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Orfeo de Monteverdi : La brillante fábula musical que el Teatro de Rancagua trae a la capital La obra se presentó en el Teatro Oriente de Providencia

Orfeo de Monteverdi : La brillante fábula musical que el Teatro de Rancagua trae a la capital

Uno de los hitos de esta producción fue la presencia de los famosos Sacqueboutiers de Toulouse, ensemble de músicos especializados en redescubrir los instrumentos antiguos del siglo XVII y que cuentan con reconocimiento mundial. Este aporte musical es inédito en nuestro país y de gran envergadura. Apoyaron a la Orquesta Barroca del Nuevo Mundo desde el foso con instrumentos de viento, todos bajo la batuta del experimentado laudista argentino Eduardo Egüez. El conjunto musical estuvo a la altura de la excelsa partitura. Crearon una atmósfera dramática y evocadora de otros tiempos. Lo mismo sucede con el canto, ya que tanto los solistas como el coro Nuevo Mundo, a cargo de Paula Torres, funcionan con un colorido unitario de gran belleza.


La que para muchos es la primera ópera de la historia, Orfeo del compositor Claudio Monteverdi (1607) fue estrenada en el Teatro Oriente el pasado jueves 29 de Septiembre. El Mostrador Cultura + Ciudad asistió a este esperado título, coproducción del Teatro Regional de Rancagua con el Teatro de Providencia. Es destacable que una propuesta de ópera regional circule en la capital y es deseable que sea el esperado punta de pie inicial del importante y necesario intercambio de escenarios de los teatros chilenos.

Orfeo, que ya cumplió 400 años, no es un ópera que se represente generalmente como tal, ya que fue el primer trabajo de Monteverdi, y esta intención la explicó con mayor claridad para sus obras posteriores: La coronación de Popea y El retorno de Ulises a la patria, que completan la trilogía de este compositor.

Con un prólogo y cinco actos, y el libreto de Alessandro Striggia, está compuesta por arias y coros con interludios concertantes. La fábula de Orfeo fue escrita para el Carnaval de Mantua, y narra la historia del joven enamorado que convence a los dioses para poder bajar al inframundo a buscar a su amada Eurídice y traerla de regreso al mundo de los vivos. La condición es nunca mirarla hasta que todo su cuerpo esté bañado de sol. Casi al llegar, Orfeo es atacado por fieras y no puede evitar darse vuelta; como aún quedaba una parte del cuerpo en la sombra, Eurídice desaparece para siempre. Su padre Apolo, como consuelo, transforma al joven héroe en una estrella que brillará eternamente.

Orfeo conquistó Hades y fue vencido por sus pasiones. Digno de la eterna gloria es aquel que vencerá sobre sí mismo, canta el coro de los espíritus.

Uno de los hitos de esta producción fue la presencia de los famosos Sacqueboutiers de Toulouse, ensemble de músicos especializados en redescubrir los instrumentos antiguos del siglo XVII y que cuentan con reconocimiento mundial. Este aporte musical es inédito en nuestro país y de gran envergadura. Apoyaron a la Orquesta Barroca del Nuevo Mundo desde el foso con instrumentos de viento, todos bajo la batuta del experimentado laudista argentino Eduardo Egüez. El conjunto musical estuvo a la altura de la excelsa partitura. Crearon una atmósfera dramática y evocadora de otros tiempos. Lo mismo sucede con el canto, ya que tanto los solistas como el coro Nuevo Mundo, a cargo de Paula Torres, funcionan con un colorido unitario de gran belleza.

En cuanto a las voces, el barítono Patricio Sabaté sobresale a cargo del rol de Orfeo. Dentro del estilo, sólido y convincente, Sabaté fue el triunfador; Vencedor de los infiernos pero vencido por su pasión, como señala el coro de la ultratumba. Con Orfeo agrega un nuevo título a su exitosa carrera, confirmando su versatilidad que le permite cómodamente moverse desde los roles barrocos a los contemporáneos. Con timbre redondo, hermoso color y volumen adecuado, tuvo el desafío de ser el cantante clave del mito griego.
Evelyn Ramírez también convenció como la trágica Mensajera con su terrible noticia de la muerte de la joven Eurídice. Los centros y graves con el bello timbre recrudecen su presencia. El Caronte de Sergio Gallardo es dramático, y su registro de bajo es perfecto para el lúgubre personaje. Sobresaliente la mezzo Luciana Mancini, especializada en el repertorio barroco en los dos roles, la Esperanza y Prosperina. El personaje La Música es creado por la soprano Amalia Montero, seductora y convincente, esta especialista barroca es otro de los grandes aportes de esta producción, ya que reside en Suiza y viajó especialmente. Completan el elenco un sólido Eleomar Cuello como Plutón y Apolo y una discreta Eurídice a cargo de Evelyn Vergara, y los pastores a cargo de César Sepúlveda y Martín Aurra con las ninfas Madelene Vásquez y Virginia Barrios, roles todos bien ejecutados.

Notable musicalmente, Orfeo tiene el mérito de ser una producción totalmente regional. Pero probablemente lo más notable es cómo un teatro de regiones es capaz de levantar una propuesta estética que se realice en la capital. En un país con una dramática desigualdad de oferta, acceso y calidad de cultura, es loable el trabajo del Teatro Regional de Rancagua. Pionero en la producción de óperas barrocas, y ya premiado por Platée, de Rameau ( Premio de la Crítica 2015), con enormes esfuerzos de cooproducción con La Usina de Buenos Aires, este nuevo título, cumbre del barroco, tiene el mérito de salir de la región a la capital. Esta iniciativa, nunca antes vista, es parte de un trabajo constante y de gran valor de rescate histórico que el equipo de la ópera de Rancagua realiza para todo el país.

Probablemente hay cosas que mejorar, pero lo clave es que es un trabajo musicalmente impecable y con Orfeo se inicia una nueva etapa de circulación de óperas realizadas desde las regiones para el país. En noviembre, el Teatro del Maule estrenará Otello de Verdi, que esperamos tenga una larga vida. Sin embargo, el mundo de la ópera nunca olvidará que el pionero fue Rancagua.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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