Con la acción coordinada y dirigida por la primera autoridad, la ciudadanía reconocerá un verdadero interés en la seguridad pública, no la respuesta a la demanda política o presión pública.
La obligación del Presidente de la República es liderar y conducir en los momentos difíciles. No dejarse llevar por las peticiones desesperadas de quienes van a la reelección de sus cargos populares.
El 70% o más de la población aprueba que los militares salgan a la calle y se involucren en misiones de seguridad ciudadana. Esta medida es “la más fácil” y “popular” y generaría sin duda un aumento en las encuestas de quien la lleve a la práctica.
¿Pero es lo correcto, es lo que sirve? Solo en el corto plazo a menos que se quiera gobernar con estados de excepción y/o normas especiales, reconociendo con esto, la total incapacidad de las autoridades civiles. Por otra parte, las FFAA no tienen la preparación para actuar en situaciones de seguridad pública; no cuentan con el armamento ni los medios necesarios para esta misión; los riesgos de perpetuar la función militar en seguridad (Araucanía 40 estados de excepción); los que van a estar en la calle son 100 o 200 conscriptos de 18 años con armas de guerra que custodian un solo sector cuyo efecto disuasivo durará hasta que la delincuencia se acostumbre.
Está más que claro, que las Fuerzas Armadas involucradas en seguridad pública no es la solución a la necesidad extrema de perseguir a la delincuencia y desbaratar a las organizaciones criminales.
Esto no significa que las FFAA no puedan colaborar en situaciones graves y necesarias para el país, así se hace en los momentos de catástrofes y en esta situación de inseguridad también lo pueden hacer. Aún más, hoy lo hacen en áreas de seguridad pública, el Ejército en la frontera y La Araucanía, la Armada con la Directemar (Policía Marítima), la Fach con la DGAC (Control aeropuertos y aéreo), pero con condiciones especiales y normas que lo permiten.
Entonces la verdadera dificultad está en que no hay un plan y una sola dirección que potencie las labores de todos los organismos del Estado contra la delincuencia. Para ello, se requiere de un liderazgo y del desarrollo de una actividad 100% destinada a esta labor. El mundo civil en esta materia debe aprender de las FFAA. En situaciones de crisis el Estado Mayor Conjunto en el puesto de mando y control, toma el mando de todas las fuerzas, nadie cumple otra labor que la designada y su acción tiene un componente táctico y estratégico.
En la situación de crisis de hoy, en el mundo civil, solo puede tomar el mando el Presidente de la República, su poder es incontrarrestable y no discutido. Hoy tenemos organismos de seguridad trabajando individualmente con poca conexión, sin compartir bases de datos, sin tener un plan de seguridad o si lo tiene con directrices propias, sin tareas y metas concretas.
El camino es que se estructure un puesto de mando y control liderado por el Presidente de la República (con secretaria ejecutiva), que lo integren el Ministerio del Interior, Ministerio de Defensa, Ministerio de Hacienda, Ministerio de Justicia, Ministerio Público, los comandantes en jefe Ejército, Armada, Fach, el Estado Mayor Conjunto. Se incorporen a los servicios de Inteligencia de las fuerzas policiales, las tres ramas de las Fas, la Ani, SACFI (Sistema de análisis Ministerio Público), director de la UAF, director de migraciones, inteligencia de Gendarmería.
Este equipo operativo y decisorio compartiendo bases de datos, poniendo en plena actividad el BUD (banco unificado) , la base de ADN criminal, utilizando los medios que la ley les otorga en intercepción telefónica, agentes encubiertos, análisis de la información en forma colectiva, sin duda ,al corto plazo tendrán los antecedentes para seguir la ruta del dinero, identificación de patrones de conducta etc. En lo inmediato medidas concretas:
3.Se ponen en operación los drones de Carabineros y Fach 24 horas, que tienen una alta resolución.
Con la acción coordinada y dirigida por la primera autoridad, la ciudadanía reconocerá un verdadero interés en la seguridad pública, no la respuesta a la demanda política o presión pública. Ese es el liderazgo que necesitan los chilenos y que van a apreciar porque existe la decisión real de perseguir y terminar con la delincuencia, capturar y desbaratar las organizaciones criminales.