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Los temores del bacheletismo ante el camino propio de ME-O Se definió estrategia de control de daños tras ruptura de negociaciones con el PRO

Los temores del bacheletismo ante el camino propio de ME-O

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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No fue gratuito que a finales del año pasado Bachelet diera señales claras a su entorno político en Santiago de hacer todos los esfuerzos necesarios para generar “el mejor terreno político posible en la oposición”, con miras a las primarias de junio. En especial, ese mandato estaba dirigido a lograr un entendimiento con Enríquez-Ominami y así evitar que corriere en paralelo, dispersando los votos de la oposición. Sin embargo, cuando la ex Presidenta ya ha dado un paso al costado en la ONU y todos esperan su arribo, ese es el actual escenario.


Evitan a toda costa usar la palabra temor, pero en el entorno político de la ex Presidenta —que el viernes confirmó su renuncia a la ONU y anunció que vuelve a Chile— sí hay preocupación por el efecto que tendrá en la carrera presidencial que el líder del PRO, Marco Enríquez-Ominami, no se someta a las primarias de la oposición el 30 de junio y corra en paralelo hasta la primera vuelta de noviembre. Es que si bien están convencidos que Enríquez-Ominami no tendrá el impacto del 2009, no por ello dejará de “hacerles daño”.

Nadie olvida en la Concertación la desastrosa carrera presidencial pasada y la derrota en las urnas a manos de Piñera, pero sobre todo el error garrafal —reconocen— que cometieron al “no saber leer correctamente el impacto que iba a tener la irrupción de Enríquez-Ominami en el escenario político”. Hace tres años, el para muchos ‘niño terrible’ de la política, supo instalarse en el momento justo para canalizar el malestar de la ciudadanía, el aburrimiento generalizado con los rostros tradicionales de la clase política y —con un discurso crítico— pasó todas las facturas por las promesas incumplidas del bloque durante casi dos décadas en el poder.

Con esto en la mente, no fue gratuito que a finales del año pasado Bachelet diera señales claras a su entorno político en Santiago de hacer todos los esfuerzos necesarios para generar “el mejor terreno político posible en la oposición”, con miras a las primarias de junio. Ello apuntaba a aglutinar a toda la oferta presidencial de la oposición —Claudio Orrego (DC), Andrés Velasco, José Antonio Gómez (PR) y el PC— en torno a las primarias para legitimar su candidatura, pero en especial ese mandato estaba dirigido a lograr un entendimiento con Enríquez-Ominami y así evitar que corriera en paralelo, dispersando los votos de la oposición.

[cita]En el bacheletismo saben que el verdadero talón de Aquiles de su candidata estará en materia programática, ahí está concentrada buena parte de las preocupaciones, ya que es un área donde Enríquez Ominami cuenta con mucha libertad y margen de acción, pues tiene menos amarres políticos. Puede hablar con soltura de la necesidad de una nueva Constitución, incluso plantear la demanda de una asamblea constituyente, mientras que en la Concertación hay fuertes discrepancias al respecto.[/cita]

En la primera vuelta del 2009, ME-O sacó un contundente 20 % de los votos, un arañazo fatal a la candidatura del DC Eduardo Frei a la cual horadó programáticamente desde el comienzo. Hoy los pronósticos en el bacheletismo apuntan a que su recaudación electoral en noviembre no será tanto, que llegará cuando mucho a la mitad de ese apoyo, un 10 %, pero que será clave para que la ex mandataria se vea forzada a pasar a una segunda vuelta.

Los temores

Si se va a comparar con el escenario del 2009 no se pueden desconocer algunas diferencias bastante relevantes. “Bachelet no es Frei”, afirman en PS, sacando a colación que la ex mandataria tiene un lugar privilegiado en las encuestas, un incombustible apoyo ciudadano, es querida y cuenta con un carisma que el senador jamás tuvo. Eso, creen en el bacheletismo, hará más complejo a Enríquez-Ominami hacerle sombra y quitarle apoyo. De hecho, observan que no es casual que ME-O casi nunca haya dirigido sus críticas a la figura de Bachelet, sino que lo hace a la Concertación, sus partidos, sus dirigentes y las “viejas prácticas” de la política, ya que sabe que atacarla no le hace merma y puede terminar jugándole en contra.

“Más que quitar votos, lo que hará Marco será desprestigiar lo que se hizo en  el gobierno de la Presidenta”, afirman en el PS.

Ello, porque en el bacheletismo saben que el verdadero talón de Aquiles de su candidata estará en materia programática, ahí está concentrada buena parte de las preocupaciones, ya que es un área donde Enríquez-Ominami cuenta con mucha libertad y margen de acción, pues tiene menos amarres políticos.

Puede hablar con soltura de la necesidad de una nueva Constitución, incluso plantear la demanda de una asamblea constituyente, mientras que en la Concertación hay fuertes discrepancias al respecto. Además, uno de sus tópicos más fuertes —muy en sintonía con las demandas ciudadanas y el movimiento social— es la educación gratuita pública y de calidad, área que es una de las mayores debilidades de Bachelet.

En la Concertación hay más de uno con tejado de vidrio en materia de lucro, sin contar que al gobierno de la ex mandataria le pasarán la cuenta por las magras soluciones que dio en su gobierno a la revolución pingüina.

A la lista se suman otros temas como el rechazo a HidroAysén y la agenda valórica, donde la DC y varios concertacionistas siempre ponen límites, mientras que Enríquez-Ominami despliega un discurso 100 % liberal.

Control de daños

En privado en el bacheletismo nadie apostaba realmente a que el diálogo con el PRO diera frutos realmente, la expectativa era “muy, muy baja”. Es más, dado que las conversaciones fracasaron la semana pasada, en el PS y el PPD confesaron que tenían el parche puesto antes de la herida y sólo esperaban ver “cómo Marco y el PRO iba a tratar de justificar su camino propio”. Golpeado ya el tablero, en el bacheletismo reconocen que tienen una ruta a seguir, una suerte de “control de daños” en aspectos donde sí se pueden tratar de neutralizar la amenaza que puede representar ME-O. Lo primero que se definió es evitar a toda costa que se victimice. “Mientras logremos que no sea nuevamente la víctima de la política, su margen será mucho más limitado”, confiesan en el bacheletismo.

Además, será clave el énfasis que se hará en no hablar de Concertación, sino que de una Bachelet candidata de toda la oposición después de las primarias, algo amplio, que abarcará a todas las fuerzas posibles —desde sectores del PRI hasta el PC recalcan—, todos unidos frente a la derecha gobernante.

Ello, consideran, deja a ME-O con muchas menos opciones de instalarse como “la alternativa al duopolio político de la Concertación y la derecha”, que en su campaña del 2009 fue un ítem que le trajo bastantes frutos.

Un dato no menor en esta estrategia es la decisión que el senador del PS, Camilo Escalona, se mantenga lo más al margen posible, que no sea actor de primera fila en esta coyuntura y que en la medida de lo posible no hable de Enríquez-Ominami, sino que concentre su papel en la candidatura de Bachelet en otros ámbitos, como su factótum, uno de sus hombres de confianza, su brazo más político y articulador de alto nivel en las sombras.

“Escalona no se tiene que meter esta vez”, precisan en el PS, recordando que el ex timonel encarnó el error de cálculo con el “ninguneo político” que se hizo a ME-O el 2009 cuando lo trataba públicamente de “Marquito”.

Bachelet llega a Chile la última semana de marzo, jamás antes del día 25 dicen, fecha en que se debería realizar una de las audiencias por el caso del 27/F. Cuando arribe y anuncie oficialmente que competirá por La Moneda una vez más, deberá resolver un  sinfín de temas y romper el estricto silencio político que ha mantenido.

Y también deberá decidir si recoge o no el guante que le puso sobre la mesa el PRO y que sea ella, en persona, quien se juegue la última carta para tratar de sumar a Enríquez- Ominami a las primarias.

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