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La declaración de Arturo Sanhueza Ros

«Por tal motivo, se me informa que debo firmar mi baja voluntaria, que sería sacado del país hacia Argentina, por un período de tres años para luego retornar e incorporarme al Ejército en el mismo grado de Capitán, dándome a conocer además, que se me entregarían los medios económicos, para adquirir una vivienda, adquirir un negocio, y que podría permanecer junto a mi familia en el exterior, con un apoyo permanente de la mi institución».


Se informa a US., que de acuerdo a lo que decretado, oficiales investigadores han reunido diversos antecedentes y realizado diversas diligencias para ubicar y entrevistar a varias personas relacionadas con los hechos investigados.



Luis Arturo Sanhueza Ros, chileno, nacido en Santiago el 25,agosto,1956, casado, mayor (r) del Ejército de Chile, cédula nacional de identidad n°…, domiciliado en …, quien en forma voluntaria expuso lo siguiente:



"Con relación a las consultas que me hacen detectives de la Policía de Investigaciones, debo manifestar que ingresé a la Escuela Militar el año 1975, egresando el año 1977, como Oficial de Infantería con el grado de subteniente del Ejército de Chile. Producto de mi especialidad, y de manera voluntaria fui destinado al Regimiento"Sangra" de Puerto Montt, cumpliendo allí las funciones propias de un oficial instructor, donde permanecí hasta febrero del año 1979. Por haber realizado el curso de combate especial fui destinado a la Compañía de Comando N°8 de Valdivia, en ese lugar mis funciones se abocaron en tareas de comando e instructor de Fuerzas Especiales. Estando en esa Unidad, se nos dio la orden de ir a patrullar la zona de Neltume, ya que por informaciones de lugareños y de Carabineros de Chile, se evidenciada personas extrañas en esa zona selvática, por tal motivo, por orden del Comandante de la Compañía, nos trasladamos a la zona de Neltume con dos patrullas de Comando, las que a la semana tuvimos contacto con fuerzas terroristas del MIR, que se encontraban en base a patrullas muy bien organizadas en la zona. Este descubrimiento fue acogido institucionalmente, como un hecho importante en la cual se apoyó con varias unidades de la zona, además de la Escuela de Paracaidistas de Santiago y la Central Nacional de Informaciones como especialista en el área subversiva.



Después que se dio término a estas operaciones, fui destinado a la Central Nacional de Informaciones a la Unidad que combatía la suversión en el Cuartel Borgoño, trabajando el área subversiva del área Metropolitana, desde el año 1981 hasta el año 1990. Por tal motivo me involucré en distintas investigaciones por las cuales en estos momentos me encuentro sometido en tres procesos judiciales.



A mediados del año 1990, comienza a salir mi nombre en diferentes medios de comunicación respecto a investigaciones judiciales que se investigaban relacionados con hechos de muerte en el área subversiva, fue así que a fines del año 1990, fui citado por el Auditor General del Ejército, general Fernando Torres Silva, representado en esta ocasión por el coronel Enrique Ibarra Chamorro, para notificarme en su oficina de la Auditoría del Ejército, la resolución del alto mando institucional, en el sentido que debería firmar mi baja voluntaria en atención múltiples antecedentes que mi seguridad y la de mi familia, corría serios peligros, además, de una persecución judicial que por mi intermedio afectaría gravemente al Ejército.



Por tal motivo, se me informa que debo firmar mi baja voluntaria, que sería sacado del país hacia Argentina, por un período de tres años para luego retornar e incorporarme al Ejército en el mismo grado de Capitán, dándome a conocer además, que se me entregarían los medios económicos, para adquirir una vivienda, adquirir un negocio, y que podría permanecer junto a mi familia en el exterior, con un apoyo permanente de la mi institución. Debo señalar, que de manera inmadura y consternado por los antecedentes que me proporcionaba el coronel Enrique Ibarra, firmé mi baja en un papel en blanco, ya que no se encontraba el reglamento ni los antecedentes para firmar este documento, por lo que me hicieron firmar tres papeles en blanco y solicité que mi partida no fuese ese mismo día, sino que me dieran la oportunidad de reunirme con mis padres, esposa e hijos y mis hermanos para informarles de tal resolución y así despedirme con aquellas personas que más amo, procediendo a despedirme de ellas ese mismo día.



Al día siguinete a las 10 am. Me fue a buscar a mi domicilio el conductor con el vehículo del general Hernán Ramírez Rurange, director de la DINE el que me trasladó hasta la comuna de Pichidangui, a la hosteria "Kon Tiki" del Ejército, manifestando que cumplía instrucciones del general Ramírez y del coronel Ibarra sin darme detalles dejándome instalado en ese recinto.



Una vez instalado en esa hostería llegó en forma sorpresiva el coronel Maximiliano Ferrer Lima (jefe del SSE), acompañado de dos suboficiales y escoltado por otro vehículo con más personas. Me reuní sólo con el coronel Ferrer en forma privada, quien me impartió instrucciones del alto mando institucional, exponiéndome lo siguiente:



Que a partir se ese instante paso a depender del servicio secreto del Ejército de Chile que al día siguiente seré trasladado al aeropuerto de Santiago y posteriormente a Buenos Aires, Argentina. Que recibiría un sueldo mensual de mil dólares que se me entregaría una cantidad de 20 mil dólares para empezar una actividad laboral y tener una vida normal. Que a futuro se me compraría una vivienda para reunirme con mi familia y que tendría el aspecto normal de convivencia en ese país, aun cuando permanecería en la clandestinidad. También me manifestó que recibió la orden de sacarme del territorio nacional y dijo que él recibió la orden de sacarme de Chile y mantenerme en el extranjero en beneficio del Ejército y protegerme con los medios económicos y una estabilidad por ser un oficial que había cumplido con creces una entrega abnegada al Ejército y a la patria. Hubo un compromiso de que al tercer año de permanecer en la clandestinidad volvería a Chile para reincorporarme en el mismo grado que ostentaba de capitán, retirándose Ferrer de ese recinto luego de explicarme todo lo dicho.



Al día siguiente llegó Ferrer a la hostería y me trasladó en su vehículo junto a su conductor hasta el aeropuerto. Una vez que llegamos fui traslado a un reservado del interior del aeropuerto donde el coronel Ferrer me entregó un dinero en moneda nacional para que comprara yo mismo el pasaje aéreo, manifestándome que existía ya una reserva a mi nombre. Este viaje ocurrió el 20 de abril de 1991.



Ferrer me hizo entrega en el vehículo de la suma de mil dólares en efectivo para mi estadía en Buenos Aires y que después el "servicio" mantendría contacto conmigo, quienes me llevarían periódicamente un sueldo en dólares.



Antes de tomar el vuelo, Ferrer me dijo que si había un problema en ese momento con Policía Internacional estaba activado un dispositivo para sacarme del aeropuerto y llevarme a un lugar que desconozco. Nada de esto sucedió. Pasé los controles policiales sin problemas. Además que en esa fecha aún no existía ningún requerimiento judicial en mi contra.



Una vez en Buenos Aires, residí en diferentes lugares residenciales, hoteles y después alquilé un departamento ubicado en un barrio llamado Núñez. No recuerdo en este instante su dirección. Allí viví cuatro meses. Pese a que tenía instrucciones de viviría mínimo un año, lo que no ocurrió ya que después decidí trasladarme al Sur argentino a la ciudad de San Martín de Los Andes a la casa de unos familiares de mi esposa. Es allí donde me encuentro con mi esposa por primera vez y mis dos hijos.



En atención a los múltiples antecedentes obtenidos por Investigaciones, señalaré con toda honestidad que daré a conocer los acontecimientos de manera real en los cuales me involucré estando en la clandestinidad por orden institucional. Quiero dejar expresa constancia de que estas actividades en el extranjero de permanecer en la clandestinidad y atendido por oficiales activos del Servicio Secreto, los daré a conocer tal cual como sucedieron ya que en cada instante junto a mis hijos y esposa transitamos por exclusiva resolución de ellos.



Las primeras visitas que recibía al principio en Buenos Aires, fueron de Ferrer. Después comencé a ser visitados por los agentes secretos Arturo Silva Valdés y Pablo Rodríguez Márquez y Raúl Lillo Gutiérrez, quienes me llevaban cartas de mi familia y los medios económicos para subsistir. Estos correspondía a la suma de mil dólares mensuales. Todos llegaban en forma sorpresiva a mi domicilio no existiendo una fecha exacta.



Recibí del SSE una cédula de identidad de la policía federal con el nombre falso de un argentino "Pedro Grau", como ese documento no encajaba con mi situación, luego se me hizo entrega de otra cédula de un chileno radicado en Argentina con el nombre falso de Gustavo Navarro Castro, número 92.708.124 con el cual viajé desde Argentina a Uruguay en una sola oportunidad y lo hice con Arturo Silva por vía aérea.



Debo aclarar que primero el encargado fue Ferrer Lima y después fue reemplazado por Arturo Silva. De esto me enteré en una oportunidad en que estando en San Martín de Los Andes, llamé por teléfono al coronel Ferrer y le manifesté que me había ido desde Buenos Aires a Neuquén. Ferrer se molestó mucho por el asunto.



Al tiempo después, y en forma sorpresiva llegó Arturo Silva para comprobar dónde estaba viviendo y se retiró sin darme explicaciones. Al día siguiente me llamó por teléfono y me dijo que estaba en Buenos Aires y me ordenó que viajara a la capital. Allí debería establecerme porque existían antecedentes de que la Policía de Investigaciones podía detectarme.



Nos regresamos con mi familia a Buenos Aires, primero lo hice yo y luego de un mes mi familia en un principio nos alojamos en una residencial y luego alquilamos un departamento en la calle Cramer, en el barrio Belgrano para lo cual se tuvo que hacer y un contrato de arriendo con una inmobiliaria. Fue el capitán Pablo Rodríguez Márquez el que me ayudó a realizarlo y me proporcionó el dinero para el arriendo y lo hice con mi identidad de Gustavo Navarro Castro.



Respecto al nombre de la empresa que reza en el documento como empleador "Infante y Sanz Ltda. Import-Export" y como empleador Juan Pablo Sanz Alemparte, desconozco si esta firma y persona existen. Este nombre, en todo caso, era la identidad operativa que usó Pablo Rodríguez. Esto se puede establecer que cuando viaja mi esposa e hijos desde Buenos Aires a Montevideo, vía fluvial, lo hicieron con Pablo Rodríguez, seguramente éste último con identidad operativa. También debo señalar que en algunas ocasiones mis sueldos me lo enviaban a través del Banco Nación Argentina, despachado por un tal "Juan Pablo Sanz Alemparte".



En calle Cramer permanecimos alrededor de cuatro meses aproximadamente, ahí se me dieron instrucciones de realizar una nueva vida familiar y encontrar una estabilidad, situación que no se llevó a cabo, porque al quinto mes, por orden del mayor Arturo Silva y del capitán Pablo Rodríguez, me ordenaron abandonar el departamento, y me ordenaron que me radicara en Uruguay, el motivo que me dieron para esto, era que existían problemas de seguridad y nuevamente una inminente detención por parte de la Policía de Investigaciones, según Silva, los detectives se encontraban en mi búsqueda en la Capital Federal. Ante esta resolución y después de fuertes discusiones con Silva y Rodríguez, no nos quedó otra alternativa que cumplir la orden.



La operación de nuestra ida de Buenos Aires a Montevideo, fue planificada por Arturo Silva, y fue de acuerdo a mi agenda en donde anotaba todas mis actividades, el día de junio de 1992, viajé vía aérea con mi nombre operativo de "Gustavo Navarro", junto a Arturo Silva, desconozco con qué nombre viajó él, y ese mismo día mi familia viajó vía fluvial junto a Pablo Rodríguez a Montevideo, sintiendo un temor con mi familia cuando nos separaron sin previo aviso, coordinado con mi esposa que si el reencuentro en Montevideo no ocurría a las catorce horas, ella debía llamar a Santiago a mis hermanos, informándoles que había sido secuestrado, comentario que molestó a ambos oficiales, pero era por nuestra seguridad, ya en ese período existía una profunda desconfianza de nosotros hacía ellos, por los múltiples cambios de situaciones en nuestro diario vivir.



Llegando a Montevideo ese día, aterrizamos en el aeropuerto de Carrasco, en donde nos esperaban dos oficiales militares uruguayos, que resultaron ser el comandante Tomás Casella y el mayor Wellinton Saravia, a quienes por primera vez los conocía. Juntos nos trasladamos en el auto particular de Saravia, un Fiat 147, hasta la localidad de Parque Plata, casa de veraneo de este último, donde me reencuentro con mi familia, la que ya estaba en ese lugar junto a Pablo Rodríguez y el capitán Eduardo Radaelli, en esa ocasión hicieron un asado y nos dieron la bienvenida, captando en este grupo uruguayo, una calidad humana que hacía tiempo que no compartíamos.



En es lugar nos alojamos durante una semana a espera de un alquiler para nosotros que estaban gestionando Rodríguez y Radaelli. Concretándose con un departamento en el barrio el Cordón, específicamente en la calle Ana Monterroso Lavalleja, número 2112 departamento 102, haciendo un contrato mi señora y como no existía un aval, hubo que depositar en el Banco de La Nación uruguaya, un monto de dos mil dólares de garantía, en este lugar permanecimos durante todo el año 1992.



Ya instalados en este departamento, reiniciamos nuestras vidas, mis hijos estudiando y en mi caso en un trabajo, que se me complicaba día a día, ya que permanecía con nombre falso y en la clandestinidad. Durante ese tiempo fui visitado por Arturo Silva, Pablo Rodríguez, Raúl Lillo, Jaime Torres, y se incorporó Mario Cisternas, quienes indistintamente viajaban frecuentemente llevándome mi sueldo y correo familiar, en algunas ocasiones se alojaban en mi casa, Torres y Lillo.



Los oficiales del Ejército uruguayo, me visitaban permanentemente y en familia, se preocuparon de nuestros hijos, el coronel Casella, le entregó a mi esposa una cédula de identidad uruguaya, en el sentido que no podíamos trabajar ni tener actividad alguna en ese país, el tener un documento de identidad uruguayo, le podría permitir trabajar.



A fines del mes de octubre del año 1992, llegó Raúl Lillo al departamento y me informa el fallecimiento de mi padre que había ocurrido el 14 de octubre de ese mismo año, y me entrega una carta del general Covarrubias, donde me da las condolencias y a su vez me entrega cartas y cassettes de mi madre y mis hermanos, y se despide hasta otra ocasión. Este hecho provoca en mí y mi familia un nuevo estado anímico y comenzamos a buscar posibilidades para retornar a Chile, por tal razón a los días siguientes, el mayor Saravia y su familia, nos invitan a pasar un fin de semana largo en su casa de veraneo en el parque del Plata, invitación que aceptamos gustosamente y nos trasladamos junto a su familia a descansar unos días.



De acuerdo a los datos que tengo consignados en mi agenda personal y diario de vida, esa invitación ocurrió el día 12 de noviembre de 1992, y al día siguiente, viernes 13 de noviembre del mismo año, Saravia con su familia nos pasaron a buscar al departamento y juntos en su vehículo nos trasladamos hasta el balneario Parque del Plata, llegando ese mismo día a su casa.



El día sábado 14 de noviembre de 1992, permanecimos disfrutando del lugar y la playa, junto a los niños. Ese mismo día en la noche, nos encontrábamos cenando, golpean la puerta y era Arturo Silva, situación que me incomodó ya que no esperábamos su presencia en ese lugar y que no estaba prevista, por tal razón pasé al reposo aproximadamente a la medianoche, retirándose como a la una de la madrugada en dirección desconocida.



El día domingo 15 de noviembre de 1992, desayunamos junto a la hermana de Saravia, "Edelveis", posteriormente le avisé a mi señora que iba a caminar y posteriormente iba ir a misa a una iglesia católica que quedaba a unas cuadras de la casa de Saravia, ya que se encontraba de aniversario de un mes de la muerte de mi padre.



Fue así que al regresarme caminando de la iglesia a la casa de Saravia, alrededor del mediodía, me percato de que habían varios vehículos estacionados frente al domicilio de Saravia, situación que me llamó profundamente la atención. Por mi situación irregular, me acerqué con mucha preocupación para verificar si eran vehículos policiales o parte de la familia, y al llegar a la casa observo al capitán Jaime Torres Gacitúa, al mayor Arturo Silva Valdés, el capitán Eduardo Radaelli, sentados en unas camas del garaje, y Saravia trasladándose inquieto por las dependencias de su casa, todos con una expresión de extremada preocupación rascándose las cabezas y discutiendo entre ellos, de manera desesperada, escuchando sin saber de qué se trataba. Junto con observar esta situación, Arturo Silva me ordena de manera desesperada que prepare mis cosas y a mi familia, porque deberíamos retornar a Montevideo y terminar la jornada de descanso. No se me dio explicación de los motivos de esta resolución una vez más desagradable, junto a mi señora y los niños fuimos subidos a un furgón utilitario de color blanco en la parte de atrás conduciendo el mayor Arturo Silva y de copiloto el capitán Jaime Torres, y nos trasladaron en dirección a Montevideo, en el trayecto tuve una fuerte discusión con ambos ya que estábamos siendo tratados como verdaderos animales y sin ningún tipo de respeto y explicación de la resolución de sacarnos rápidamente. Respecto al furgón, nunca lo había visto y desconozco de dónde lo sacaron.



Una vez que llegamos al departamento de Montevideo, que fue alrededor de las dieciséis horas, Arturo Silva me explica las razones del porqué me habían sacado del parque del Plata, argumentando textualmente lo siguiente: "Fue sólo por tu seguridad, ya que en los alrededores se encontraba un señor llamado Eugenio Berríos", al cual no conocí y que se había refugiado en una comisaría, por lo tanto debía regresarse a solucionar ese problema, ya que esta persona se había transformado en un grave problema para el Ejército de Chile, fue así como se despidió junto a Torres, y se marcharon inmediatamente, a quienes no los vi por espacio de unos treinta días. Ambos vestían deportivamente.



A los meses después, salió en la prensa uruguaya, del escándalo ocurrido en el Parque del Plata respecto al ex agente de la DINA Eugenio Berrios, que se había arrancado desde una casa de Eduardo Radaelli y se había presentado en una comisaría. Al leer este episodio, me encajó todo lo que me había sucedido en esa oportunidad.



Ese mismo día que sale en la prensa lo anterior, llegó a mi departamento de Montevideo Arturo Silva Valdés, Tomás Casella y Saravia, para notificarme que ese mismo día de noche debía abandonar el país, por orden del comandante en Jefe del Ejército uruguayo, relatando Casella que el comandante en Jefe del Ejército le preguntó si existía otro oficial de Ejército chileno en las mismas condiciones de protección, enterándose de mi estadía, ordenando de manera enérgica que se me sacara inmediatamente del país.



Situación muy incómoda para mi familia y también para los oficiales uruguayos, órdenes que tuve que cumplir esa misma noche. Esto fue el día 9 de julio de 1993 y en esta operación militar participaron, sacándome a mi con destino a Argentina acompañado de Mario Cisternas y Raúl Lillo Gutiérrez, vía fluvial por el puerto de Colonia hasta el puerto de Buenos Aires, saliendo con mi nombre operativo de "Gustavo Navarro Castro", y mi esposa e hijos quedaron en Montevideo en espera de entregar el departamento, regresándose Cisternas, para colaborar en finiquitar el contrato de arriendo del departamento que vivíamos y ayudar al traslado de enseres, lo que se concreta, acompañando a mi familia el capitán Mario Cisternas y un suboficial que de acuerdo a las fotografías que me exhiben, se trata del suboficial Nelson Hernández Franco.



También debo declarar que posteriormente, ya estando radicado en San Martín de Los Andes, me continuaron visitando Raúl Lillo, Arturo Silva, Mario Cisternas y aparece un nuevo oficial, que estimo reemplazaba a Pablo Rodríguez, que era el capitán Armijo, cuyo nombre operativo era "Julián". Respecto a los nombres operativos de los demás, los conocí como Arturo Silva, como "Mariano", Pablo Rodríguez Márquez, como "Felipe", Raúl Lillo, como "Manolo", Jaime Torres Gacitúa, como "Octavio Salinas", Mario Cisternas como "Adolfo". Esto no quiere decir que con estos nombres viajaban entre estos países, ya que nunca les vi sus documentos de identidades operativas.



Durante ese episodio, es decir después del 9 de julio de 1993, en una oportunidad estando en San Martín de los Andes, llegó Raúl Lillo Gutiérrez a dejarme mi sueldo, sucedió en una noche que alojamos en un hotel de esa ciudad, me manifestó que su gran problema interior, y que no lo dejaba dormir, era que él era el nexo para las comunicaciones entre la familia de Eugenio Berríos y Berríos, y que él hacía un tiempo continuaba enviando cartas y noticias de Berríos aun sabiendo que ya no estaba. Inmediatamente cambió mi actitud y reacción hacia él, y lo traté al igual que sus colegas de unos "canallas", porque le dije que vivían con mentiras y era lo mismo cuando me avisaron un mes más tarde de la muerte de mi padre. Con esto Raúl Lillo se asustó y el mismo trató de cambiar el tema dándolo por superado, pienso que a Lillo se le salió este comentario y nunca debió habérmelo comentado.



También debo señalar que la relación con Arturo Silva comenzó a deteriorarse en forma drástica ya que fuimos perdiendo la confianza día a día, esto por su proceder hacia mi persona y mi grupo familiar, este oficial no respetó los acuerdos contraídos con la institución, trasladándonos sorpresivamente de un lugar a otro, creando un clima de inestabilidad y de inseguridad permanente, esto ocasionó un deterioro permanente entre el suscrito y los altos mandos institucionales en relación a mi disciplinada vida que llevaba en la clandestinidad y a falsos informes de mi diario vivir, creando un clima delicado e inexistente.



Arturo Silva me informa que por resolución superior debía quedarme diez años más y no retornar al país, transmitiéndome que era imposible efectuar un retorno a la patria, por tal razón y de manera desesperada, a través de mis hermanos hice llegar una carta al general Covarrubias, para manifestarle mi absoluto rechazo de continuar viviendo en la clandestinidad y fuera de mi país, insté además diferentes nexos para presionar en que se apoyara mi regreso, fue así como en un momento determinado se me autorizó mi regreso, resolución comunicada por el capitán Armijo que se hacía llamar "Julián".



Fue así como el 26 de noviembre de 1994 y de manera particular viajé a Chile por el paso fronterizo "Icalma", llegando a la ciudad de Temuco, en donde me esperaban el capitán Armijo junto con un equipo del DINE y me trasladaron a Santiago, donde me obligaron a continuar en la clandestinidad en una casa que se me arrendó en la calle Rutilio Díaz, no recuerdo su número, comuna de La Reina, en donde permanecí alrededor de ocho meses, hasta que me presenté a los tribunales en forma voluntaria para esclarecer mi situación quedando en libertad por falta de méritos.



Quiero dejar constancia de que en el grupo humano que me mantuvo en el extranjero, observé un quiebre total entre ellos, en donde permanentemente se efectuaba una crítica hacia Arturo Silva. Por tal razón entiendo que esa unidad a la cual pertenecía este grupo fue disuelta y cambiaron sus componentes.

También quiero dejar constancia con mucha honestidad y responsabilidad de que en dos ocasiones pude percibir que mi vida corría peligro. La primera de ellas se produjo estando en la ciudad de Montevideo, en circunstancias que el mayor Arturo Silva me ordena preparar mis maletas para trasladarme por seis meses a la ciudad de Porto Alegre en Brasil, sin mi familia y solo, argumentando que en ese lugar tenía contactos adecuados para entregarme nuevas identidades y poder trabajar con mayor tranquilidad, según este era una resolución de sus superiores, días después cerca de las tres y media de la mañana recibí una llamada anónima de larga distancia, en la cual un hombre me dijo lo siguiente: "No viajes a ninguna parte solo, porque tu vida está en peligro", para luego cortarse la comunicación. Esta situación me dejó muy preocupado y resolví no viajar, ante lo cual Arturo Silva se molestó conmigo.



La segunda oportunidad en que me percaté que mi vida corría peligro se produjo en la ciudad de San Martín de Los Andes, en un encuentro inesperado con Arturo Silva, debido a que recibí una llamada telefónica de Arturo Silva, entendiendo en esa conversación que me hablaba desde Chile. Me dijo que saliera de mi casa y fuera a una caseta telefónica cerca de mi domicilio y ahí recibiría un llamado telefónico con nuevas instrucciones. Termino esta conversación, salgo a la calle y me encontré que cerca de la misma caseta estaba Arturo Silva, sentado solo en la calzada. Pensé para mí: esto es una trampa. Me acerqué a él y lo enfrenté. Discutimos por la de la llamada telefónica para que me aclarara qué pasaba, por qué no era claro en sus actuaciones. Trata de tranquilizarme, me invita a caminar y dice que me presentará unos amigos a la salida de la ciudad, que eran del SIDE, según éste, el encuentro con sus amigos era para ayudarme a estar protegido. Objeté esta situación y le argumenté drásticamente que no haría ningún contacto sin antes avisar a mi familia, porque me percaté que sucedía algo anormal y me estaba tendiendo una trampa, seguramente tenía algo planificado para eliminarme, ya que el lugar que me sindicaba donde estaban sus supuestos amigos era un lugar desolado y retirado.



Esta percepción la capté por su actitud nerviosa y poco consistente y poco común al caminar y sacarme de una zona concurrida de gente, llevándome a un lugar con muy poco tránsito y le manifiesto que no tenía objetivo alguno, que cualquier conversación transparente se podía hacer en el centro de la ciudad o en mi casa. Esta percepción se fundamente en una pérdida de confianza total con respecto a su proceder. Después de varias presiones al respecto accedió a mi solicitud, trasladándome hasta mi hogar.



Respecto a mi situación de clandestinidad tanto en Argentina como en Uruguay, se transformó en una presión permanente hacia mi persona y mi familia. Resolví por ello regresar a Chile, enfrentar los tribunales e informé al director del DINE, general Eugenio Covarrubias, a través de Arturo Silva, en quien ya no confiaba y presioné a través de mis hermanos al mencionado general, percatándome que prácticamente estaba en ese país con una retención forzada ya que me hicieron saber y me aclararon que no podía regresarme a Chile, lo que finalmente se logró gracias a las presiones que realizó mi familia».

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