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Vasco Moulián: frito en la parrilla

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Luego de catorce años en la estación y poco más de uno en el codiciado puesto, donde resistió todo tipo de críticas, el actor, empresario y ahora candidato al Congreso, fue víctima de su obsesión por el rating. Pero el elástico se cortó al cruzar la línea de lo aceptable en el universo pontificio, luego de poner al aire una compasiva entrevista a María del Pilar Pérez, que lesionó sensibilidades en lo más alto de la curia.


Vasco Moulián sabe  bien que la vida da muchas vueltas. La suya es un buen ejemplo. Trabajó 14 años en Canal 13, primero como actor de reparto y al final como director de Programación y Eventos Especiales, un cargo con demasiada responsabilidad y poder para alguien cuya experiencia   como gestor en  el mundo audiovisual se reducía a grandiosos montajes de teatro infantil, basados en animales y planetas con los que Moulián logró facturar lo suficiente para superar  su miedo a la pobreza, adquirido durante el exilio de sus padres en Alemania Oriental.

Este status de «aparecido» nunca cuajó en los intestinos de la turba de realizadores audiovisuales, que ronda los canales tratando de convencer a los ejecutivos de que les compren algún programa. La mayoría  más cerca de la BBC que de Disney, el modelo a seguir de Moulián y sobre el que trazó sus objetivos, específicamente  en el Área Infantil de Canal 13, donde tuvo un primer intento fallido  con «Bananas» la serie de alto presupuesto protagonizada por chimpancés arrendados en Buenos Aires, y hecha para competir con los títeres de 31 Minutos.

Rompiendo huevos

Pero Moulián iba a encontrar la veta para encandilar a la plana ejecutiva de la estación  cuando en 2005  de su cerebro salieron dos fenómenos: Pulentos y Amango, dos muestras de que la televisión católica para  niños podía chasconearse y de paso generar buenos dividendos.

Paralelamente Vasco Moulián empezó a trabajar en la campaña de Joaquín Lavín, un viraje a la derecha, desde la tradición de izquierda que le correspondía familiarmente, encarnada  por su tío el sociólogo Tomás Moulián. Este vuelco ya hizo que el ceño fruncido del ambiente actoral, que lo criticaba por hacer «teatro comercial», se transformara en desprecio.

Pero a Vasco eso nunca le ha  importado. Quienes lo conocen saben que una de sus frases clásicas al empezar una conversación es «tú, que eres más inteligente que yo», para dejar en claro que lo suyo es intuición, inteligencia emocional y mucha magia. La misma que prometió, (con un mago en las oficinas del cuarto piso del canal) como eje principal de su gestión como director de Programación y Eventos Especiales. Cargo  en el que fue nombrado en abril de 2008, por expresa recomendación de Mercedes Ducci, la Directora Ejecutiva con quien cultivó una relación muy cercana.

Desde entonces Vasco Moulián tuvo todo el poder. Dentro de sus prerrogativas estaba la supervisión del Festival de Viña.  En ocho meses llevó a Canal 13 del cuarto al primer lugar de sintonía, rompiendo la lógica y los pactos en televisión que permanecieron fosilizados durante años, como cuando puso en el aire «Cuenta Conmigo», la teleserie de las 20 horas sin avisarle a nadie, rompiendo el antiguo compromiso de los canales que mandaba partir la guerra el mismo día.

Así también bajó los costos y evitó despidos, sacando de las bodegas y poniendo al aire las cintas con viejas rutinas de humor, estrategia que el resto de las estaciones copió de buena gana. Pero la jugada, que dio forma al concepto de «televisión flexible» con el que será recordada su gestión, vino con Los Simpsons. La familia de Matt Groening copó la pantalla de Canal 13, al menos tres veces al día, a cualquier hora. Igual que el reality  1810, que hizo enojar a la ANFP cuando se programó encima  de un partido de la selección Sub 17, pero que le devolvió el  aire al género y  el status a la  farándula como fuente de ingresos. Otra cosa que la competencia agradece en silencio, en especial TVN que con Pelotón VIP recuperó el olfato para hacer el casting, basado en celebridades del pulento star system criollo, siguiendo el ejemplo de 1810.

Victima de La Quintrala

Pero las críticas a la «programación flexible» llegaron rápidamente. Primero desde los avisadores, que vaticinaron el daño a la marca del canal, de seguir la tendencia por mucho tiempo, y después desde la propia estación. En el departamento de prensa nunca se acostumbraron a partir después que el resto y figuras como Don Francisco deslizaron críticas sobre todo después de que el programa de viajes que preparaba Kreutzberger quedara fuera del horario prime.

Sin embargo, ninguno de estos cuestionamientos fue suficiente para horadar el puesto de Vasco. El paso en falso lo dio él mismo. probablemente enajenado con las posibilidades que le daba tener el rating minuto a minuto en su BlackBerry. El 17 de junio se mostró un adelanto de la entrevista que Katty Kowalezcko -una de las figuras que creció durante su gestión-, le hizo a María del Pilar Pérez desde la cárcel, para el programa «Nadie Está Libre». Desde el punto de vista televisivo, la entrevista a La Quintrala fue  un golpe. Pero que a ojos del orden pontificio sobre el que descansa el canal, por más tonos naranja que tengan las promociones y los colores corporativos, fue  una caída irremontable.

Al día siguiente de la emisión Klaus Schmidt- Hebel, padre del joven asesinado por el sicario supuestamente enviado por la mujer, bautizada como La Quintrala, mandó una carta a El Mercurio quejándose del tono en que se trató a la acusada como «víctima». Fue la palada de tierra que sepultó a Moullián y la que lo alejó de Mercedes Ducci, quién tampoco estuvo de acuerdo con su estrategia para enfrentar a Pelotón.

Pero sobre todo lo enterró frente al Consejo Directivo del canal, con las autoridades de la estación. Igual como le pasó a su mentor Enrique García y a Nicolás Vergara, dos predilectos del canal que cruzaron la línea cuando en la entrevista a Gemita Bueno, se sobreentendió que ella aludía a Jovino Novoa. Después de todo, Klaus Shmidt Hebbel no es el padre de los gemelos electrocutados por una lavadora instalada cerca de la piscina donde se bañaban en La Legua, sino el economista jefe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE).

Y eso, Vasco Moulián, que materializó su status con una casa en Chicureo y un par de caballos fina sangre, lo sabía muy bien. Por eso presentó su renuncia dos veces, antes que el consejo directivo oficializara su salida ayer, en un comunicado oficial donde se destacan sus logros su entrega y los desafíos «ligados al servicio público» que espera asumir, desafíos que no están asociados a la dirección de un centro del Sename sino a la circunscripción o distrito que determine la UDI, partido con el que ya concretó sus intenciones de llegar al parlamento.

A diferencia de Andrea Molina, otra de los «rostros» reclutados por el partido para su plantilla, Moullián no genera ruido en el gremialismo más tradicional «porque él ha estado cerca del partido hace mucho tiempo desde que ayudó a Joaquín en la campaña pasada», dice un parlamentario.

Moulián tampoco tiene dudas, aunque mantiene una larga amistad con Marco Enríquez-Ominami desde que lo dirigiera en Bienvenida Cassandra (1996), relación que hizo suponer su incorporación a la lista del diputado ex PS.

En esa película Moulián trabajaba como el carismático catequista de un grupo juvenil, personaje que tiene mucho de su espíritu lúdico y  «revolucionario». El mismo con el que probablemente llegue al Congreso postulando ya sea por la XI o la III región, y las que puede convertir en un Springfield a escala real,  y al hemiciclo en una versión sólo un poco más sofisticada del bar de Moe.

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