Publicidad

Patricio Jara: «Tus obsesiones, de algún modo son tu obligación»

Escritor y periodista, acaba de publicar su última novela, El exceso, en la que se aleja de los paisajes nortinos para situarse en la Francia del siglo XVII. La medicina y las creencias populares se entrecruzan en una historia que tiene como núcleo el auge de las transfusiones de sangre y las luchas de poder que en su investigación se generan.


Como buen alquimista de la ficción, Patricio Jara es mezquino con sus secretos. No revela cuáles son las proporciones de documentación e imaginación en las historias que escribe y, si se le pregunta directamente si un dato fue creado o es verídico, contesta, como en las encuestas, "no sabe, no responde", sin perder la sonrisa enigmática. Lo único que cuenta es que en los espacios que quedan entre realidad y realidad instala sus novelas -como El sangrador y El mar enterrado-, sin que se devele nunca el sitio exacto de los límites, que se hacen difusos hasta para él.



Hijo ilustre de Antofagasta, es uno de los pocos escritores que a su edad (31) ya han publicado cuatro novelas. La primera de ellas –El sangrador– fue premiada en el 2002 como la mejor novela inédita por el Consejo del Libro y la Lectura. El exceso, su último trabajo, lo saca del escenario nortino de sus anteriores creaciones, y lo lleva a la Francia del siglo XVII. Hay, sin embargo, un aspecto de conexión con El sangrador: la fascinación por la medicina antigua. Esa disciplina pseudocientífica que se entrecruzaba con la religión y la superstición, que a golpes de instinto o voluntarismo fue avanzando. Acaso a puro exceso, como el protagonista de su libro.



Mezclando personajes históricos y caracteres inventados, Jara se sitúa en 1666, y si el número es demoníaco a simple vista, tiene como eje un elemento que se ha prestado para todo tipo de interpretaciones místicas y científicas: la sangre. Jean-Baptiste Denis, un perfeccionista cirujano, está obsesionado con demostrar las propiedades benéficas de las transfusiones sanguíneas de animales a humanos. El libro mismo funciona como un permanente trasvasije entre cientificismo y superchería, entre verdad e invención, entre sanos y enfermos.



Más de cuatro años le demandó esta investigación que dejó, en el camino, varias decenas de enciclopedias y libros rayados con destacadores y llenos de anotaciones.



-¿Te basaste en escritos reales sobre medicina para escribir la novela?
-Absolutamente. Todo parte desde allí, desde un hallazgo que después va creciendo y transformándose en un pequeño monstruo. Me interesaban los baches, los espacios en blanco que hallé en los documentos de la época y que traté de llenar con ficción, pero al final te metes tanto que, cuando corriges, ya ni sabes qué es cierto y qué es ficticio. Tuve que corroborar muchas cosas. Con la distancia y el paso de los años, más de una vez me
pillé buscando información sobre un personaje que yo mismo había inventado.



-¿Cuánto tiempo te tomó todo el proceso de investigación previa?
-La primera noticia sobre Denis la tuve a mediados del 2001. Desde ese momento, hasta fines de 2004 sólo fue investigación constante. La idea de la novela es previa a la escritura de El sangrador y El mar enterrado. Ahora creo que esos dos libros tal vez fueron un entrenamiento para éste.



-¿Cuál es la atracción que ejerce para ti la historia de la medicina como uno de los ejes de tu literatura? (Te lo pregunto porque también en El sangrador vimos algo de esto).
-No lo sé realmente. Pero siempre estoy leyendo sobre medicina antigua. Desde que me operaron de la columna que hubo un interés por el tema. Desde el momento en que mi neurocirujano puso sobre su escritorio una columna vertebral de verdad y tomó unos instrumentos espantosos para ilustrarme qué me haría en el pabellón al día siguiente.



-Con El mar enterrado, nos hiciste creer que tu «especialidad» eran las novelas nortinas. Ahora, viras el rumbo hacia Europa, nuevamente con una historia «médica». ¿Te sientes ‘obligado’ a continuar después en alguna de esas temáticas?
-Siento que todos tus gustos, tus obsesiones, de algún modo son tu obligación. Como no comprometerse para nada ni con nadie cuando DEBO ir al Estadio Nacional a ver a la U. Pero veremos qué pasa después.



»Lo excesivo es lo que no se conoce»



-El personaje de Denis es perfeccionista y brillante. De carácter, sin embargo, es enigmático, cuesta saber exactamente lo que le está sucediendo en un y otro momento. ¿Es en realidad un perfeccionista o un egocéntrico?
-Denis, como muchos en la vida, sólo tiene una oportunidad para demostrar de lo que es capaz. El había sido ninguneado muchas veces y puso todo lo que tenía para sacar adelante su proyecto, incluso el miedo.



-¿No te conmueve la mezcla de superstición y afán científico de los médicos de esa época?
-De todas maneras, pero quién sabe si en 200 años los futuros médicos no se extrañarán al ver en las enciclopedias aquellos primitivos instrumentos llamados pomposamente scanners.



-La idea de «exceso», aparece únicamente al final de la novela, aunque se vaya ilustrando de diferentes modos en el texto. Tú titulas con esa idea. ¿Te parece verdaderamente que existe un ‘exceder’ los límites en este caso?
-Para la época y el contexto, sí. En un momento en que la magia y la superstición imperan, establecer un método científico claro, sin duda que parece un exceso. Lo excesivo, finalmente, es aquello que no se conoce y por lo mismo se ataca.



-Hablando de excesos, ¿cuál es tu ritmo de trabajo, en general?
-¡Excesivo! Creo que uno debe trabajar en la medida que el cuerpo te aguante. Aunque me cuento muchas veces una novela en la cabeza antes de escribir la primera línea. Después de eso, el primer borrador sale como a presión, como un chorro. Después vienen las correcciones. En eso me pasé, fácil, un año completo.

Publicidad

Tendencias