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Dalí en Chile: el factor Rodin y las críticas a la gestión cultural pública

El 28 se inaugura la muestra que trae 24 esculturas del artista catalán y parte de su obra gráfica. Con la atención pública centrada en la seguridad, el director ejecutivo del centro cultural Estación Mapocho asegura que la gestión privada es mucho más efectiva y dinámica que la de los museos «tradicionales».


Los gestores de la muestra de Dalí en Chile ya no quieren que les sigan preguntando por la seguridad. Desde que anunciaron que en una semana más llega la esperada exposición, la inquietud más recurrente ha sido saber cómo se van a encargar de que no se sustraiga ninguna obra. El episodio del robo de una estatua de Rodin amenaza con seguir penando hasta que se demuestre que no hay razones para temer.



24 esculturas y más de 250 trabajos gráficos del artista estarán en el Centro Cultural Estación Mapocho a partir del jueves 28 y hasta el 10 de octubre, con medidas de seguridad reforzada, aunque a estas alturas nadie quiera hablar mucho del tema.



En Unomundo, la productora que trae la colección Clot, del creador catalán, están concientes de que todos los ojos están puestos en la tranquilidad de esta muestra. Por eso, cuenta Marisol Pareja -directora de Unomundo-, se han tomado todos los resguardos posibles, incluso con ayuda de una empresa privada de seguridad. "He bajado siete kilos con los nervios. Pero en la vida, el que no arriesga no vive. Ahora quiero que el tema de la seguridad pase a segundo plano; el primer plano tiene que ser Dalí", dice, para cerrar de una vez el asunto.



»Los museos más clásicos están un poco atrasados»




La obra de Dalí es, históricamente, la que más interés genera en el público. Sus exposiciones han sido siempre las más masivas, y se espera que esta vez no sea la excepción. "Es un mito del siglo XX, y es un artista de masas. Queríamos comenzar (el ciclo de exposiciones) con un personaje con el que la gente se pudiera identificar, y Dalí es cercano, es un loco del siglo XX", explica Pareja. Agrega que es precisamente por esa popularidad del artista que el recinto escogido fue la Estación Mapocho y no un museo. "Interesa que sea una muestra transversal, que la vea todo el mundo. Este centro cultural tiene ese carácter; puede venir gente de la Dehesa y de La Cisterna. Está, además, muy bien ubicado y no tiene una connotación clasista."



Arturo Navarro, director ejecutivo del Centro Cultural Estación Mapocho, asegura que le parece la opción más lógica, puesto que se trata de un recinto más propicio para recibir grandes cantidades de público que los museos tradicionales. "Creo que es mucho más natural que exposiciones itinerantes de esta naturaleza visiten centros culturales como éste -afirma. Creo que los nuevos públicos están mucho más cerca de los centros culturales jóvenes, dinámicos, que tienen un trabajo de ese tipo. Los museos más clásicos están un poco atrasados en eso".



– ¿Qué pasa con la experiencia que se supone que tienen los museos en torno a temas como conservación y manipulación de obras de arte?
– Son dos cosas. Lo que tu llamas experiencia es la gestión cultural. Hoy, la gestión cultural de organizaciones privadas es superior a la que tienen los organismos públicos. Bueno o malo, querámoslo o no: es así. Es más dinámica, más moderna. Tenemos un Teatro Municipal con conflictos, acabamos de tener -lamentablemente- un problema en el Museo de Bellas Artes. La gestión cultural de corporaciones privadas es mucho más dinámica y eficiente. Eso ha quedado comprobado.
Respecto de lo técnico, las condiciones que se requieran para exposiciones de esta naturaleza se pueden obtener, se pueden comprar, arrendar, conseguir. A la hora de mirar espacios culturales, el acento tiene que estar puesto en dónde está la gente. El arte está orientado al público. Dalí hizo sus esculturas y sus pinturas para que la gente lo viera; hay que seguir el espíritu del creador, y llevar sus exposiciones adonde está la gente. Lamentablemente, no es lo que sucede en los espacios más tradicionales, salvo las bibliotecas públicas, que han tenido un boom porque se han modernizado.



– En términos de seguridad, ¿no le da un poco de nervio después de esta sicosis que se ha generado a partir de la escultura de Rodin?
– Yo no me siento parte de ninguna sicosis. Con Rodin había una estupenda planificación de seguridad; se invirtieron 49 millones de pesos. O sea, las medidas se tomaron. Hubo una falla humana, de un funcionario público, probablemente mal pagado, mal adiestrado y con muchos años de servicio pero pocos de gestión moderna, que olvidó encender la tecnología. Es un error dramático. Producto de ese descuido pasó lo que pasó y después se creó una sicosis porque la universidad a la que pertenecía ese estudiante vio peligrar su parte de participación en el mercado educacional chileno. Esa es la verdad; por eso se hace un escándalo. Veamos las cosas en su justa dimensión: un error humano magnificado por una universidad que se escandaliza. La tal sicosis no existe a mi juicio.



¿Cómo garantiza que no vaya a haber una falla humana en este caso?
Es imposible garantizarlo, pero tenemos 15 años de experiencia con exposiciones de gran magnitud, de enorme valor, y esto ha funcionado. Nosotros no llamamos a Carabineros porque viene Dalí; nosotros tenemos una relación permanente con Carabineros.



Desde la Biblia al Tricornio




La muestra de Dalí se inserta dentro del programa cultural Bicentenario, y comprende tres grandes exposiciones, una cada año. El 2006 se traerá una serie de bocetos originales de Leonardo Da Vinci, así como modelos tridimensionales construidos de acuerdo con sus proyectos gráficos, y durante el 2007, Francisco de Goya, de quien también se traerá parte de su extensísima obra gráfica.



La colección Clot comprende 50 esculturas, que son las únicas creadas realmente por Dalí en términos físicos. El resto de su obra escultórica fue diseñada por él, pero realizada por otros artistas. De estas piezas, 24 llegarán al país; 8 de gran formato, 5 medianas, 11 bocetos originales, todas hechas durante sus años de reclusión en el palacio de Figueras.



Además de esta serie, la muestra incluye cerca de 250 obras gráficas que hizo el artista principalmente para ilustrar célebres textos como La Biblia, Fausto, Gargantúa y Pantagruel, Paternóster y El Tricornio.




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