ilícita, desfalco, boletas falsas, desvío de platas a campañas de Renovación Nacional y depósitos de “sobrecitos” en efectivo a sus cuentas personales por $2.500 millones. Hace dos meses, fue detenido el alcalde de San Ignacio, César Figueroa (UDI), por cohecho, falsificación de instrumento público y fraude al fisco. También detuvieron –una semana antes que Figueroa– al alcalde de Ñiquén, Manuel Pino (UDI), por los mismos delitos.

En el país amnésico, el Octavo Juzgado de Garantía está a punto de iniciar las audiencias de juicio oral por el olvidado caso Penta. Es decir, en algunas semanas, volverán a desfilar por los tribunales los dueños de Empresas Penta –que ya cumplieron la pena anterior de “clases de ética”–. Nuevamente veremos a Délano, Lavín, Golborne, Velasco, Zalaquett, Wagner, Cardemil, Bombal y, por supuesto, a Iván Moreira, quien –por si lo había olvidado– llegó a un acuerdo, por otro caso, para no ir a la cárcel luego de pedir “raspados de la olla” para sus campañas.

En el país amnésico olvidamos que, en la pasada Convención Constitucional, el 64% de los electos fueron independientes y se castigó duramente a los partidos políticos. Tampoco recordamos que el 80% de la gente quería una nueva Constitución y que la redactaran solo personas electas. Bloqueamos que queríamos saldar nuestras deudas como sociedad con los pueblos originarios, eligiendo a 17 representantes, y que el órgano redactor fue presidido por una mujer mapuche. Hoy tenemos arriba de la mesa un texto inicial elaborado por “expertos”; solo se incluyó un mapuche entre los 51 electos del Consejo Constitucional; quienes no querían ni quieren cambiar la Constitución actual, tienen mayoría absoluta en el Consejo; y la instancia es presidida por una mujer ultraconservadora.

En el país amnésico, ya no recordamos que la Lista del Pueblo y otros grupos radicales de izquierda arrasaron con la disminuida representación de la derecha en la Convención, no dejando que presidieran ninguna comisión. La semana pasada, la derecha hizo lo mismo con la minoría de izquierda. Y aunque recordamos vagamente el espectáculo que dieron algunos convencionales, como la tía Pikachu o Rojas Vade y sus mentiras, hoy tenemos 50 –y no 51 como tenía que ser– consejeros, porque un republicano no pudo asumir por delitos sexuales, y quien sería presidenta del órgano, tuvo que dar un paso al costado por una causa de robo previa.

En el país amnésico pasamos no solo del contraste de Loncon-Hevia –no entiendo la polémica por un tuit de Baradit que solo constataba un hecho– sino además a un violento choque de cosmovisión y posiciones sociales entre Loncon-Undurraga (la presidenta de la Comisión Experta). Desde la sociología, podríamos realizar una tesis sobre los cambios y contrastes que ha vivido Chile en unos pocos años.

En el país amnésico tenemos como la persona más votada en el Consejo Constitucional, órgano que redactará la Carta Magna, a un numerario del Opus Dei, el grupo de la elite católica. Luis Silva es un conservador extremo, que practica incluso el celibato. Es soltero, pero usa un anillo de compromiso, porque dice estar casado con Dios. Se opone –al igual que la mayoría en Republicanos– al divorcio, aborto, eutanasia, matrimonio homosexual. Hace solo unos años, Chile se acercaba a los países modernos y desarrollados, aprobando leyes que respondían a la evolución de la sociedad en el siglo XXI. Solo la Ley de Divorcio costó décadas, luego de la tenaz oposición de sectores conservadores de todos los partidos. La Iglesia católica ya no tiene peso ni opinión en las grandes decisiones del país, luego de la profunda crisis que aún arrastra, producto de los abusos sexuales de curas que representaban a todas las tendencias dentro de la Iglesia, desde Karadima a Precht, incluyendo a los influyentes Opus Dei Patricio Astorquiza y Carlos Rodríguez.

En el país amnésico, el mismo consejero “estrella”, Luis Silva, reivindica la figura del dictador, tratando de “estadista” al autor de los conceptos detenidos desaparecidos, exiliados, torturados. Pinochet eliminó el Congreso, la libertad de expresión y persiguió a los chilenos durante 17 años, concluyendo en el escándalo de desfalco familiar en el caso Riggs. Un tema que la sociedad chilena parecía tener bastante asumido, incluida la derecha ligada a Chile Vamos. Una provocación justo en el año en que se cumplen 50 años del golpe de Estado. El listado de pérdida de memoria es largo. Ya viene el país amnésico, tercera parte.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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