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Los errores de la Concertación que permitieron la presidencia de Novoa

Hace sólo unos años era inimaginable una escena como la protagonizada este miércoles por el nuevo presidente de la Cámara Alta. La disciplina concertacionista hacía imposible que el ex timonel de la UDI, considerado como el más duro representante de la derecha pinochetista por el oficialismo, llegara a tan importante cargo. Para algunos es sintomático de «la escasa densidad de las convicciones democráticas en la elite dirigente en su totalidad».


Comenzar el 11 de marzo con la imagen de la Presidenta regalando computadores y terminarlo con la de Jovino Novoa asumiendo la presidencia del Senado, puede resultar a lo menos intragable para la Concertación. Pero en el tercer aniversario del gobierno de Michelle Bachelet, tan bien evaluada por la ciudadanía, tal vez cabría preguntarse cuál es la responsabilidad de la coalición oficialista en este  nuevo episodio de la historia política contemporánea chilena. Aunque ahora los dardos del sector apuntan a los senadores Adolfo Zaldívar y Fernando Flores, a quienes sin más tildan de «traidores», no estaría demás una seria introspección al interior del conglomerado.

Que los 19 años de gobierno han ido debilitando a la Concertación, no es un secreto para nadie. Lo que no deja de llamar la atención es cómo la mandataria es valorada tan positivamente, mientras que el conglomerado que la instaló en La Moneda y el gobierno que le da la plataforma están pasando por su peor época.

En la situación particular de la presidencia de la Cámara Alta, no basta con sostener como lo hace el senador DC Jorge Pizarro que «la culpa no es del chancho, sino del que le da el afrecho», aludiendo directamente a la «traición» de Zaldívar y Flores al dejar el pacto oficialista para aliarse con la derecha, porque esta debe ser una señal de que algo anda mal en el sector.

Según Pizarro, esta situación se produjo simplemente porque ambos senadores «traicionaron» a la Concertación, pues fueron electos con los votos del oficialismo y luego se descolgaron. Por lo que la asunción de Novoa es, a su juicio, el resultado de un proceso que comenzó a gestarse desde hace más de un año, por lo menos. Para el parlamentario falangista no hay en ello responsabilidad alguna de la propia coalición.

Responsabilidad histórica

En ello coincide con Pizarro el PS Juan Pablo Letelier. Este último incluso advierte que los ex senadores oficialistas serán los que deban cargar con esta «responsabilidad en términos históricos». Sin embargo, también asume que la llegada del ex subsecretario de Gobierno de Pinochet al segundo cargo de mayor importancia del país, tiene que ver  además con la situación que se generó en la Concertación a raíz de la «confusión» que se produjo, porque no se entendió la política implementada por Bachelet, particularmente en materia social.

Pero también advierte que lo ocurrido este miércoles en el Senado es una señal clara «del precio que Piñera está dispuesto a pagar para llegar a La Moneda»  y aclara que la postura de su partido frente a Novoa se debe a que si bien «somos respetuosos de la diversidad, tenemos memoria y tenemos historia». Y frente al argumento de que el nuevo presidente del Senado ha ganado dos elecciones democráticamente, Letelier refuta que «estos son signos que hacen más evidente que nunca la necesidad de una nueva Constitución para el Bicentenario», pues recuerda que Jovino Novoa llegó a la Cámara Alta «gracias al sistema binominal, porque en realidad llegó en tercer lugar detrás de (Guido) Girardi y (Andrés)  Zaldívar».

Más allá de los dimes y diretes que provocó la asunción de Novoa, el episodio constituye para Letelier «una luz de alerta de que tenemos desafíos democráticos pendientes», con lo que implícitamente le atribuye cierto grado de responsabilidad a su sector en algo que no fue capaz de advertir.

Derrota política de la Concertación

Quiera reconocerse o no, «más allá del juicio crítico que uno pueda hacer sobre la derecha, en especial por su entusiasta colaboración con la dictadura, la elección de Jovino Novoa también dice mucho del desempeño de la Concertación y sus respectivos gobiernos», sostiene el analista político DC Jorge Navarrete.

Su juicio es crítico y, tal vez, políticamente incorrecto, cuando los propios líderes de la Concertación no se atreven a desnudar las falencias que han debilitado al pacto y entregado las mayorías por diferencias internas. Para Navarrete «probablemente uno de los mayores costos que ha pagado el oficialismo se relaciona con el alto precio que impone gobernar como si no se hubiere ganado. Por diversas razones, algunas que atañen a los nudos de nuestro sistema institucional, pero también a otras que dicen mucho de la concepción de la política de nuestra clase dirigente, hemos confundido el respeto con la obsecuencia, la tolerancia con la negación del conflicto. En definitiva, se ha oscurecido el sentido más profundo de la política -a saber- un procedimiento para resolver nuestras diferencias».

Para Navarrete «sólo esto explica que los otrora víctimas de la represión puedan tranquilamente departir con los ex funcionarios de la dictadura como si aquí nada hubiera pasado. Las vacilaciones de la Concertación también contribuyeron a rápidamente blanquear el pasado político de la derecha, la que amparada en la interesada monserga de «miremos al futuro» ha sido incapaz siquiera de reconocer su responsabilidad histórica por los graves crímenes del pasado. Pero si la Concertación no ha hecho todo lo posible para exigirla ¿de quién es la culpa? ¿Sólo del chancho o también de quien le da el afrecho?».

Como corolario para el tercer aniversario del gobierno de Bachelet, Navarrete estima que «la presidencia del Senado en manos de Jovino Novoa es el símbolo no sólo de una derrota política de la Concertación, sino peor, una muestra palpable de la escasa densidad de las convicciones democráticas en la elite dirigente. Contrario a lo que algunos ingenuos afirman, este hecho no confirma la superación del pasado, más bien ratifica su negación. Con tristeza creo que la Concertación también contribuyó a ese olvido».

Un ejemplo de ello, que el oficialismo parece no recordar cuando sus máximos dirigentes apuntan los dardos hacia Novoa y al rol que cumplió durante el régimen militar, es que fue un gobierno democrático, encabezado justamente por el actual senador y candidato presidencial, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el que trajo de vuelta a Chile a Pinochet, privando al mundo de avanzar sustantivamente en la justicia y conciencia mundial en materia de Derechos Humanos.

 

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