La suspensión de clases presenciales tendrá un impacto brutal sobre los más pequeños y en mayor vulnerabilidad de Chile, dicen los expertos. Ya sabemos que el abandono en pre kínder y kínder, es el más alto de los últimos diez años y suponemos que en las salas cuna y jardines infantiles la situación es parecida, pero la falta de estimulación profesional en esta etapa clave será pura pérdida de capital humano a futuro.
Este fin de semana nos golpeó el caso de una mamá que le daba explicaciones a la profesora porque su hijo no asistiría a sus clases virtuales. “No es por flojito. No tengo pan para el desayuno. Sólo me queda arroz y prefiero que duerma hasta tarde y cuando despierte darle el arroz de almuerzo. No tengo nada más”.
Estremecedor.
Era un niño mayor que los 2.969 lactantes y preescolares que atienden los 35 jardines infantiles y salas cuna que tiene el Hogar de Cristo a lo largo y ancho de Chile, por lo tanto, de educación básica, una realidad algo diferente. Distinta también al dato estadístico que traían los diarios este domingo: la alarmante cifra de abandono a causa de la pandemia en la educación parvularia, que alcanzó su peak más alto de los últimos 10 años. En prekínder han salido casi 4 mil niños, un 25% más que en 2020 y un 98% más que en 2012. Y en kínder, el abandono aumentó un 48% entre 2020 y 2021.
“De jardines infantiles y salas cuna no tenemos datos, pero sí casos, situaciones, porque hoy más que nunca la estrategia en los jardines es caso a caso, niño a niño, familia a familia”, explica la jefa nacional de educación inicial del Hogar de Cristo, la educadora Claudia Fasani. “Nos pasó con una mamá de un jardín del Norte que trabaja en una pescadería y que nos ha pedido que no le mandemos más material, que no tiene tiempo ni ánimo, después de sus extenuantes jornadas de trabajo, para dedicarse a estimular al cabro chico. No me manden más cuestiones, dice con razonable agotamiento”, comenta. Y cuenta que, en esas situacione, el esfuerzo se pone en visitar a la familia los días cuando estén menos agobiados, para llevarles un kit con materiales y actividades y para que el niño juegue y explore exigencias. Porque de lo que se trata es de no perder el contacto.
“Algo rescatable de toda esta emergencia tan difícil, es que hemos salido mucho afuera, hemos entrado en contacto con la comunidad, en los territorios, lo que es fundamental para hacer parte a toda la comunidad parte del desarrollo y crianza de los niños y niñas”, señala Claudia Fasani. Otro aspecto positivo de la pandemia es que, como señala el análisis que hizo el Banco Mundial sobre la respuesta ante el impacto de la pandemia en el sector educativo de América Latina y el Caribe, “la crisis de la COVID-19 podría ofrecer la oportunidad de transformar todo el sistema educativo de manera que se priorice y apoye el aprendizaje de los estudiantes y se desarrolle una nueva visión en la que el aprendizaje sea posible para todos y en todo lugar”. Esto significa que se “ha abierto una gran oportunidad para realizar cambios, inclusive mediante el aprovechamiento de las tecnologías de la información y comunicación, siempre que se aborden las brechas digitales”, se lee en el contundente documento, que llama a hacer algo ahora. Su título en inglés es elocuente: “Acting Now”, lo mismo que en español: “Actuemos ya para proteger el capital humano de nuestros niños”.
En educación inicial no se han difundido cifras como las de pre-kínder y kínder que se entregaron el fin de semana, pero es razonable pensar que, al no ser obligatoria, debe estar teniendo tasas de abandono iguales o aún mayores. Explica Claudia Fasani: “Antes de la pandemia el 46% de 3 años no asistía a salas cuna ni jardines infantiles. Y un alto porcentaje de los padres de los 62 mil más pobres preferían no llevarlos por desconfianza o temor a las exigencias, privándolos de una etapa clave del aprendizaje, lo que se logra fundamentalmente en la participación presencial y en la interacción con otros niños”.
Un error lamentable si lo que se quiere es emparejar la cancha de las oportunidades en una etapa del desarrollo de las capacidades cognitivas, sociales y emocionales clave para este propósito.
El Premio Nobel de Economía y experto en la economía del desarrollo humano, James J. Heckman, lo explica desde ahí, desde la economía: “Un momento fundamental para dar forma a la productividad comprende desde el nacimiento hasta los cinco años, cuando el cerebro se desarrolla rápidamente para construir las bases de las habilidades cognitivas y conductuales necesarias para alcanzar el éxito en la escuela, la salud, la profesión y la vida. La educación durante la primera infancia fomenta las habilidades cognitivas junto con la atención, la motivación, el autocontrol y la sociabilidad, que representan las habilidades conductuales que convierten el conocimiento en experiencia y a las personas en ciudadanos productivos”.
Un estudio del Centro Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica entregado a mediados de marzo de este año y hecho entre 240 niños y niñas de 3 a 4 años en 7 jardines infantiles de la Región Metropolitana son concluyentes: “La pandemia y su impacto sobre la dificultad para hacer clases presenciales ha producido brechas de aprendizaje. El rezago en vocabulario, desarrollo general y socioemocional, es importante, los niños evaluados demuestran un desempeño muy menor que el logrado por una población equivalente en 2017”.
A esto se agrega otro estudio, el del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas también de la Universidad Católica (CAPLES UC), titulado “Educación temprana y pandemia: Resultados de una medición durante la emergencia”. En los resultados de la consulta hecha con alumnos en México, Uruguay, Argentina, Colombia, República Dominicana, Costa Rica, Perú y Chile, se concluye: “Toda la evidencia apunta a que el retraso tendrá efectos de largo plazo: en el proceso formativo educacional, impacto sobre el futuro mercado laboral, impacto en la salud física y mental y en el comportamiento social, lo que se traduce en consumo problemático de drogas y violencia”.
Claudia Fasani es una convencida de que “ir al jardín es insustituible. Por más empeño y cariño que le ponga la familia, cosa que en estos tiempos duros es otra de las muchas tareas que hay que sumar al estrés de padres, madres y cuidadores, no es lo mismo. Las consecuencias de no asistir a clases presenciales, de no tener ese estímulo en una etapa clave, tendrá consecuencias futuras dramáticas sobre el desarrollo futuro de los niños. La pérdida de capital humano es innegable”.
Y mucho más crítico resulta entre los sectores de la población en mayor vulnerabilidad y situación de pobreza.
Los 35 jardines infantiles y salas cuna del Hogar de Cristo están orientados al quintil más vulnerable de la población. Se ubican en todo el país, siempre en sectores de muy bajo ingreso socioeconómico y están absolutamente alineados con el pensamiento pedagógico y social de Alberto Hurtado, quien consideraba la educación una herramienta clave para superar la pobreza. Por esto las educadoras que trabajan en ellas llevan más de un año conociendo de cerca la falta de ingresos, la cesantía, la violencia intrafamiliar que se ha incrementado con las cuarentenas, el hambre que sufren muchas de las familias de sus alumnos. “Hoy nos centramos en apoyar a las madres, porque detrás de una madre que está mal, siempre habrá un niño mal. Esto nos ha obligado a salir a la comunidad, a trabajar con los vecinos, nos hemos vinculado a las ollas comunes, respondiendo a necesidades inmediatas de los niños y sus familias. Y está todo el gran grupo de las madres y padres haitianos, que no entienden nada de castellano, y que necesitan guías y orientaciones escritas o habladas en creole. Ahora estamos en la adaptación y traducción de los materiales para apoyar a esa familias”, describe la profesional del Hogar de Cristo.
Anticipar las consecuencias de todo esto sobre el futuro de los niños es deprimente a la luz de informes de los que más saben. El Banco Mundial ha señalado que América Latina y el Caribe “podría ser una de las regiones más afectadas en cuanto a la proporción de alumnos por debajo del nivel mínimo de rendimiento. El nivel pre-COVID-19 en la región, que ya era bastante alto con un 55 por ciento de alumnos por debajo del nivel mínimo de rendimiento, se incrementaría a 71 por ciento. Las pérdidas de aprendizaje podrían representar hasta el 88 por ciento de lo que los estudiantes aprenden en un año escolar promedio. Un reciente estudio preparado por el Banco Mundial para Chile considera distintos factores de mitigación (como la cobertura de la educación a distancia, el acceso de los estudiantes a la educación a distancia y la capacidad de los alumnos para el aprendizaje autónomo), para estimar las pérdidas de aprendizaje ante diferentes escenarios y supuestos. Se muestra que las pérdidas de aprendizaje en Chile podrían representar el 42 por ciento de lo que los alumnos habrían aprendido durante un año escolar regular, en un escenario en el que los colegios permanecen cerrados durante seis meses. Las pérdidas de aprendizaje podrían alcanzar 88 por ciento del aprendizaje de un año escolar si los colegios permanecen cerrados durante 10 meses”.
Y lo peor de todo es que todas las simulaciones para Chile muestran que los estudiantes del quintil inferior de ingresos podrían perder hasta 95% de lo que aprenden en un año regular si los establecimientos permanecen cerrados durante 10 meses”.
-¿Qué hacer para minimizar el daño de la que será la generación de la pandemia, en particular de los más pobres y de los más pequeños?
-Por ahora lo que se estamos haciendo: clases virtuales con los excelentes materiales que se han desarrollado; apoyo a las familias; entrega sostenida de alimentación entregada por la Junaeb, una medida aplaudida en las decenas de encuentros virtuales a nivel de Latinoamérica y El Caribe en que he participado, que permite además mantener el contacto con las familias, contenerlas, conversar con ellas y entregarles materiales y actividades para los niños; y todo lo que se pueda hacer para acortar la desigualdad en términos de tecnología y conectividad. Nada de esto es suficiente frente al impacto severo de no tener educación presencial en todos los niveles, pero sobre todo en el inicial, por eso es clave que los expertos estén trabajando en cómo lo haremos al volver a la normalidad, cuando termine esté tiempo difícil, parar lograr nivelar a la generación de la pandemia. Es una oportunidad para construir sistemas educativos más equitativos, seguros, con innovaciones constantes, aumentar la valoración social de la educación parvularia, como el primer nivel educativo de entre los 0 y 6 años, impidiendo profundizar una brecha que a largo plazo significará una pérdida de capital humano difícil de revertir –concluye, esperanzada, la educadora Claudia Fasani.