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El choque de dos izquierdas causa incertidumbre política en Sudamérica

Hugo Chávez se siente muy cómodo agrupando a países bajo la denominada »causa bolivariana», con la que busca un liderazgo en América Latina que le permita superar a Lula y a Kirchner, que también tienen ambiciones de poder regional y afinan sus lanzas en la recién creada Comunidad Sudamericana de Naciones.


La llegada al poder en Bolivia de Evo Morales parece abrir puertas para que una nueva izquierda -populista, radical y dura- se expanda por América y ocupe posiciones que hasta ahora estuvieron reservadas a una izquierda moderada que ha trabajado en los últimos años, con fervoroso respeto de las leyes del mercado, en favor de un desarrollo con equidad, pero sin lograr grandes reformas sociales.



La nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia y el ya anunciado aumento del precio del gas a Brasil y Argentina, países que han apoyado el proceso boliviano, es una clara señal de los cambios que podrían darse en América Latina en un futuro no lejano.



Los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Fidel Castro, de Cuba, forman el grupo más "duro" de la izquierda sudamericana junto a Morales, al cual podrían unirse también dentro de poco el ex presidente sandinista Daniel Ortega, de Nicaragua, y el nacionalista Ollanta Humala, de Perú, si es que ambos ganan las respectivas elecciones presidenciales, aunque las encuestas en Lima dicen otra cosa para el peruano, favoreciendo a su contendor, el aprista moderado Alan García.



Evo Morales, aparte de compartir una agenda de ideas revolucionarias con Chávez, tiene además a su haber la alta votación que obtuvo en las elecciones presidenciales bolivianas de diciembre pasado (54 por ciento) contra 28,5 por ciento del centro-derechista Jorge Quiroga.



Los "duros" fundamentan su existencia política en varios factores, como el militarismo nacionalista, el marxismo-leninismo que aún subsiste, el mito bolivariano y el "fidelismo".



El otro grupo, denominado "social-liberal", impulsa la modernización y está dispuesto a una apertura comercial hacia afuera, respetando fielmente la economía de mercado, preocupado de mantener un equilibrio macroeconómico y de captar inversión extranjera, como también de defender y proteger con fuerza la democracia como sistema político. Sus principales actores sudamericanos son los presidentes Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, Néstor Kirchner, de Argentina, Tabaré Vázquez, de Uruguay, y Michele Bachelet, de Chile.



Deplorable estado de desprotección social



El populismo con banderas de la "vieja izquierda dura" surge debido al deplorable estado en que se encuentra la órbita de protección social de los latinoamericanos, al mismo tiempo que existe la percepción en una parte del electorado de que los políticos y partidos tradicionales, que se transforman cada vez más en máquinas electorales, ya no están buscando soluciones para los problemas de la gente. Así, a veces por desconcierto o desesperación, se recurre a candidatos nacionalistas o populistas como ocurrió en Bolivia, caso que podría repetirse en Perú y ya antes sucedió en Venezuela con Chávez. Si bien la región sudamericana crecerá en el 2006 por tercer año consecutivo a una tasa de entre 4 a 5 por ciento, la distribución de la riqueza sigue peor que antes y los avances sociales simplemente no se ven.



El habitante o el trabajador común continúa viviendo en medio de un cúmulo de problemas económico-sociales que se resumen en un fuerte endeudamiento individual o familiar, sueldos bajos, una educación deficiente, lo mismo con la salud, desempleo y sin perspectivas de poder abandonar en un tiempo prudente el verdadero hoyo en el que se encuentra viviendo.



El modelo, dicho por analistas europeos críticos de la globalización, transforma a este trabajador en esclavo del sistema económico que en el fondo sólo beneficia a los más ricos, mientras la pobreza en América Latina sigue siendo demasiado elevada con 213 millones de personas que viven sólo con 2 dólares al día. Así, la felicidad del ser humano, que debería ser un objetivo del bien común, es cada vez más efímera y frecuentemente el vivir se transforma en una tortura.



El secreto de los "duros" es que obtienen del petróleo venezolano gran parte de su fuerza política y económica, un arma que Chávez maneja muy hábilmente en un momento de crisis energética mundial. Venezuela es el quinto exportador del mundo y Estados Unidos está obligado, por necesidad de abastecimiento interno, a comprarle cerca del 60 por ciento de la producción. A pesar de esto, Chávez no tiene ningún tapujo para insultar a viva voz a su colega George W. Bush por el desastre de Irak: "Eres un ignorante, míster Danger, eres un burro, un inmoral, eres de lo peor", le dijo en marzo pasado.



Chávez se siente además muy cómodo en la posición de agrupar a presidentes de países bajo la denominada "causa o revolución bolivariana", con la cual busca un liderazgo en América Latina que le permita superar a Lula y a Kirchner, que también tienen ambiciones de poder regional y afinan sus lanzas en la recientemente creada Comunidad Sudamericana de Naciones, pero que no tienen la capacidad energética de Venezuela y Bolivia. Los duros son virulentos antiestadounidenses y, desde luego, se oponen a los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC), que algunos países han firmado o están en trámite de hacerlo, como también al ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas).



Chávez levanta su liderazgo sobre el pedestal del ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas) y el recientemente creado Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP). Ambos instrumentos son las alternativas que los "duros" ofrecen en reemplazo del ALCA y de los TLC estadounidenses. Al mismo tiempo, la revolución bolivariana le ha venido como "anillo al dedo" al octogenario Fidel Castro para suavizar los duros reveses, críticas, frustraciones y sinsabores que ha tenido la revolución cubana.



Chávez con su "antiestadounidismo" está desahuciando todos los tratados de integración y acuerdos de cooperación comercial en América Latina por el sólo hecho de que hayan allí miembros dispuestos a firmar o a negociar TLC con Estados Unidos. Lo ha hecho con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y con el Grupo de los Tres que Venezuela integraba junto a Colombia y México. El líder venezolano desea incorporarse al Mercado del Sur (Mercosur), pero allí también se encontrará con problemas, porque los socios más pequeños del grupo -Uruguay y Paraguay- comienzan a negociar con EEUU, gestiones que podrían terminar en TLC. Uruguay ha sido muy claro en esta materia al dar a entender que estaría dispuesto a abandonar el Mercosur si éste obstaculiza sus contactos con Washington.



En estas condiciones se derrumban de día en día las ya débiles estructuras integracionistas sudamericanas, un hecho en el que el caso Chávez, como hemos visto, juega un papel clave. Entretanto, EEUU no pierde el tiempo y aprovecha la coyuntura que le da el "antiestadounidismo" del líder venezolano para extender sus lazos comerciales con todos los países de América, buscando para el futuro una hegemonía en el campo comercial y económico, en una región donde Washington tiene hoy pocos aliados. En otras palabras, EEUU ha reemplazado el multilateralismo del ALCA por negociaciones unilaterales con países interesados en los TLC.



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walterk@vtr.net


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