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Crónicas cínicas XXV

El Gordo y Murillo están en el Torre Molinos junto al Caluga, un amigo del Gordo con quien se encontraron en la calle cuando iban a almorzar. El Torre Molinos es un boliche que queda en Lastarria, a pasos de la Alameda, famoso por el pastel de choclo y los granados. Ya son las tres de la tarde, y el local está medio vacío, pues la mayoría de los comensales han vuelto a sus pegas.


Ellos, que ya se despacharon dos cazuelas, un pastel y un bife a lo pobre, con todo el tiempo del mundo, conversan tomándose innumerables tacitas de Nescafé. Hace calor y no dan ganas de salir a la calle porque el local está fresquito con sus ventiladores de aspas y sus ordenadas mesitas con manteles rojo y blanco.



El pobre Caluga a estas alturas ha tenido que escuchar varias versiones ya, del viaje que los amigos hicieron al Altiplano del que acaban de llegar. El Gordo le dice a su amigo:



-¡Cuéntale, puh Negro!, cuéntale al Caluga si no es verdad que estuvimos al lado de los balazos ¿o no?.



-Ya, Gordo, no seái latero, al pobre Caluga lo vamos a dejar chato con tanta historia.



El Caluga, amistoso y agradecido por el almuerzo, les dice sonriendo:



-Noooo cabros sigan contando no más.



Después de la aprobación, el Gordo continúa, mientras Murillo pone cara de paciencia.



«Es que no nos dimos ni cuenta, cuando nos metimos en tremendo forroÂ… Ese día habíamos salido temprano de la casa donde estábamos sin cachar nada. Habíamos ido a comprar amuletos al mercado de los brujos, subiendo por Sagárnaga. Al lado de la Iglesia de San Francisco Estábamos felices comprando güeaitas por gamba cuando de repente cachamos que algo raro pasaba. Empezaron a aparecer milicos en camiones por todos lados».



«Súper rápido la cosa degeneró y empezaron con las lacrimógenas. Los dueños de la tienda cerraron el portón y nos corrieron pa la calle a empujones Los Paceños mas expertos que uno, apretaban cachete pal lado de los cerros y nosotros como santos gueones no atinábamos pa donde ir. La gente gritaba y el despelote era tremendo. Nosotros, pa mala cueva, sin saber pa que lado cortar, corrimos pal lado equivocado y caímos chanchito a una cuadra de la Plaza Murillo, donde los milicos y los pacos se agarraban a tunazos en la más dura. Después de tragar lacrimógenas un buen rato, pudimos salir de la plaza, nos colamos entre los mirones, de ahí nos perdimos y solo después de tres horas pudimos llegar a la casa, a pesar de que estábamos cerquita. Pa que te cuento el susto que pasamos, yo me lo guitrié todo compadreÂ…».



Murillo, interrumpe al Guatón y agrega:



-Pa hacértela corta, Caluga, la escoba había quedado porque los pacos Bolivianos se declararon en huelga y los milicos los agarraron a balazos pa que no manifestaran frente al palacio de gobierno. Y como siempre pasa entre milicos, una cosa llamó a la otra y al final, de las lacrimógenas pasaron a los disparos. los que mataron a un par de pacos, esto hizo que se picaran y que se dieran con tuti: resultado, quedó la tendalá.



El Guatón vuelve a interrumpir:



-Si, compadre, pero esto estaba pasando al mediodía, cáchate que más tarde, como no habían pacos porque estaban acuartelados, salieron los patos malos y dejaron el desparramo. Quemaron edificios, asaltaron tiendas, se chorearon supermercados enteros, era el despelote total. Por suerte a estas alturas lo estábamos viendo en la tele, en la casa de la señora Lila, donde nos estábamos quedando.



Murillo vuelve a interrumpirlo:



-Bueno, en todo caso al día siguiente la cosa se anduvo calmando un poco y pudimos volver a Chile en un viaje que fue una de las cosas más bonitas de las vacaciones.



El Gordo:



-Sí, teníamos pasaje justo pal día siguiente a las 6 de la mañana, pero el bus no pudo salir, estaba la mansa escoba en El Alto, donde seguían los cabros quemando edificios. Cáchate que se echaron la Coca-Cola, la Cervecería y la Aduana, donde Se chorearon todo, no dejaron ni las cajas vacías de los televisores.



-Sí, pero al fin, al día subsiguiente estaba todo tranquilo y nos vinimos piolita a Arica. dice Murillo.



El Guatón con una mirada lírica comenta:



-Salimos tempranito en bus, vieras tú lo increíble que es el paisaje del Altiplano: inmensas estepas verdes sobre las que corren rebaños de llamas y vicuñas perseguidas por pastorcitos de poncho y chullo, mientras en el horizonte se ven volcanes de conos más perfectos que el monte Fuji.



Murillo vuelve a meter la cuchara.



-En la frontera el paisaje cambia radicalmente. Se baja a Chile serpenteando por unas quebradas gigantescas de tierra reseca colorada Es súper violento el cambio, ahí Chile, en ese lugar, no tiene nada de bucólico. Es como una metáfora del susto que nos tiene los Bolivianos, que nos creen uno violentos invasores, listos pa darle un zarpazo más a su adorable altiplano.



El Caluga, con la paciencia agotada, aburrido les pregunta con tono inocente:



-Oigan cabros ¿Y no han ido al cine?



Murillo lo queda mirando sorprendido:



-Ya fuimos hoy día en la mañana, vimos Pandillas de Nueva York.



-Ah, yo la vi, no me gustó mucho, era un poco latera, ¿no? responde el Caluga.



Los dos amigos lo quedan mirando y le dicen al mismo tiempo



-¡¡¡ ¿No te gustó, Caluga?!!!!



Luego, con una mirada pedante Murillo le dice



-¿Cómo no te pudo gustar? es una película notable, está a la altura de las grandes películas épicas americanas, como Las puertas del cielo, de Michael Cimino y Apocalipsis Now. Es una película épica, hecha con una intensidad, con una urgencia, con una vitalidad memorable, a tal extremo de que Scorsese, por su necesidad expresiva deja de lado su habitual meticulosidad y precisión narrativa para privilegiar su emoción creativa.



-Es una gran y violenta soltada de trenzas, es una visión, una intuición poética:
-¡Es una gran película, por la puta¡



El Guatón, en un tono mas pedante, le machaca al pobre Caluga:



-¿Cómo no te pudo gustar?



-Es increíble como Scorsese se las ingenia para contarnos en casi tres horas, sin desfallecer un minuto, una historia que da para diez capítulos de miniserie. Te concedo, Caluga, que de repente privilegia la atmósfera sobre la historia, pero es tan potente el relato, que da lo mismo. Quizás algunas veces hay algunos saltos y ripios en las transiciones, pero qué importa, cuando el material en la pantalla está tan cargado de fervor, de emoción, que a mí, por lo menos, me dejó sin respiración.



Murillo acota:



-Y cáchate los aspectos políticos, mira lo que está diciendo, cáchate lo que nos está mostrando: corrupción, violencia, injusticia, abuso, prepotencia, racismo, odio contra el inmigrante. Por lo demás, se ve por primera vez en la pantalla, una de las páginas más negras en la larga historia de la prepotencia yanqui: la represión a balazos contra los sublevados en la revuelta por la conscripción obligatoria en 1863. Cáchate que fue cincuenta años antes que la matanza de Santa María de Iquique, y ahí como acá fue a cañonazos y a mansalva como mataron a miles.



El Caluga balbucea:



-Es que la encontré un poquito larga y exageradaÂ… a ratosÂ… Tanto cuchillo y tanta sangreÂ… ¿Cómo iba a ser así la cosa?



El Gordo le contesta solemne:



-Así nomás fue la cuestión pues, Caluga.



Y Murillo:



-Yo encontré la actuación de Di Caprio y de Daniel Day-Lewis, notables. Es súper interesante la manera en que en el guión se complejiza la relación padre-hijo de los dos personajes. El asesino, se transforma en padre para Di Caprio por su audacia, por la fuerza de su decisión y por la astucia con que maneja su sobrevivencia. El joven vengador se transforma en hijo al admirar esa audacia y esa la voluntad violenta del que finalmente será su víctima. En una película, en la que habitualmente seguimos a los personajes de una historia que tiene un conflicto central, no tenemos la posibilidad de adentrarnos en la ambigua complejidad del alma humana.



-En esas películas todo es blanco o negro, bueno o malo.



-Acá por el contrario, la decisión por el mal es sólo la herramienta que le permite al personaje llegar al día siguiente. Nada más y nada menos.



-Por lo demás, finalmente, son los poderosos los que a cañonazos, resuelven los pequeños dilemas de la intimidad.



El Caluga mudo, sólo atina a decir:



-AaahÂ… cachoÂ… no la había visto de esa manera, y se queda callado.



Para romper el hielo, Murillo le pregunta al Gordo:



-Oye, ¿hai sabido de la Laura?



-No, contesta el Guatón haciéndose el interesante, no he sabido nada.



En eso, para su desgracia, irrumpen por la puerta Laura y la Porotito que con cara de choreadas que lo increpan.



-Oye, Gordo barsudo, -¡Hace media hora que te estamos esperando!
¿no me habías invitado a ver Mentiras al Alameda?



* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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