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P’al gato Opinión BBC

P’al gato

Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
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Se suponía que Chile, con Argentina y Uruguay, era un serio candidato a organizar al menos una parte del Mundial de Fútbol de 2030. Se decía –sabía, rumoreaba– que Raúl Zurita era un serio candidato al Nobel de Literatura de este año. Pero de pronto, como en las novelas negras o en las de espías, todo se torció.


Durante algunas semanas pudimos pensar que el destino, por llamarlo de algún modo, nos depararía un par de buenos momentos. Había en el aire un par de cosas, de acontecimientos que podían ocurrir, que nos harían olvidar por un rato todas las incertidumbres, sinsabores y problemas de todo tipo en los que estamos metidos más o menos hasta el cuello.

Se suponía que Chile, con Argentina y Uruguay, era un serio candidato a organizar al menos una parte del Mundial de Fútbol de 2030. Se decía –sabía, rumoreaba– que Raúl Zurita era un serio candidato al Nobel de Literatura de este año. Pero de pronto, como en las novelas negras o en las de espías, todo se torció. Ahora que la FIFA nos dejó sin Mundial (la FIFA o la Conmebol, o el paraguayo ese de cuyo nombre no quiero acordarme), ahora que el Nobel ha ido a dar a ese noruego con apellido de coreógrafo norteamericano, podemos albergar la sospecha de que algo, una concatenación de elementos que se producen en un orden ajeno a nosotros mismos, que no acertamos a explicarnos, nos está jugando en contra. A lo mejor tendríamos que consultar a un astrólogo, o a alguna vidente, para saber si por casualidad, como país, no tenemos encima un mal tránsito de Saturno, una cuadratura nefasta de Plutón con Marte, por ejemplo, que aconsejaría más bien quedarnos en casita y no emprender ningún proyecto hasta que los astros muestren una configuración más benevolente. Porque podríamos haber quedado fuera de la organización del Mundial de 2030 (y prefiero no ponerme a pensar si clasificaremos o no al que viene), pero imagínese usted que a Zurita le hubiesen dado el Nobel. Tapabocas mundial para el Mundial. Habríamos vuelto a ganar el único Mundial que alguna vez hemos ganado: el de Literatura. Tricampeones. ¿Se imagina usted el alcance de eso? Habríamos podido tomarnos una revancha histórica, transformando el campeonato nacional de fútbol en un campeonato nacional de poesía.

Es más, habríamos podido pensar en transformar al Colo Colo, la Universidad de Chile, la Católica y hasta el Magallanes en clubes nacionales de poesía. Imagínese: miles de personas escuchando recitar a los poetas en los estadios los fines de semana. Entre otras cosas, eso habría significado el fin de las barras bravas… y la aparición de las barras poéticas (aunque a lo mejor estas hubiesen sido tan bravas como las futboleras, o quizás más). Pero no. Vuelta a fojas cero. A nuestra mediocre realidad. Ni fútbol, ni poesía. ¿Entonces, qué? Los países, como las personas, necesitan algo que los haga olvidar, que les permita reanudar con el goce, aunque sea durante un brevísimo lapso de tiempo, dejando de lado los vaivenes de la economía, los bandazos de la política, nuestra triste condición de mortales destinados a una sola verdad: el cementerio. “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino –escribe Parra, que debería haber sido, por cierto, nuestro tercer Nobel–. Házme Cónsul de Chile en Estocolmo/ Nómbrame capitán del Colo Colo (…) En el peor de los casos/ Nómbrame Director del Cementerio”. Como se dice en España: pues, eso. Uno de estos domingos, a falta de astrólogos, canalizadoras o videntes, deberíamos por lo menos organizar una romería al “Quitapenas”. ¡Salud!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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